La reflexión está dividida en tres partes: la primera es sobre la relación entre misión y transformación social. Es de lo que trata el presente artículo. La segunda es sobre la nueva configuración de la pastoral social al inicio del tercer milenio para garantizar una verdadera transformación; y la tercera es sobre la Familia Comboniana o, si se prefiere, [sobre] el movimiento comboniano y la transformación social en el mundo de hoy.
Romería a los Mártires, Profetas y Obreros del Reino
Venir a Brasil para el Foro Social Mundial es para mi, antes de todo, una romería: en el continente y en el país en donde trabajaron, dieron su vida y están sepultados muchos mártires y profetas por causa del Reino de Dios hecho visible en un orden social más justo, fraterno y respetuoso de la integridad de la creación. Ellos persiguieron con tenacidad, visión y coraje no pocos de los objetivos que el Foro Social Mundial intenta iluminar y llamar la atención del mundo de 2009, espantado y perturbado por la actual crisis financiera... Otra confirmación más de la fragilidad del neoliberalismo impuesto con arrogancia y violencia por los Estados Unidos al resto del mundo.
Mártires: Lele Ramin: Tierra – Ecología – Misión
Antes de todo, un comboniano: Lele, sacrificado en 1985. El problema de la tierra estaba en el centro de la violencia en el Brasil de entonces y de ahora. En África ese mismo problema se está haciendo cada vez más presente, sobre todo en Kenya. La población se multiplicó por cuatro desde 1963, año de la independencia. En aquella altura, los habitantes eran 9 millones; ahora son 36. Los crímenes en las familias, por causa de la tierra y en ocasión del reparto, también son incontables. La tierra productiva es poca, las lluvias regulares que garantizaban las cosechas y la fecundidad se volvieron rarísimas. El agua de los ríos y lagos está disminuyendo porque se continuó a talar los grandes montes como el Kilimanjaro y el Kenya que garantizan lluvias regulares y escondían grandes reservas de agua.
En Nairobi, los carros aumentan al ritmo de treinta mil a cada año. Las carreteras son todavía las de los años 80. En la ciudad, más que moverse, se quema petróleo y se contamina para andar pocos metros. Sin embargo, la cultura del carro contagió a todos. Los servicios públicos son un sueño, por eso reina lo privado y lo privado significa provecho a cualquier precio, con medios ultrapasados que contaminan más que las chimeneas. Con estos medios, sin seguridad, hay continuos accidentes con una letanía de muertos e inválidos civiles que se prolonga sin fin.
¿El Foro Social Mundial de 2009, que se celebrará en Belem en la Amazonía, una región clave para el ecosistema mundial, servirá para aumentar el sentido ecológico entre nosotros, misioneros, a tal punto de trasformarlo en objetivo pastoral entre el pueblo al que servimos? ¿En las comunidades cristianas, desde las comunidades de base hasta las parroquias y diócesis, los católicos son más sensibles que los otros? ¿La ecología es parte del compromiso misionero de todos nosotros, combonianos y combonianas? ¿La ecología es uno de los valores del Reino que estamos empeñados en incentivar? O, ¿nosotros también somos carros dependientes en la lógica del mercado: misionero/misionera=una máquina? ¿Es este el mensaje que propagamos? En ese contexto, ¿como no recordar a Chico Mendes, mártir de la Amazonía muerto en 1988, agricultor del hule natural que unió – como fue escrito –
el grito de los pobres al grito de la tierra?
Profetas: Franco Masserdotti: La Misión y los Valores del Reino
Después, Franco Masserdotti, al cual me unió una fecunda y fraterna amistad desde 1960, cuando nos encontramos en el noviciado de Gozzano (Novara). Él después perfeccionó su preparación misionera graduándose en sociología por la Universidad de Trento, y yo en Teología, en Roma. Fue el co-hermano quien más que cualquier otro, me abrió para la América Latina, me hizo familiares nombres como Luciano Mendes de Almeida, Aloísio Lorscheider, Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Frei Betto, la causa indígena, Medellín... Me ayudó a ir más allá de África. Para nosotros, misioneros, existe siempre el peligro de omitir la dimensión mundial de los problemas y encerrarnos en un pequeño espacio. Mentalidad “parroquial”, que en inglés significa horizontes limitados, ‘barrismo’, falta de un respiro que vaya más allá de la puerta de casa. Inadecuada percepción de dónde están las causas de la pobreza, de las injusticias, de la degradación ambiental, sobre todo aquellas estructurales; percepción sin la cual no comienza a funcionar el mecanismo de una verdadera transformación social. Una parte de Franco debería ser asimilada por todos nosotros, miembros de la Familia Comboniana.
