Martes, 25 de abril 2017
En la historia del Instituto comboniano hay cuatro acontecimientos estrechamente relacionados: la división (1923), la reunificación, la nueva Regla de Vida (1979), y la canonización de Comboni (2003). Cabe preguntarse: ¿Por qué se produjo la división? ¿Cómo se llegó a la reunificación? Estas breves páginas pueden ayudar a conocer ambos acontecimientos en sus motivaciones, protagonistas, desarrollo, repercusiones. [P. Romeo Ballan, misionero comboniano].

 

DIVISIÓN
(1923)

REUNIFICACIÓN
Y REGLA DE VIDA
(1979)

COMBONI SANTO
(2003)


1923: la herida de la división

En 1923 se produjo la división jurídica del Instituto comboniano en dos Congregaciones separadas y autónomas. Esta fecha tiene el valor de un “spartiacque”, una línea de demarcación de un antes y un después, en el camino hacia la reunificación, que culminó en 1979.[1]

El hecho de 1923 tuvo antecedentes que lo pueden explicar parcialmente, aunque no justificar. Desde los inicios de la misión de África central, antes, durante y después de mons. Comboni, los misioneros procedentes de Europa central (Austria, Alemania, Eslovenia...) fueron consistentes en términos numéricos, económicos y metodológicos, no lográndose siempre la armonía e integración entre los dos grupos de misioneros: los italianos y los austro-germánicos, tanto en Verona como en Egipto y Sudán.

Antecedentes de un evento doloroso

Según el austriaco p. J. Dichtl, secretario de Comboni, el mismo Fundador hubiera querido la apertura de otra casa fuera de Verona. En Brixen-Bressanone, ciudad histórica y artística en el norte de Italia, se abrió en 1895 la primera casa fuera de Verona, la ciudad donde Comboni había fundado (1867) su Instituto, que en 1885 se transformó en Congregación religiosa (FSCJ).

La opción por Brixen  -importante sede episcopal en el Tirol meridional-  fue el resultado de un intenso cruce-choque entre posturas contrapuestas a nivel imperial, episcopal, vaticano, comboniano... La  Missionshaus en tierra austro-húngara, fuertemente impulsada por el Emperador de Viena, protector de la misión africana, se abrió como residencia y casa de formación para los misioneros de habla alemana.[2] La apertura de Brixen tenía un alto valor simbólico e histórico: significaba desafío de unidad e interculturalidad. Esta problemática se arrastró hasta 1919 y desembocó en los hechos de 1923.[3]

El primer superior de Brixen fue el p. Franz Heymans, holandés, acompañado de los hermanos alemanes Clemens Schrör e Christian Platz, y algunos novicios. El día de su llegada el p. Heymans fue primero al cercano monasterio de Novacella (Neustift) a saludar al gran amigo y bienhechor de Comboni y de todos los misioneros, el canónigo agustino J. C. Mitterrutzner. La comunidad tuvo comienzos humildes, alojada en una rústica residencia antigua. Dos años más tarde, en julio de 1897, llegó el gran impulsor de Brixen, el alemán p. Francisco Javier Geyer, hombre de extraordinaria talla misionera, intelectual y administrativa, con una rica vivencia de la misión en Egipto y Sudán. Era un apasionado admirador de Comboni, del cual escribió la primera biografía en 1882,  entrañable amigo de Mitterrutzner, eficaz animador para conseguir medios económicos y vocaciones.

P. Geyer, viendo que la casa era insuficiente, levantó en dos años una nueva construcción para unos 60-70 aspirantes. Con fines educativos, vocacionales y económicos, lanzó en 1898 la revista mensual Stern der Neger (Estrella de los Negros) para informar sobre la misión africana; en 1900 empezó el calendario misionero Werk des Erlösers (Obra del Redentor), como enlace con los amigos y bienhechores.

En 1903 p. Geyer, a los 44 años, fue nombrado obispo-vicario apostólico de Jartum, siendo el tercer sucesor de Comboni en esa sede, después de F. Sogaro, y de A. Roveggio. Mons. Geyer era un líder y fue un relevante punto de referencia, en algunas actitudes y opciones del grupo alemán, al punto que los superiores de Verona parecían considerar Brixen y Jartum como sus rivales.

Tensiones entre los dos grupos

En 1913, después de tensos contactos entre p. F. Vianello, Superior general en Verona, y mons. Geyer, obispo de Jartum, se llegó a la división del vicariato en dos partes: el norte, confiado a los alemanes, y el sur, a los italianos, esperando en una mejor armonía interna.

