Martes, 18 de septiembre 2018
“El evangelio de hoy nos muestra a un Jesús misionero, que se admira de la fe de un pagano, de un centurión romano, Jesús nos abre el horizonte, Jesús nos enseña a dejarnos evangelizar por los pobres y pequeños que nos encontramos en el camino de la vida. (…) Hoy el Señor nos invita a caminar con Él, dejémosle entrar en nuestra vida para hacer el camino juntos, nos invita a entrar en tantas ciudades, situaciones, vidas... Nos invita a que seamos los discípulos misioneros que al estilo de Comboni somos misión”, dijo P. José Martín, superior de la provincia comboniana del Perú, durante la homilía de la Misa de 17 de setiembre, en la asamblea Intercapitular en Roma.
“… y Jesús entró en Cafarnaún…”
(Lc 7, 1 – 10)
Estamos acostumbrados a escuchar en el evangelio, como el Señor camina de un lugar para otro para anunciar la buena noticia del Reino, en este caso entra en Cafarnaún con sus discípulos. La Biblia nos presenta a un Dios en movimiento, y el Señor entró en Cafarnaún, y en Jericó, y en Jerusalén, y en el Chad, y en el Congo, y en Filipinas y en Uganda y Brasil y en Mozambique… y en España y en Perú, aquí viene el Señor, aquí entra, se pone en movimiento para entrar en nuestra vida concreta, en nuestra asamblea Intercapitular.
Ya lo decía Comboni, hacer causa común, pero fue Dios quien hizo causa común en primer lugar con nosotros, para que aprendamos la misma dinámica y la pongamos en práctica con los más pobres y abandonados, y es allí en los caminos polvorientos de la historia y de la vida donde el Señor entra y se hace el encontradizo, como hizo con esta comitiva con la que se encuentra en el evangelio que hoy hemos escuchado. Y esta es nuestra misión como la de Jesús, ponernos en movimiento para ir al encuentro de las personas y poder hacer causa común para anunciar la Buena Noticia.
El evangelio de hoy nos muestra a un Jesús misionero, que se admira de la fe de un pagano, de un centurión romano, Jesús nos abre el horizonte, Jesús nos enseña a dejarnos evangelizar por los pobres y pequeños que nos encontramos en el camino de la vida. Cuantas veces nos ha llamado la atención la fe de las personas humildes, personas sin saber leer ni escribir, nos enseñan a creer y tener fe. – “Padrecito me ayude, me de una bendición, padrecito a pesar de nuestra pobreza Diosito está con nosotros,…” - Podemos encontrar incluso a gente que no tiene mucha participación en la vida de la comunidad, pero con mucha fe, como el pagano del evangelio. Estoy seguro que tendríamos muchas experiencias que compartir sobre esto aquí… esta es nuestra misión en Perú, y en España. Somos misioneros allí donde estamos, concretamente en Perú estamos hace 80 años, en estos días estamos celebrando la llegada de los primeros misioneros alemanes al Perú, esta semana se realizará una peregrinación a esta ciudad de Pozuzo, en la selva, donde iniciaron la misión acompañando una colonia alemana, y de ahí la obra se fue extendiendo hasta nuestros días. Allí también llegó la rama italiana, igual que en España, y en estas dos provincias se fueron dando los primeros pasos para la unificación de nuestro instituto dividido en dos y ser nuevamente un cenáculo,…, cuantas historias, encuentros, nombres concretos de personas que fueron haciendo la vida y la historia de toda una provincia, buscando siempre servir y hacer realidad nuestro carisma misionero.
En la reciente visita del Papa Francisco al Perú, nos lo ha recordado en sus homilias y discursos: “como Jesús con sus discípulos, estamos invitados a comenzar a ver, a escuchar, a prestar atención a aquellos que viven bajo la indiferencia, lapidados por el grave pecado de la corrupción. Comenzar a desvelar muchas situaciones que asfixian la esperanza del pueblo suscitando una nueva esperanza.” Jesús nos llama y nos invita a ir con Él, nos invita a caminar a entrar en la ciudad, en la aldea, en la selva o en los Andes,… Jesús nos cambia el ritmo, nos enseña a mirar lo que muchos pasan por alto, nos señala nuevas urgencias. Conviértanse, nos dice, el Reino de los Cielos está cerca, encontrar en Jesús a Dios que se mezcla vitalmente con su pueblo, se implica e implica a otros a no tener miedo de hacer de esta historia, una historia de salvación. El papa Francisco nos lo dijo a los religiosos, sacerdotes, pueblo de Dios, se lo dijo a los diregentes corruptos, y denunció en Puerto Maldonado la destrucción de la pacha mama, la madre tierra, junto a las personas como mercancia… Estos son los desafíos que encontramos hoy en nuestra misión en el Perú hoy, como se pueden encuentran en España hoy día, en medio de una sociedad secularizada, ajena a los problemas de los pobres, en medio de los inmigrantes y mucho más, ajena e indeferente al compromiso misionero.
Jesús sigue caminando por nuestras calles, a través de nuestras humildes presencias al igual que ayer, golpeando puertas, golpeando corazones para volver a encender la esperanza y los anhelos de tantos corazones, presentes en los pueblos jóvenes tratando de crear espacios de solidaridad, de encuentro y de alegría, presentes en la comunidad afro y junto a los pueblos originarios, junto a las comunidades campesinas de los Andes, con pequeños proyectos que apuntan a decir que el Reino de Dios ya está en medio de los pobres, buscando que la justicia y la paz estén presentes en todo nuestro quehacer, que la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada con las armas de la paz. Jesús sigue invitando y quiere ungirnos con su Espíritu para que también nosotros salgamos a ungir con esa unción, capaz de sanar la esperanza herida y renovar nuestra mirada.
Jesús sigue caminando y haciéndose presente a través de la familia comboniana, hermanas y LMC, siendo como fermento allí donde estamos, donde nos toque vivir, en ese rinconcito de todos los días. El Reino de los cielos está entre ustedes —nos dice Jesús y nos recuerda el Papa Francisco— y lo vemos presente allí donde ponemos un poco de ternura y compasión, generando espacios para que los ciegos vean, los paralíticos caminen, los leprosos sean purificados y los sordos oigan (cf. Lc 7,22) y así todos los que son excluidos en una sociedad del descarte puedan gozar de la vida en abundancia de la que Jesús nos anuncia. Dios no se cansa ni se cansará de caminar para llegar a sus hijos. A cada uno.
Hoy el Señor nos invita a caminar con Él, dejémosle entrar en nuestra vida para hacer el camino juntos, nos invita a entrar en tantas ciudades, situaciones, vidas... Nos invita a que seamos los discípulos misioneros que al estilo de Comboni somos misión.
P. Martín Vargas Francisco José
Lunes, 17 de Setiembre de 2018