Miércoles, 28 de agosto 2024
El padre José de Jesús Villaseñor, misionero comboniano mexicano, es actualmente el secretario general de la Formación del Instituto de los Misioneros Combonianos. En el contexto de la preparación de la Asamblea General de la Formación, que se realizó del 8 al 27 de julio de 2024, en la Curia General de los Combonianos en Roma, ha preparado este informe sobre la situación y los retos de la formación de las nuevas generaciones en nuestro Instituto, que está experimentando un auge vocacional, tanto en cantidad como en diversidad. [Misioneros Combonianos]
San Daniel Comboni consideraba la formación, es decir, la elección (sabia) y preparación de los jóvenes para la misión, como «la primera y más importante misión del instituto», y así lo escribe en las Reglas de 1871. Para Comboni, las Reglas deben inspirar una adhesión libre y generosa, fomentando la capacidad del individuo de «regularse» de manera coherente con los principios, en la diversidad de situaciones en las que se ejerce la actividad misionera.
La Iglesia, con el magisterio del papa Francisco a través de la publicación de la nueva Ratio sobre la formación, ha precisado la importancia de que sea integral y misionera: Ésta, «debe presentarse como única, integral, comunitaria y misionera». La formación debe ser entendida en una visión integral, que tenga en cuenta las cuatro dimensiones propuestas por Pastores dabo vobis que, en conjunto, conforman y estructuran la identidad del comboniano y lo hacen capaz de ese don de sí mismo a la Iglesia.
Los Combonianos consideramos una prioridad el servicio en el campo de la iniciación de nuestros misioneros, esto significa un gran compromiso de personal y recursos económicos. Además, revela la importancia y la consideración que tenemos por la formación, convencidos de que de la educación cualificada de nuestros miembros depende de la renovación de todos los que integramos hoy el Instituto. Y por ello nos comprometemos a asegurar una sólida y eficaz instrucción de los jóvenes que quieren ser misioneros.
Hace unos años, para mantener dicha unidad, el Instituto, revisó y actualizó la Ratio Studiorum, un documento que presenta el proyecto global de formación en sus tres etapas: promoción vocacional, iniciación básica y preparación permanente.
El camino recorrido nos ha hecho experimentar los buenos frutos que reconocemos con humildad y gratitud al Señor. Estos signos de vida son expresión de la vitalidad del carisma y del testimonio creíble y silencioso de muchos hermanos nuestros. Entre estas señales de vida podemos mencionar: el aumento de las vocaciones en África y América Latina, la asunción y la implementación del «Modelo Educativo de Integración», el cuidado de la preparación de los formadores en todas las etapas, reconocer y vivir la riqueza de la internacionalidad y la interculturalidad, el compromiso discreto, paciente y generoso de muchos hermanos en este servicio, la misión como punto central que guía la preparación de los jóvenes que acompañamos, la valoración de los encuentros y asambleas de los educadores en los distintos niveles, la disponibilidad de muchos hermanos para llevar a cabo este delicado servicio por el bien de la misión y de la Iglesia, la atención para tener estructuras formativas adecuadas y mejorarlas en vista de responder a las necesidades de los jóvenes y a los desafíos que hoy se nos presentan.
Situación actual
Vocaciones de los Misioneros Combonianos según los continentes y subcontinentes |
||||||
Subcontinente |
Aspirantes |
Postulantes |
Novicios |
Hermanos |
Escolásticos |
Total |
África Anglófona y Mozambique |
155 |
137 |
49 |
9 |
82 |
432 |
África Francófona |
131 |
78 |
33 |
4 |
86 |
332 |
América/Asia |
17 |
32 |
18 |
1 |
26 |
94 |
Europa |
2 |
-- |
-- |
-- |
1 |
3 |
Total |
305 |
247 |
100 |
14 |
195 |
861 |
Fuente: Misioneros Combonianos, Secretariado General de la Formación |
En estos tiempos de cambio, acompañando a nuestros jóvenes con una actitud de escucha activa sin recetas prefabricadas o dando respuestas preconfeccionadas, y liberándonos de esquemas rígidos, descubrimos las maravillas de las que son capaces los jóvenes de hoy. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo son ellos? ¿En qué contexto sociocultural y teológico evolucionan actualmente?
Una mirada serena y atenta a la sociedad permite conocer e identificar la situación real en la que vive la juventud. Sólo así podremos valorar y alimentar las semillas de bien sembradas en sus corazones, considerados «tierras sagradas», portadores de la semilla de la vida divina y ante los que debemos «descalzarnos» para «poder acercarnos y profundizar en el Misterio» (Christus vivit, 67).
Desde el punto de vista demográfico, en algunos países hay muchos jóvenes. Este hecho explica bien el elevado número de vocaciones, mientras que otras naciones de antigua tradición cristiana tienen una natalidad muy baja y pocas vocaciones. Con esta situación, el Instituto experimenta una nueva geografía vocacional. Estamos llamados a tomar en serio este cambio como una oportunidad de crecimiento y una verdadera expresión de la vitalidad del carisma comboniano.
Por otro lado, vemos que «muchos jóvenes viven en contextos de guerra y padecen la violencia en una innumerable variedad de formas: secuestros, extorsiones, crimen organizado, trata de seres humanos, esclavitud y explotación sexual, estupros de guerra, etcétera. A causa de su fe, a otros muchachos les cuesta encontrar un lugar en sus sociedades y son víctimas de persecuciones, e incluso la muerte. Son muchos los chicos que, por constricción o falta de alternativas, viven perpetrando delitos y violencias: niños soldados, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, terrorismo, etcétera. Esta violencia trunca muchas vidas juveniles. Abusos y adicciones, así como violencia y comportamientos negativos son algunas de las razones que los llevan a la cárcel, con una especial incidencia en algunos grupos étnicos y sociales» (Christus vivit, 72).