Había tensiones por la diferente formación recibida en Brixen y en Verona, y en cuanto al método de apostolado misionero; existían movimientos italianos anti-austriacos (Risorgimento), y en Austria análogas antipatías contra los italianos. Las tensiones se agravaron en la Primera Guerra Mundial (1914-18), entre italianos y austro-germánicos. La victoria de los italianos dejó heridas y resentimientos que contagiaron aún más las relaciones, por los cambios en los confines patrios: Trento y Bolzano pasaron a Italia, el puerto de Brennero se convirtió en la nueva frontera entre Italia y Austria, la diócesis de Brixen perdió su territorio al norte de Brennero... Muchos trentinos, tiroleses y austríacos tuvieron que cambiar sus pasaportes y ‘sentirse italianos’.

El Capítulo de 1919 decidió la creación de una Provincia alemana

Con estas premisas el Instituto llegó al tercer Capítulo general (Verona, 22-9//1-10, 1919), donde fue elegido el General p. Pablo Meroni,[4] con sus asistentes: A. Vignato y F. Vianello (italianos), F. Heymans (holandés) y Jakob Lehr (alemán). El 29-9 por primera vez se pronunció la palabra ‘Provincia[5]: “El p. Wilfling propone al Capítulo que las casas de habla alemana se constituyan en Provincia: el Capítulo aprueba y el Presidente (p. Meroni) asegura que tratará el asunto en cuanto se aclaren un poco las circunstancias políticas”.[6] No se dieron detalles sobre dicha   ‘Provincia’, pero claramente se quería un cambio en la estructura de gobierno, mayor autonomía, sin renunciar a la unidad del Instituto

Dos años después, en otoño de 1921, el p. Meroni, según el mandato capitular, preguntó a cada comboniano alemán si consideraba que había llegado el momento de crear una Provincia austro-alemana: sobre 29 votantes, 20 dijeron ‘Sí’. Sin embargo, pocos meses después, en la reunión del Consejo del 29-12-1921, el p. Meroni manifestó conclusiones inesperadas: no constituir una Provincia austro-alemana y cerrar el noviciado y escolasticado de Brixen con el fin de dar a todos la misma formación en Venegono Superiore (Varese) y en Verona.

Los padres Heymans y Lehr protestaron por esa decisión en contra del dictamen capitular. A pesar de todo, varios alemanes estaban dispuestos a obedecer al p. General y no pensaban todavía en una eventual separación del Instituto. Pero la ruptura se estaba produciendo: ante la perspectiva de absorción total, algunos líderes (los padres J. Lehr, A. Ipfelkofer, J. Klassert, D. Kauczor y otros) estaban madurando y promoviendo una forma de separación. “Como la filial de una abadía benedictina que, llegando a su madurez, se constituye en abadía independiente”, sugería el p. Kauczor, misionero de Polonia en Jartum y luego en Suráfrica. Mons. Geyer no tuvo parte activa en el proceso de división, estando próximo a dejar el vicariato.

El decreto de Propaganda Fide: 27 julio 1923

El p. Meroni preparó su dossier y decidió llevar el asunto ante la Congregación de Propaganda Fide en Roma, donde transcurrió buena parte del año 1922. Entró en conflicto con el card. Van Rossum, redentorista holandés, Prefecto de Propaganda, contrario a la solución del p. Meroni: hasta el final, el cardenal estuvo en contra de la división, se negó incluso a firmar el decreto oficial de división. En efecto, este lleva la firma del secretario y de otro curial.

El p. Meroni buscó el apoyo de otros cardenales y oficiales del Vaticano, hasta que el asunto se decidió el 27-11-1922, en la Congregación plenaria de Propaganda, que decretó la división del Instituto en dos Congregaciones independientes. Antes de ejecutar la división, las dos partes debían acordarse sobre varios puntos, incluida la división de los bienes económicos, bajo la vigilancia de Propaganda. Esta nombró como su delegado ejecutivo al p. F. Maroto, español, procurador de los Claretianos, en Roma. La decisión de la Congregación de Propaganda fue aprobada por Pío XI.

