La Navidad, tema familiar a todos, puede contemplarse desde diferentes ángulos y experiencias, siempre con la certeza de que el misterio no se agota, más bien, ofrece a cada uno - en toda época de la vida y de la historia - riquezas insospechadas, tesoros aún por descubrir. (...)
Navidad
Isaías 9,1-3.5-6; 52,7-10; Salmos 95, 96, 97; Tito 2,11-14; 3.4-7 -- Hebreos 1,1-6
Lucas 2,1-14; 2,15-20 -- Juan 1,1-18
Reflexiones
La Navidad, tema familiar a todos, puede contemplarse desde diferentes ángulos y experiencias, siempre con la certeza de que el misterio no se agota, más bien, ofrece a cada uno - en toda época de la vida y de la historia - riquezas insospechadas, tesoros aún por descubrir. En esta oportunidad prefiero presentar algunas reflexiones sueltas, que nos pueden ayudar en la contemplación del misterio y abrirnos pistas para compartir con otros - cercanos o lejanos - el gozo por el nacimiento del Hijo de Dios en carne humana. Con esta apertura de horizontes, nuestra lectura misionera de la Navidad será más cercana al hecho de Belén.
Dios en carne humana: ¡para todos!
Navidad es ‘encarnación’, significa Dios en carne humana: “Y la Palabra se hizo carne” (Jn 1,14). Como decían los primeros Padres de la Iglesia, “Caro salutis est cardo”, la carne es fundamento de la salvación. Estamos ante un hecho histórico: la salvación pasa a través de la carne de Cristo, su nacimiento, pasión, muerte, resurrección, ascensión, Eucaristía... Es la carne de Dios, la carne de María. No es una apariencia de carne, como decían los primeros herejes, los docetistas, sino carne concreta, como la nuestra, componente esencial de la persona humana. La salvación de Dios nos viene, históricamente, a través de la carne de Cristo Redentor; pero, a la vez, pasa necesariamente por nuestra carne: carne redimida y carne por redimir. Es preciso hablar de nuestra carne con lenguaje realista y crudo en todas sus situaciones y etapas: - es la carne fuerte de los años jóvenes y adultos (trabajo, actividades, viajes...); - es la carne hermosa (búsqueda de belleza, modas, lujos, vanidades...); - es la carne frágil, débil, enferma, dolorida, moribunda, muerta...; - es la carne destinada a la resurrección, como decimos en el Credo. El Papa Francisco nos invita a ver la Iglesia como un “hospital de campo”, sin avergonzarnos de “tocar las heridas” de quien está sufriendo. Sin distinción de colores: la salvación de Dios es la misma para todos. La liturgia canta en este tiempo: toda carne, es decir, todo ser humano verá la salvación de Dios. Esta es la buena noticia, la gran alegría anunciada por los ángeles en Belén para todo el pueblo y para todos los pueblos (Lc 2,10).
De Belén al Calvario, ayer y hoy
Edith Stein (S. Teresa Benedicta de la Cruz), en tiempos de Hitler, compuso El misterio de la Navidad, donde escribió: “Los misterios del cristianismo son un todo indivisible. El que profundiza en un misterio, acaba por tocar todos los otros. Así el camino que empieza en Belén procede imparablemente hacia el Calvario, va del pesebre a la cruz”. Ahí están las palabras de Simeón a María en el templo, la huida a Egipto, el asesinato de los niños inocentes... Edith Stein consumió su holocausto en 1942 en Auschwitz. Los hechos se repiten, hoy como ayer: las macabras crueldades del Estado Islámico (Isis) en varios lugares; en Pakistán; en Nigeria con Boko Haram; en la Rep. Dem. de Congo; en la República Centroafricana. En otras partes del mundo continúan el martirio de cristianos y de otros inocentes, las tragedias de migrantes en la mar o en el desierto. Pero el Niño del pesebre es el Resucitado. Por eso Edith Stein concluye: “Cada uno de nosotros, la humanidad entera llegará, junto con el Hijo del Hombre, a través del sufrimiento y de la muerte, a la misma gloria”. Incluso a través de la pandemia, porque Jesús es más fuerte que la tempestad.