¿Quién no recuerda parafraseando la famosa frase de Dom Hélder: “Si doy limosna, soy un santo; si intento eliminar las causas de la pobreza, soy un comunista, un obispo rojo”? En los Estados Unidos, una mujer contemporánea de Dom Hélder se movía en la misma amplitud de onda: era Dorothy Day, fundadora del movimiento
Catholic Worker. Ella escribió en sus memorias: “Yo leí muchas vidas de santos y me quede admirada por su generosidad y dedicación, pero continuo preguntándome: ¿Por qué ni siquiera uno de estos santos se hizo la pregunta sobre el porque de tantos empobrecidos?”. Mística y transformadora social, Dorothy encontraba en la espiritualidad y en la oración la visión y la fuerza para vivir con coherencia la dinámica junto a los pobres a cuestas de la persecución de la policía; a veces, de breves períodos de cárcel y de perplejidad por parte de no pocos círculos eclesiales. ¡Ahora fue abierto el proceso de su canonización!
Estas multitudes de mártires, profetas y constructores del Reino de Dios nos garantizan que
las dimensiones religiosa, social y política de la Misión son inseparables. Por eso, la urgencia de un pluralismo ministerial que vea a sacerdotes, laicos, hermanos y religiosas como miembros activos, interdependientes y complementares en las comunidades apostólicas. Para promover y difundir esta visión del apostolado que integra
religioso y social, consagrados y laicos, la Familia Comboniana lanzó en 1994, como fruto del I Sínodo Africano, el Instituto de Pastoral Social (Institute of Social Ministry), como una de las facultades de la Universidad Católica de Nairobi. ¿Por qué no lanzar otro igual también en la América Latina? Sería un modo concreto de actualizar el Plan de Comboni [después] del año 2000, en nivel continental!
Cambio estructural: los pueblos cada vez más sujetos y cada vez menos objetos
El Vaticano II abre uno de sus documentos fundamentales, la
Gaudium et Spes, con un amplio análisis del cambio/transformación social como una de las características fundamentales del fin del segundo milenio y el inicio del tercero:
“La turbación actual de los espíritus y la transformación de las condiciones de vida están vinculadas a una revolución global más amplia, que da creciente importancia, en la formación del pensamiento, a las ciencias matemáticas y naturales y a las que tratan del propio hombre; y, en el orden práctico, a la técnica y a las ciencias de ella derivadas. El espíritu científico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras de pensar. La técnica con sus avances está transformando la faz de la tierra e intenta ya la conquista de los espacios interplanetarios. También sobre el tiempo aumenta su imperio la inteligencia humana, ya en cuanto al pasado, por el conocimiento de la historia; ya en cuanto al futuro, por la técnica prospectiva y la planificación. Los progresos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales permiten al hombre no sólo conocerse mejor, sino aun influir directamente sobre la vida de las sociedades por medio de métodos técnicos. Al mismo tiempo, la humanidad presta cada vez mayor atención a la previsión y ordenación de la expansión demográfica. La propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre seguirla. El género humano corre una misma suerte y no se diversifica ya en varias historias dispersas. La humanidad pasa así de una concepción más bien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva, de donde surge un nuevo conjunto de problemas que exige nuevos análisis y nuevas síntesis.” (GS 5).
¡Es verdad! En los últimos 60 años el camino fue vertiginoso y global. Nosotros, los de cabellos blancos, fuimos testigos, sujetos y objetos de transformaciones inmensas. Cuando leí por primera vez, en 1975, la biografía de Comboni de Fusero, África aún era una colonia europea. No obstante, en aquél mismo año, la primera nación subsahariana se volvía Independiente: Gana, de Kwane Nkruma. En seguida, la caída en cadena del colonialismo durante los años 60 hasta la liberación de Mozambique, en 1975. África asumía una nueva configuración. Pero la historia no terminó con la dependencia: no democracia, sino dictaduras, golpes de Estado, en el contexto del mundo bipolar: Rusia/comunismo y Estados Unidos/capitalismo. Un orden mundial, por decirlo así, que creaba un humus ideal para dictadores de derecha y de izquierda, sobretodo en África y en América Latina; los dictadores jugaban entre las dos superpotencias para consolidar el poder a cuestas de los respectivos pueblos.