‘Con reluctancia’, el 27 de julio de 1923, Propaganda publicó el decreto “Sodales Instituti Veronensis[7] sobre la división del Instituto de los FSCJ en dos Congregaciones independientes, ambas de derecho pontificio y dependientes de Propaganda Fide: los FSCJ para los italianos, con sede en Verona, y los MFSC (Misioneros Hijos del Sagrado Corazón) para los austro-germánicos, con la posibilidad de optar por una u otra Congregación.[8] Propaganda nombró p. Lehr Superior general de los MFSC, con el encargo de preparar un Capítulo (1926). El Papa creó la nueva Prefectura apostólica de Lydenburg (Suráfrica), confiada a los MFSC.

En 1923 los FSCJ eran unos 150 religiosos (presbíteros, hermanos y escolásticos) en Italia, Egipto, Sudán y Uganda; con unos 50 novicios en Venegono Superiore y 60 aspirantes. Los MFSC eran 54 religiosos: 26 presbíteros, 22 hermanos y 6 escolásticos, 15 novicios, y 38 aspirantes, en Brixen, Graz, Ellwangen. De esos 54, había 14 alemanes en Egipto esperando una nave que los llevase a Suráfrica, adonde finalmente llegaron el 11 febrero 1924.

Consideraciones sobre los hechos de 1923

1. Ausencia de Comboni - En todo el debate y en los documentas relativos a la división de 1923 sorprende comprobar la ausencia total del nombre de Comboni. Algunos opinan que la división bloqueó en los años ‘20-30... la expansión de los Combonianos en Europa central y oriental, como tuvieron SVD, OMI, SCJ, CICM, MAfr, SdB...

2. P. Meroni promotor de la división  - A finales de 1921, la propuesta del P. Meroni de suspender el noviciado-escolasticado de Brixen provocó la protesta de los alemanes, que, ante la clara perspectiva de absorción, empezaron a pensar en una separación. En sus dos mensajes a los FSCJ (octubre y diciembre 1923), el P. Meroni  -de buena fe-  dijo claramente que él mismo propuso la separación como única salida: “Nosotros estamos convencidos de que todo fue obra del Señor”.[9] Por su parte el P. Lehr invitó a los 54 MFSC a dar gracias con un Te Deum por la “feliz solución de nuestro asunto”.

3. Fue “división” más que “separación” - En el pasado, el hecho de 1923 se denominó “separación” (Trennung); pero hoy se habla de “división” (Teilung), porque tiene una conotación de igualdad. La palabra separación llevaría a pensar al alejamiento de una parte y luego de un retorno a casa; mientras que la reunificación de 1979 fue más bien un re-encuentro de dos Institutos que, a la par, decidieron emprender un nuevo camino juntos. De ahí el sentido pleno de un nuevo nombre (MCCJ) y nueva Regla de Vida.

4. Fidelidad condición de fecundidad - La división fue una profunda herida, comentan los padres F. Pierli y T. Agostoni, superiores generales eméritos. La fidelidad al Fundador y a las opciones mayores de los Capítulos generales constituye una garantía de fecundidad. Por tanto, opinan, hacer caso omiso o actuar en contra de importantes decisiones capitulares es exponerse a aventuras peligrosas. Es lo que ocurrió a los Combonianos después de 1919.

Buscando caminos a la reunificación

Juan XXIII dijo al p. Cayetano Briani, General FSCJ, que para la causa de Comboni hablase con el card. Arcadio Larraona.[10] En un encuentro (1961) con representantes de los dos Institutos,[11] Larraona, conocedor de nuestra historia, recomendó, dos pasos necesarios, con vistas también a la canonización de Comboni: primero, la reunificación de las dos Congregaciones; y segundo, un serio estudio del Fundador, con carácter científico. La creación en Roma (1961) del “Studium Combonianum” y de la revista “Archivio Comboniano” obedeció a estas orientaciones.

Cuando en la familia comboniana, sobre todo a partir de los años ‘50-60, se empezó a redescubrir y a recuperar la figura de Comboni como Fundador común, el camino hacia la reunificación se hizo más firme e imperativo. Reunificación y canonización del Fundador eran dos valores inseparables: sin reunificación no se podía avanzar hacia la canonización.

Durante el Concilio, el p. Briani tuvo varios contactos con los obispos MFSC A. Reiterer y A. Kühner, respectivamente, de Lydenburg (Suráfrica) y Tarma (Perú), con los cuales concertó el envío de los primeros FSCJ a las respectivas diócesis.