¡Feliz Navidad!
“La Navidad es hermosa, sobre todo porque desde ese momento sabemos que ya caminamos siempre en la vida y hacia la vida.
Belén está siempre dentro de nosotros:
- siempre que estrechamos una mano con cariño;
- siempre que escuchamos a un hermano con comprensión;
- siempre que esperamos con paciencia la evolución de un mal carácter;
- siempre que trabajamos por los demás con desinterés;
- siempre que luchamos por una sociedad mejor, sin partidismos;
- siempre que compartimos, siempre que damos alegría a otros;
- siempre que levantamos a algún caído y después le acompañamos en el camino.
Nace Jesús. Nace Dios. ¡Es Navidad!” (Alberto Iniesta)
Palabras del Papa Francisco
Dios es solidario con el hombre
«La Navidad nos revela el amor inmenso de Dios por la humanidad. De aquí se deriva también el entusiasmo, nuestra esperanza de cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados y acompañados por Dios; y miramos al mundo y a la historia como el lugar donde caminar juntos con Él y entre nosotros, hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. Con el nacimiento de Jesús nació una promesa nueva, nació un mundo nuevo, pero también un mundo que puede ser siempre renovado. Dios siempre está presente para suscitar hombres nuevos, para purificar el mundo del pecado que lo envejece, del pecado que lo corrompe. En lo que la historia humana y la historia personal de cada uno de nosotros pueda estar marcada por dificultades y debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el hombre y con su historia. Esta proximidad de Dios al hombre, a cada hombre, a cada uno de nosotros, es un don que no se acaba jamás. ¡Él está con nosotros! ¡Él es Dios con nosotros! Y esta cercanía no termina jamás. He aquí el gozoso anuncio de la Navidad: la luz divina, que inundó el corazón de la Virgen María y de san José, y guió los pasos de los pastores y de los magos, brilla también hoy para nosotros». (Angelus, domingo 5 de enero de 2014).
San José, padre en la ternura
«José vio a Jesús progresar día tras día “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (Lc 2,52). Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cfr. Os 11,3-4). Jesús vio la ternura de Dios en José: “Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen” (Sal 103,13). En la sinagoga, durante la oración de los Salmos, José ciertamente habrá oído el eco de que el Dios de Israel es un Dios de ternura, que es bueno para todos y “su ternura alcanza a todas las criaturas” (Sal 145,9)». (Carta apostólica Patris corde, 8-12-2020, n. 2).
El pesebre y la transmisión de la fe
«El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. El modo de actuar de Dios casi aturde, porque parece imposible que Él renuncie a su gloria para hacerse hombre como nosotros. Qué sorpresa ver a Dios que asume nuestros propios comportamientos: duerme, toma la leche de su madre, llora y juega como todos los niños. Como siempre, Dios desconcierta, es impredecible, continuamente va más allá de nuestros esquemas. Así, pues, el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida». (Carta apost. Admirabile signum sobre el significado y el valor del belén,1-12-2019).
En lugar de quejarnos, hagamos algo por los que tienen menos
«En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos de lo que la pandemia nos impide hacer, hagamos algo por los que tienen menos: no el enésimo regalo para nosotros y nuestros amigos, sino para una persona necesitada en la que nadie piensa. Y otro consejo: para que Jesús nazca en nosotros, preparemos el corazón: vayamos a rezar. No nos dejemos “arrastrar” por el consumismo: “Tengo que comprar los regalos, tengo que hacer esto y lo otro...”. Ese frenesí por hacer tantas cosas... Lo importante es Jesús. El consumismo, hermanos y hermanas, nos ha secuestrado la Navidad. No hay consumismo en el pesebre de Belén: allí está la realidad, la pobreza, el amor. Preparemos el corazón como hizo María: libre del mal, acogedor, dispuesto a acoger a Dios». (Angelus, 20 de diciembre de 2020).
¡Feliz Navidad!
¡Los mejores deseos para el año 2024!
P. Romeo Ballan, MCCJ