Pero las comunidades cristianas no permanecieron pasivas e inertes. Sobre todo en América Latina, tuvieron un papel determinante e importantísimo en difícil camino rumbo a la liberación y el fin de las dictaduras. La
Teología de la Liberación fue, de ello, una expresión fecundísima, con no pocas ramificaciones también en África y Asia. La teología de la liberación ofrecía la visión y enraizaba lo social y lo político en la fe, promoviendo también una nueva manera de leer la Biblia. Los movimientos populares la actualizaban en contacto con las comunidades cristianas de base. Antes que otros continentes, las Iglesias latinoamericanas se reunieron en Medellín, en 1968, para traducir y encarnar el Vaticano II en el contexto local. En ningún continente el Vaticano II tuvo una recepción tan sistemática y popular como en América Latina: Medellín y Puebla son testigos de eso.
El Sínodo de los Obispos de 1971 en Roma (La justicia en el mundo) reconocía en los movimientos populares una de las
señales de los tiempos. En otras palabras, acontecimientos sociales marcados por una poderosa y misteriosa presencia del Espíritu Santo, primer protagonista de la Misión, para abrir la puerta a los nuevos tiempos. He aquí algunos trechos:
Al escrutar las
señales de los tiempos y al intentar descubrir el sentido del curso de la historia, y compartiendo al mismo tiempo las aspiraciones y las interrogaciones de todos los hombres deseosos de construir un mundo más humano, queremos escuchar la Palabra de Dios, para convertirnos para la realización del plan divino sobre la salvación del mundo...
Percibimos, al mismo tiempo, un movimiento íntimo que impulsa el mundo del interior. Se constatan, realmente, algunos hechos que constituyen una contribución para promover la justicia. Nace en los grupos humanos y en los propios pueblos una conciencia nueva que los sacude contra la resignación al fatalismo y los impele a buscar su liberación y a asumir la responsabilidad de su destino. Se descortinan movimientos humanos que reflejan una esperanza en un mundo mejor y un deseo de cambiar todo aquello que no se puede tolerar por más tiempo...
La incerteza de la historia y las convergencias que a alto precio van surgiendo en el caminar ascendente de la comunidad humana nos hacen pensar en la Historia Sagrada, en la que Dios se nos revelo a sí mismo, dándonos a conocer sus designios de liberación y de salvación, en su realización progresiva, y que se cumplieron de una vez para siempre en la Pascua de Cristo...
El poder del Espíritu, que resucitó a Cristo de entre los muertos, actúa continuamente en el mundo. El Pueblo de Dios está presente, sobre todo, a través de los hijos generosos de la Iglesia, en medio de los pobres y de aquéllos que sufren opresión o persecución, viviendo en la propia carne y en el propio corazón la Pasión de Cristo y dando testimonio de su Resurrección...
La esperanza del Reino futuro llega ya por habitar en los espíritus humanos. La transformación radical del mundo, en la Pascua del Señor, confiere la plenitud de significado a los esfuerzos humanos, y especialmente de los jóvenes, en el sentido de reducir la injusticia, la violencia y el odio, y de constatarse un progreso de todos y simultaneamente, en la justicia, en la libertad, en la fraternidad y en el amor...
Gustavo Gutierrez – Leonardo Boff – Paulo Freire – Chico Whitaker
Personalidades proféticas, enraizadas en el mundo de los pobres, científicamente competentes y carismáticamente influyentes, acompañaban el caminar con una reflexión adecuada, sin la cual el proceso de concientización habría sido imposible; concientización, vale recalcar, esencial para ayudar al pueblo a asumir plenamente, como sujeto, superando la apatía y la pasividad, lo que estaba sucediendo también con su contribución. Sin la concientización se cae en la esclavitud ideológica, muchísimo muy distante de la praxis evangélica.
