Miércoles, 18 noviembre 215
El padre Jorge Naranjo es un misionero comboniano que trabaja en la universidad católica en la capital de Sudán, Jartum. Desde allí nos cuenta como se vive en una institución que comparten cristianos y musulmanes. “En Sudán los católicos solo somos un 0,5 por ciento de la población. La gran mayoría de los sudaneses son musulmanes. En este país los Misioneros Combonianos tenemos escuelas primarias, institutos de educación secundaria y un centro universitario, el Comboni College of Science and Technology (CCST), que es mi lugar de trabajo. En todos ellos, convivimos juntos estudiantes y profesores cristianos y musulmanes. Solo en las clases de religión los estudiantes se dividen. Los cristianos estudian la Biblia y el catequismo de la Iglesia católica y los musulmanes el Corán”, afirma el misionero español.
P. Jorge Naranjo,
misionero comboniano,
en Sudán.
En el mes llamado Ramadán, los mu- sulmanes ayunan durante el día. Hacia las siete y cuarto de la tarde, el muecín anuncia desde el minarete de la mezquita la puesta del sol, por lo que se puede romper el ayuno.
Es un momento muy esperado. Imagina la sed y el hambre que deben sentir tras haber pasado el día entero sin probar bocado ni beber agua, a pesar del calor que hace en Jartum. Es un momento de alegría que normalmente se comparte con amigos, vecinos o familiares.
Todos los años en el CCST organizamos una cena de Ramadán. Los estudiantes, musulmanes y cristianos, preparan juntos platos típicos de su lugar de origen y contribuyen con dátiles, zumos de mango y baobab, café, plátanos…
Este año algunos estudiantes cristianos de primer curso se quedaron sorprendidos de que en un centro educativo católico los musulmanes pudieran celebrar el Ramadán. Fui a sus clases para dialogar sobre este problema. Dos estudiantes cristianos se quejaban: “Padre, ¿por qué nosotros debemos darles la posibilidad de celebrar el Ramadán, mientras que cuando vamos a universidades islámicas no nos ofrecen clases de religión cristiana ni la posibilidad de celebrar nuestras ?estas?”. Les pregunté: “¿Y creéis que eso está bien?”. “Pues claro que no”, me respondieron. Entonces les dije: “Pues si veis que eso no está bien, ¿por qué queréis imitar ese comportamiento? ¿No pensáis que es mejor que nos esforcemos por construir una sociedad donde cada persona se pueda sentir en casa independientemente de su diversidad cultural o religiosa? ¿No veis que es esa actitud de querer anular al otro cuando se tiene el poder, la que crea los con?ictos y las guerras que causan tanto dolor?”.
Me refería a la guerra civil de Sudán del Sur, lugar de origen de estos dos estudiantes, y donde las diferencias tribales se están utilizando para inculcar el odio.
Una etnia se hace con el poder e impone sus posiciones y las otras tribus se sienten maltratadas o menospreciadas.
Siempre hay algún líder que utiliza este descontento para formar un ejército e intentar ostentar el poder. Se divide el mundo entre “nosotros” y “ellos”.
En nuestros centros educativos en Sudán trabajamos para que la diversidad cultural y religiosa sea descubierta como un tesoro que nos ayuda a conocernos mejor.
¿No has notado que cuando estás con gente diversa aprendes cosas nuevas sobre ti? Intentamos también que la religión no sea motivo de con?icto, sino que, por el contrario, sea apreciada como camino que expresa la sed de Dios que toda persona siente en su corazón y para que nos ayude a descubrir al otro como hermano o hermana creado por el mismo Dios, Padre de todos.
El Señor me reveló su propuesta de vida para mí cuando era estudiante de Ciencias Físicas en la Universidad Complutense de Madrid. Un año más tarde, tras un campo de trabajo en Marruecos, descubrí que me quería como misionero en países donde la mayor parte de la población era musulmán. Lo vivo como una vocación particular dentro de la vocación misionera, sacerdotal y comboniana. ¿Te apuntas a destruir muros de separación y construir puentes que unan a las personas diversas?
Comboni College of Science and Technology (CCST) en la capital de Sudán, Jartum.