1967-1979: Cinco Capítulos generales con paso firme hacia la reunificación

Los Capítulos generales de 1967 (MFSC) y de 1969 (FSCJ), tomaron orientaciones importantes hacia la reunificación. El idéntico origen, carisma, finalidad misionera y constituciones llevaban hacia el paso definitivo. A raíz del Capítulo de 1969, los dos Consejos generales crearon una comisión mixta, la Reunion Study Commission (RSC), al fin de estudiar los temas y elaborar propuestas concretas para la reunificación. La componían cinco miembros de cada parte, que en unas diez sesiones de trabajo ofrecieron a los respectivos Consejos soluciones importantes. La RSC acompañó de manera especial la unión progresiva de ambos Institutos presentes en España.

La cumbre del proceso se realizó entre 1975-79. Los Capítulos generales de los MFSC (1973) y de los FSCJ (1975) intercambiaron propuestas sobre las formas legales de reunificación. Los MFSC sugerían un modelo, que los FSCJ estudiaron atentamente en Roma, proponiendo, a su vez, la reunificación sobre la base de un “Ordenamiento jurídico especial”. Los MFSC acogieron favorablemente la propuesta de dicho “Ordenamiento”, como plataforma para el debate resolutivo e invitaron a los FSCJ a Alemania.

En la Casa Madre de las Hermanas de Santa Ana (Annaschwesternmutterhaus) de Ellwangen, se realizó la sesión conjunta y extraordinaria de los dos Capítulos generales (1-2 de septiembre 1975), durante la cual se decidió: -1. realizar la reunificación, con las siguientes etapas: -2. Referéndum entre todos los miembros de ambos Institutos (1976)[12] -3. esbozo de Constituciones (1977-78), -4. celebración del Capítulo general conjunto (1979). La sesión vespertina se cerró con una votación histórica en favor de la reunificación: de parte de los 55 FSCJ presentes: 55 placet; de los 18 MFSC: 17 placet y una sola abstención.

La tarde del 2 de septiembre de 1975, sobre la colina de Josefstal (Ellwangen), en clima festivo se realizó el ‘entierro’ de un ataúd llamado “separación” (Trennung) y se plantó el robusto roble de la reunión (Wiedervereinigung). Los dos Superiores generales, J. Klose y T. Agostoni, fueron los primeros en echar tierra sobre el ataúd y sobre las raíces del roble. Tengo muy presente otra imagen de esa espléndida tarde. Había un viejito radiante, aplaudido por todos: era el hermano Augusto Cagol (96 años), alemán de Westfalia, que en 1900 había ingresado en Brixen, de donde Mons. Geyer se lo llevó a Jartum como secretario. El hermano estuvo siempre y abiertamente en favor de la reunificación. Esa tarde la vio muy cercana; pero murió (1977) con 98 años.

Finalmente, el Capítulo conjunto, general y especial, se abrió con el decreto de reunificación por parte de Propaganda Fide el 22-6-1979, fiesta del Sagrado Corazón. El Capítulo elaboró la nueva Regla de Vida (Constituciones y Directorio general), aprobó el nombre del nuevo Instituto: Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús (MCCJ), y eligió a un único Superior y Consejo general.[13] Por fin, después de 56 años de separación, se llegó a la deseada unidad. Por parte de la Santa Sede, la reunificación abrió el paso a la glorificación de Comboni como Beato (1996) y Santo (2003).

La provincia de España había acogido la reunificación con entusiasmo y por adelantado, mientras el grupo comboniano de MFSC en Perú opuso resistencia, hasta que al final se creó una única provincia peruana. Hoy en Perú hay unos 60 MCCJ de 14 nacionalidades; varios peruanos ya trabajan ad gentes en otros países y continentes, y uno acaba de ser nombrado obispo de Tarma.

Andrés Riedl y Enrique Faré: pioneros en España – apasionados promotores de la reunificación

En el camino de los dos Institutos hacia la reunificación han brillado algunos líderes y promotores de la misma dentro de sus comunidades. Entre estos, los padres Andrés Riedl (MFSC austríaco) y Enrique Faré (FSCJ italiano), pioneros de las respectivas fundaciones combonianas en España en los años ’60.[14]

Andrés tenía 20 años en Brixen, cuando en 1923 quedó impactado de la división de los dos Institutos.[15] No conocía las razones, pero veía la división como una ofensa a la caridad y se preguntaba: “¿qué han hecho los de arriba?” Siendo misionero en Perú desde 1938, escuchó al P. L. Ipfelkofer, uno de los líderes MFSC en Jartum en los años de la división, declarar antes de morir: “Aquello lo hicimos muy mal. Será necesario poner remedio a ello”. P. Riedl recibió ese testamento como una tarea para su vida. En el Capítulo de 1955 P. Riedl propuso que los MFSC iniciaran una fundación en España, para formar sacerdotes para América Latina.