¿Como no acordarnos, en el comienzo de los años 70, de Gustavo Gutiérrez, primero entre los teólogos de la liberación con su clásico:
Teología de la Liberación, que sancionó una nueva manera de hacer teología basada en un nuevo modo de ser Iglesia: las Comunidades Eclesiales de Base (en África: Small Christian Communities)? ¿De Paulo Freire, con su
Pedagogía del Oprimido, que tuvo grande éxito en África y que nosotros, del Instituto de Pastoral Social, estudiamos de cabo a rabo? ¿Quién no se sintió desafiado por la famosa afirmación del capítulo III: “La acción sin reflexión es activismo que no transforma, y la reflexión sin acción es palabreado que no tiene ninguna incidencia”? Leonardo Boff, con el
Jesucristo Liberador contribuyó a traducir e reintegrar, en el mundo actual, la teología clásica – aunque abstracta – de la
Redención, en aquella no menos bíblica aunque pastoralmente más aplicable y fecunda de
Liberación. En fin, Chico Whitaker, él también brasileño, grande colaborador de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil – CNBB- durante el tiempo de las dictaduras; como Freire, él tuvo que ir para el exílio durante 15 años (desde 1966) y dio una contribución única en el lanzamiento y acompañamiento del Foro Social Mundial en el inicio del 2000.
Misión y Transformación Social
El uso de la Biblia indica la mentalidad de quien la tiene en manos y revela su visión. Durante muchos siglos, al citación bíblica clásica para la misión ha sido Mateo 28,16-20: “Por lo tanto, vayan y hagan de todas las gentes mis discípulos, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir todo aquello que yo les he mandado”. Puesto que el bautismo es la entrada oficial en la Iglesia, la misión era vista con tonalidad fuertemente eclesio-céntrica, casi al servicio del crecimiento numérico de la Iglesia. El Reino de Dios, que inspiro las motivaciones y la acción de Jesús quedaba al margen. En el 2000, otros textos bíblicos son usados, aunque sin excluir el anterior. Antes de todos, Lucas 4, 14-22, que nos revela la conciencia misionera y apostólica de Jesús manifestada en la sinagoga de Nazaret, usando las palabras del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí – por eso me consagró con la unción – y me envío para anunciar un mensaje gozoso a los pobres, para proclamar la liberación de los prisioneros, a devolver la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y para predicar el año de gracia del Señor”.
Aquí la misión es mucho más global, uniendo la dimensión religiosa a la social, la conversión personal a la transformación comunitaria. Es la misión de la Iglesia que encontramos elaborada en la
Gaudium et Spes y que é retomada por el Sínodo de los Obispos de 1971, del cual presentamos otros puntos relevantes:
“Reunidos de todas las partes do mundo, en comunión con todos los que creen en Cristo y con toda la entera familia humana, y de corazón abierto al Espíritu que renueva todas las cosas, nos interrogamos a nosotros mismos sobre la misión del Pueblo de Dios en la promoción de la justicia en el mundo...
Al escuchar el clamor de aquellos que sufren violencia y se ven oprimidos por los sistemas y mecanismos injustos, así como la interpelación de un mundo que, con su perversidad, contradice los designios del Creador, llegamos a la unanimidad de conciencia sobre la vocación de la Iglesia para estar presente en el corazón del mundo, a predicar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los oprimidos y la alegría a los afligidos. La esperanza y el impulso que animan profundamente el mundo no son ajenos al dinamismo del Evangelio, que, por virtud del Espíritu Santo, libera los hombres del pecado personal y de las consecuencias del mismo en la vida social...
La acción por la justicia y la participación en la transformación del mundo nos apasionan claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, o sea, de la misión de la Iglesia para la redención del genero humano y la liberación de cualquier estado opresivo de las cosas...
Cuando la Iglesia proclama el Evangelio del Señor, Redentor y Salvador, al mismo tiempo llama a todos los hombres, especialmente a los pobres, los oprimidos y los afligidos, a convertirse en cooperadores de Dios en la liberación del pecado y en la construcción de un mundo que, como semilla, cuando sea obra del hombre para el hombre, llegará a la plenitud de la creación...”
Iglesias Locales Actores Sociales: protagonistas de una transformación profunda
Que las Iglesias locales sean actores sociales se deduce de todo lo dicho anteriormente. Aquí, no obstante, queremos agregar algunas consideraciones para mostrar como, de hecho, tal responsabilidad social es vivida.
