Roma, viernes 3 de febrero 2012
Ayer, las comunidades de los Misioneros Combonianos de la Curia Generalicia en Roma celebraron juntas la Fiesta de la Presentación del Señor, día dedicado también a la Vida Consagrada, en tres momentos de la Jornada: Laudes, Eucaristía y Cena. El P. Enrique Sánchez, Superior General, presidió la Eucaristía.
Las tres comunidades combonianas de la Casa Generalicia en Roma –Curia, Padres y Hermanos estudiantes y el Año Comboniano de Formación Permanente-, la comunidad de las Combonianas y algunos laicos amigos festejaron juntos la fiesta de la Presentación del Señor y la Jornada de la Vida Consagrada.
Fue una ocasión para dar gracias a Dios por la vocación religiosa y misionera y para orar por todos los hombres y mujeres que han sido llamados por Dios para ser en la Iglesia y en el mundo signos del seguimiento radical de Jesús, testigos fieles del Evangelio, anunciadores de los valores del Reino y profetas de la ciudad nueva y última.
Durante la oración de Laudes, haciendo referencia a la lectura de la Carta a los Hebreos, se subrayó que Jesús ha venido a liberar a quienes estaban sujetos a la esclavitud; misión liberadora que los religiosos están llamados a llevar adelante, particularmente los Misioneros Combonianos, siguiendo el ejemplo de San Daniel Comboni.
El P. Enrique Sánchez González, Superior General de los Misionaros Combonianos, presidió la eucaristía de la tarde, iniciada con la bendición de las velas y la procesión al altar. En su homilía, el P. Enrique ha presentó una reflexión sobre la vida consagrada y sobre la vida religiosa y misionera, poniendo en evidencia y desarrollando cuatro elementos del evangelio del día, tomado de San Lucas sobre la presentación de Jesús al templo: el gesto di María y de José de ofrecer al Señor a su hijo; el grande y único deseo de Simeón de ver a Cristo antes de morir; la presencia de Ana en el templo, sirviendo al Señor noche y día y la luz –Cristo- que se revela a las gentes.
El Superior General concluyó sus palabra refiriéndose a los hermanos que ha encontrado en sus últimas visitas realizadas a las provincias combonianas. “He tenido la gracia de encontrar a muchos hermanos, verdaderos signos y testigos de llamados y consagrados; que viven muchas veces en situaciones difíciles, de violencia y de peligro. Y los he encontrado serenos. He visto tantos misioneros y misioneras cuyo único deseo es ofrecer su vida, sirviendo a Dios y a su pueblo. Combonianos iluminados por la misma luz y el mismo Espíritu que hizo ver la salvación a Simeón”, concluyó el P. Enrique.
“He tenido la gracia de encontrar a muchos hermanos, verdaderos signos y testigos de llamados y consagrados; que viven muchas veces en situaciones difíciles, de violencia y de peligro.
Y los he encontrado serenos.” (P. Enrique)