Roma, sábado 3 de agosto 2013
Élia Gomes es una Laica Misionera Comboniana portuguesa que lleva trabajando tres años en Mongoumba en la República Centroafricana (RCA). Hoy, nos cuenta cómo la inseguridad y el miedo siguen presente en todo el país. “Hay muchas armas en circulación. Raro es el día que no se oyen disparos especialmente en la capital, a pesar de la presencia de la Fuerza Multinacional de África Central (FOMAC) que es apoyada por los franceses en el patrullaje de la ciudad “. Para ser solidaria con el pueblo centroafricano, Elia piensa quedarse en el país.
Cuatro meses después del golpe de Estado en la RCA, el número de militares del movimiento Seleka aumentó de seis mil hasta veinticinco mil. Muchos de los servicios no funcionan, los bancos no tienen dinero, los funcionarios no reciben ningún salario. El saqueo continúa de alguna manera por todo el país. A pesar de los esfuerzos de algunas organizaciones no gubernamentales, incluso a riesgo de perder su coche, tratan de ayudar las localidades que fueron más afectadas, todavía hay muchos servicios de salud sin medicamentos y un montón de personas sin acceso a los alimentos básicos. Por lo tanto, el nivel de pobreza de la población y las tasas de desnutrición, especialmente entre los niños, son cada vez mayor.
La provincia en la que estoy, Lobaye, fue de la menos afectada por los acontecimientos. Y nuestro pueblo de Mongoumba aún menos debido a su situación geográfica que nos aísla del resto del país. Aunque no hemos sido afectados directamente, continuamos con la incertidumbre del día de mañana.
El pánico y el miedo son irracionales. Muchas familias de Mongoumba buscaron refugio en el bosque, donde se llevaron todas sus pertenencias, incluyendo los cerdos y las gallinas. También, en la misión sentimos miedo, pero no huimos, seguimos juntos, apoyándonos unos a otros y rezando. Llegamos a estar completamente aislados, sin poder entrar o salir de la ciudad, y sin red telefónica.
La primera visita de los rebeldes del movimiento Seleka fue anunciada. Como llegaron de noche, tuvieron que esperar hasta la mañana para cruzar el río.
Pasaron un día en Mongoumba. Después se fueron llevando los coches que estaban al servicio de los militares. Vaciaron el depósito de combustible de la aduana y se llevaron a todas las fuerzas de seguridad Mongoumba. Quedándonos sin protección.
En este momento, Mongoumba tiene un pequeño destacamento militar, pero que las personas procuranevitar. Algunos días atrás alguien dijo y estoy de acuerdo: “Dios protege Mongoumba”.
Ir a la capital, Bangui, no es fácil, pero gracias a Dios lo hemos hecho sin problemas. No sé si es por el hecho de ser blancos o ser misioneros. De todos modos, para facilitar el paso a través de los varios puntos de control, nos presentamos con una sonrisa: “Nosotros somos los padres y hermanas de Mongoumba”. Y ha dado resultado.
Élia Gomes