Uno de los grandes frutos del Vaticano II ha sido el redescubrimiento de las Iglesias locales como sacramento de salvación para los pueblos, para las culturas, para los continentes y para el ambiente en el cual se sitúan. “Local” quiere decir encuentro profundísimo con el recipiente humano y social, político y financiero en el cual una iglesia está ubicada. Sacramento de salvación, por a su vez, significa todo aquello que la palabra salvación implica, y tiene que ver con la presencia y la acción de tal comunidad, iglesia local. La salvación es para todos, pero el vehículo que la visibiliza y la orienta es la comunidad de aquellos que con el bautismo han aceptado ser sacramento de salvación para todos los otros. Su salvación personal dependerá de cuanto han cumplido eficazmente su vocación de ser vehículos de vida, fe, liberación, comunión y solidaridad para todos los otros.
Paulo VI se esforzó a fondo para dar a las Iglesias de todos los continentes una cohesión espiritual, teológica, jurídica y apostólica, también con estructuras logísticas visibles para que pudiesen actuar como vehículos de salvación para los respectivos continentes. Eso implico una grande inversión financiera que fue asumida con la solidaridad de Iglesias económicamente mejor provistas, como la Alemania de Misereor y Missio. En América Latina: el CELAM en Bogotá; en África, el SECAM, en Accra. Grandes encuentros eclesiales evidenciaron la colegialidad continental: en América Latina, Medellín y Puebla; en África, en Kampala, en Blantyre, en Nairobi y en Accra. En uno de estos grandes encuentros Jomo Keniata, el fundador de la nación keniota, pronunció una famosa frase, hablando a los obispos: “Ustedes, Iglesias, deberían ser la conciencia de las naciones”.
Quien está familiarizado con la historia de los últimos cincuenta años, no puede no recordar el papel de las Iglesias en el proceso de liberación de no pocas naciones. En las Filipinas de Marcos, en la Polonia del régimen comunista, en el Malawi de Kamuzu Banda; la contribución de sangre y de ideas dada en muchas naciones de América Central y América Latina, desde el Salvador hasta Chile, de Guatemala a Brasil, con figuras de grande talla, de Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Laicos como Oscar Romero y los jesuitas de la UCA; como el Cardenal Raúl Silva Henríquez, defensor, defensor de los derechos en el Chile de Pinochet; como Hélder Câmara, Lele Ramin y Chico Mendes en Brasil, por citar solamente algunos nombres.
Por otro lado, en África, algunas Iglesias locales, en los años 90, facilitaron, en varias naciones, el pasaje de las dictaduras a sistemas políticos más participativos y democráticos. Sin hablar de la ayuda en momentos de emergencia causad por las guerras y la inestabilidad social y por los desastres naturales como la sequía y las inundaciones.
También los Premios Nobel de la Paz de los últimos 50 anos y prominentes cristianos como: Alberto Luthuli (Sudáfrica), Rigoberta Menchú (Guatemala), Desmond Tutu (Sudáfrica), Lech Walessa (Polonia), Adolfo Pérez Esquivel (Argentina), Madre Teresa de Calcuta (India), Martín Luther King (Estados Unidos), son una señal del empeño social de las comunidades cristianas.
Conclusión: Nuevas configuraciones del Apostolado/Pastoral Social
Reflexionando sobre la historia de los últimos 50 años, podemos afirmar que el momento de oro de la presencia social de las comunidades cristianas está relacionada, tanto en América Latina como en África, con momentos de emergencia social debidos a dictaduras o inestabilidad social así como a desastres naturales; en Europa, al choque con el comunismo. Las Iglesias lograron ser eficaces cuando había un claro enemigo a ser combatido, un demonio a ser expulsado. Mucho más compleja es la tarea cuando se trata de ser propositivos para construir un orden nuevo cuando los demonios han desaparecido o, al menos, no son fácilmente identificables. Es el desafío del momento actual, que encuentra a las comunidades cristianas un poco desorientadas e inseguras sobre lo que hay que hacer, después de la significativa y eficaz presencia de las décadas pasadas. Se trata de inventar, con coraje, discernimiento y audacia, una nueva configuración de la pastoral social. ¿Lo lograremos? ¿Tenemos nosotros, combonianos y combonianas, y tienen las comunidades cristianas espiritualidad, estilo de vida, competencia científica y cohesión suficiente para iniciar una nueva época de pastoral social? De eso trataremos la próxima vez.
Pierli Francesco,mccj