En 1960, el P. Riedl y otros MFSC abrieron en España el seminario menor de Saldaña y, a unos 60 km, la casa-finca de Palencia para el futuro noviciado. Pocos años antes, desde 1954, los FSCJ habían abierto las casas de San Sebastián (revista Aguiluchos), Corella (Navarra) como colegio-seminario y Madrid (sede central). El resultado fue la presencia contemporánea de dos grupos de Combonianos en la misma nación, a pocos centenares de km unos de otros, sin saberlo, sin conocerse, sin una programación común. ¡Pero la Providencia preparaba futuros encuentros!

A finales de 1959 llegó (de Italia, Sudán y México) el mayor estratega de la presencia y expansión comboniana en España: el p. Faré, que en Madrid lanzó la revista Mundo Negro (1960), con un plan de animación vocacional y casas de formación a nivel nacional. Con razón los Combonianos españoles consideran a los padres Riedl y Faré “co-fundadores” de la Provincia de España. Ambos compartían una gran pasión por Cristo, Comboni y la reunificación: animaban a los cohermanos, trataban de convencer, precedían etapas, diluían dificultades, difundían mensajes; y especialmente transmitían esos valores a los jóvenes en formación. Los dos líderes pudieron contar con la activa colaboración de sus respectivos equipos.

Los contactos empezaron tímidamente desde la base con iniciativas personales, para pasar a un ritmo creciente y cordial, con intercambio de visitas entre Corella, Moncada, Palencia, Saldaña y Madrid. Así muchos prejuicios fueron cayendo y se incrementaron la mutua estima y colaboración. Los jóvenes españoles veían mal una división heredada, importada de Alemania y de Italia; la consideraban un escandaloso obstáculo. Ellos se sentían “combonianos españoles”; eso era suficiente, para trabajar y evitar confusiones en ámbito vocacional y económico. “La reunificación  llegará de España”, empezaron a comentar los superiores en Ellwangen y en Roma.

En los Capítulos de 1967 y 1969, Riedl y Faré trataron de encaminar a sus respectivos grupos hacia la unidad. En España se dieron otros pasos decisivos: unificación del noviciado de Palencia y del escolasticado en Moncada (Valencia), con intercambio de formadores y alumnos; votación unánime por la unidad, creación de la provincia unida de España (ya antes de 1979). Riedl consideraba que, si la presencia de los dos Institutos en España hubiese ayudado aunque solo para la reunificación, la fundación hubiese cumplido con su función.

Como perfume de incienso

El aporte final del P. Andrés a la reunificación fue doble: permanente oración de intercesión por la unidad; red de relaciones fraternas a nivel personal. Estando yo en Madrid, varias veces me dijo, incluso llorando, que no veía futuro para los MFSC sin la reunificación: “Es para nosotros un problema de muerte o de vida”; y añadía con esperanza. “Si nos unimos, viviremos y tendremos especiales bendiciones del Sagrado Corazón”.

Rezaba por la reunificación elevando el cuerpo y la sangre de Cristo en la Misa. Amaba contemplar a Cristo en la cruz: Cristo ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro que los separaba, y así creó  un solo Hombre nuevo, destruyendo la enemistad en su persona (Ef 2,13-18). La aportación del Taita Andrés había adquirido el valor perfumado del incienso y del sacrificio, pasando por temporadas de purificación interior. Se alegraba a cada paso hacia la reunificación: la vio muy avanzada, pero no plenamente realizada. Vivió, como Moisés, la experiencia del “monte Nebo” (cfr. Dt 34,1-5), estando en la casa de Brixen, donde falleció (enero 1974), a los 71 años.

Consideraciones conclusivas          

1. La “peste infecciosa” de los nacionalismos - El hecho de la división puso de manifiesto las consecuencias funestas de todo tipo de contraposiciones que se originan de prejuicios raciales, nacionalismos, complejos de superioridad o inferioridad... Todos estos sentimientos contaminan las relaciones interpersonales y perjudican la fe y la misión. Con razón, Benedicto XV, en la encíclica misionera Maximum Illud (30-11-1919), llamó fuertemente la atención de los misioneros sobre el nacionalismo, “la peste más infecciosa para la vida de un apóstol” (apostolatus pestis teterrima). Comboni afirmaba que “la Obra debe ser católica, no ya española, francesa, alemana o italiana”.[16] Ejemplarmente, a los doce años de su fundación, el Instituto de Comboni contaba ya con miembros de doce nacionalidades y de tres continentes.

2. Reunificación tarea de muchos - De todo el proceso división-reunificación, aparece claro que la primera fue obra apurada de una pequeña cúpula de superiores en Verona, mientras que la reunificación es el resultado de un largo camino que ha involucrado a muchos Combonianos de ambos grupos: personas, grupos, instituciones, Capítulos...      

3. Regla de Vida - Fruto eminente de la reunificación es nuestra Regla de Vida, con el nuevo nombre MCCJ, que apreciamos como don del Corazón de Jesús y de Comboni. Cada uno ha hecho su propio camino de asimilación de la RV y la sigue mirando como una fuente de inspiración en el camino de continua identificación con Cristo y en el servicio misionero.

4. Unidad dinámica - La unidad no es un valor inmóvil, un hecho jurídico anclado en el pasado; es una planta que necesita alimentarse cada día, al igual que el amor, con nuevas motivaciones, para crecer y avanzar. Es una tarea nunca cumplida, siempre abierta a mayores desafíos. Solo así, una vez superada la división con una unidad dinámica, puede estallar el grito de San Agustín: “¡Feliz la culpa!” Y el canto de su maestro San Ambrosio: “¡Feliz el derrumbe, si la reconstrucción hará más bello el edificio!”.
Romeo Ballan, mccj

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

  1. La división del Instituto ha sido ocasionada por nacionalismos y prejuicios raciales que minaron las relaciones interpersonales. Ahora que el Instituto es multicultural, ¿somos capaces de poner en discusión nuestros prejuicios culturales?
  2. ¿Cuáles son los momentos en la vida comunitaria en los cuales la falta de diálogo se hace deletérea para la comunidad y la misión?
  3. La unidad es un valor dinámico, ‘siempre abierto a nuevos desafíos’. ¿Sobre cuáles valores compartidos y ‘no negociables’ se funda nuestra comunidad? ¿Cómo y en nombre de quién superamos los muchos conflictos comunitarios?
  4. Comboni y la pasión por la misión han sido los dos factores que facilitaron la unificación del Instituto. ¿El sentido de pertenencia, motiva las opciones de cada día?

[1] No existe todavía un estudio histórico global de la división-reunificación; tenemos solo estudios parciales.

[2] Ver: GILLI ALDO, Historia del Instituto misionero comboniano..., Madrid 1984, págs. 135.

[3] Ver: BAUMANN REINHOLD, Geschichte der Deutschsprachigen Comboni-Missionare, Ellwangen 2009, págs. 448.

[4] P. Meroni (1873-1939), estudioso del Islam, fue misionero en Jartum con Geyer. Como Superior general (1919-31), promovió la expansión de los Combonianos en Italia, empezó el Piccolo Missionario y el Bollettino) e introdujo la causa de canonización de Comboni (1927).

[5] Cfr. Libro Capitolare I - 1899-1940, en ACR C/271/1, p. 80.

[6] Las “circunstancias políticas” se referían a los alemanes internados en Egipto, como en tiempos de guerra.

[7] Cfr. Acta Apostolicae Sedis, año XV, vol. XV, septiembre de 1923, n. 9, págs. 467-468.

[8] El austriaco p. Artur Nebel optó por la parte italiana, junto con algún otro.

[9] Cfr. La voce della Congregazione. Raccolta delle lettere circolari…, págs. 43-48.

[10] Arcadio Larraona, claretiano español, jurista cercano al p. Maroto, cardenal (1959), Prefecto para las causas de los Santos.

[11] Padres G. Battelli, vicario de los FSCJ, y A. Fink (MFSC), superior en Roma.

[12] Votaron en favor: 86% MFSC y 95,7% FSCJ, siendo el 75% el mínimo exigido por Propaganda Fide.

[13] Entre 1979-80, con el permiso de la Santa Sede, cinco sacerdotes MFSC optaron por incardinarse en diócesis. Solo uno salió por no estar de acuerdo con el modo de la reunificación.

[14] Ver: GONZÁLEZ NÚÑEZ JUAN, Misioneros Combonianos en España. 50 años de historia, ed. Mundo Negro, Madrid 2004, págs. 286.

[15] Ver: BALLAN ROMEO, Taita Andrés. Misionero comboniano tirolés en Alemania, España y Perú, Madrid 2013, págs. 495.

[16] Cfr. COMBONI  D., Escritos, n. 944.