Muchos jóvenes son ideologizados, utilizados como fuerza para destruir, intimidar o ridiculizar a otros. Y lo peor es que muchos se transforman en sujetos individualistas, enemigos y desconfiados de todos, por lo que se convierten en presa fácil de las propuestas deshumanizadoras y los planes destructivos elaborados por los grupos políticos o los poderes económicos. Más numerosos aún son los que sufren formas de marginación y exclusión social, por motivos religiosos, étnicos o económicos. Recordemos la situación de las adolescentes embarazadas y la «lacra del aborto», así como la propagación del Vih/Sida, las diversas formas de adicción (drogas, juego, pornografía, alcoholismo, etcétera).
Estas situaciones los hieren y dificultan su camino de formación y conversión a las exigencias de la vida misionera, que consisten en «salir de sí mismos para ir con Cristo hacia el Padre y hacia los demás, abrazando la llamada religiosa, misionera o sacerdotal, comprometiéndose a colaborar con el Espíritu Santo en la realización de la síntesis interior, que consiste en integrar, de forma serena y creativa, las cualidades y los defectos personales, los talentos y las limitaciones, las debilidades y las fortalezas».
Ante esta realidad de fragilidad, el Instituto cree que es necesario un camino de discernimiento. Esto significa utilizar medios como la oración, la reflexión personal y comunitaria y la lectura sapiencial para apreciar, seleccionar y verificar lo que realmente es importante para la vida misionera. Hoy, la vida ofrece enormes posibilidades de acciones y distracciones que el mundo les presenta como luces, y que los llevan a la mundanidad, a resistir al proceso de crecimiento y conversión, a permanecer rígidos y a rechazar todo cambio. Los jóvenes están expuestos a una profunda superficialidad que se manifiesta en un zapping constante. El verdadero discernimiento debe superar las tendencias del momento. El escrutinio es necesario cuando se trata de captar la novedad de Dios que aparece en nuestras vidas o la falsedad de las propuestas del espíritu del mundo (cf Gaudete et exultate, 166-168).
Somos libres, pero esta libertad en Cristo nos llama a examinar lo que hay en nuestro interior: sueños, deseos, ansiedades, miedos, aspiraciones… pero también lo que ocurre a nuestro alrededor para reconocer los caminos de la plena libertad: «examínenlo todo y quédense con lo bueno» (1Tes 5,21). El proceso de formación comboniana se cumple cuando toca el corazón del candidato para transformar sus pensamientos y actitudes de manera que se fortalezca esa parresía para la evangelización (cf Gaudete et exsultate, 132-133).
¿Dónde estamos?
Mirando la realidad de nuestra formación comboniana hoy, descubrimos luces y aspectos significativos que nos dan esperanza para el futuro. Nuestra preparación nos hace experimentar la transición de ser un Instituto puramente europeo a uno más internacional e intercultural. Esta dimensión de internacionalidad a nivel de la formación comboniana se manifiesta en la composición de los equipos formativos, en los escolasticados internacionales. Esta catolicidad e internacionalidad se expresan en la interculturalidad, asumiendo la diferencia y viviéndola no como un obstáculo, sino como una riqueza y un reto adicional para el futuro. El proceso formativo nos lleva a convertirnos en personas comunitarias, a construir una comunidad de encuentro que haga emerger la belleza de la unidad en Cristo Jesús, el Maestro que nos llama, asimismo, fortalece la identidad carismática del comboniano.
Por otra parte, somos conscientes de la nueva geografía de las vocaciones, fruto de la vitalidad carismática y del testimonio de tantos hermanos y de la estima de la Iglesia local. Las vocaciones son dones de Dios para el Instituto, confiados a la responsabilidad de todos. Sentimos la necesidad de cuidar la formación, el acompañamiento y el discernimiento para ofrecer auténticas vocaciones a la misión. El boom vocacional que vivimos hoy en día es una buena oportunidad para hacer una buena selección de candidatos capaces de parresia para la misión del Instituto.
Nos preocupa que la sociedad moderna genera una «frágil generación de jóvenes». Algunos llaman a nuestra puerta y expresan su deseo de ser misioneros. El Instituto los acompaña con sus potencialidades y fragilidades para que puedan hacer un camino de crecimiento, madurez y libertad interior para la misión.
El Instituto está compuesto por sacerdotes y hermanos. Mientras que la formación de los candidatos al sacerdocio es clara y se renueva de vez en cuando por parte de la Iglesia, la preparación de Hermano necesita ser revisada, especialmente los programas de estudio en los Centros Internacionales para Hermanos. Además del Social Transformation, es necesario diversificar sus estudios con el fin de mejorar su profesionalidad y capacitarlos para dar un servicio de calidad a la misión.
Muchas provincias han expresado el deseo de tener pequeñas estructuras formativas con vistas a una educación más insertada en una realidad pastoral significativa. El aumento considerable del número de candidatos, que ya están en el camino de preparación comboniana, requiere una gran inversión en personal y un coste financiero significativo. En la actualidad, muchas provincias tienen dificultad para cubrir los gastos formativos con sus propios recursos.
Por otra parte, la formación permanente es una dimensión importante que tiene que ver con el crecimiento personal. En las comunidades y circunscripciones, la oración personal, los retiros, los consejos comunitarios, el acompañamiento espiritual y los ejercicios espirituales anuales son medios que han ayudado para crecer en fidelidad a la misión.
El camino sinodal nos permite «cuidar» más de las personas, de los hermanos y de las comunidades en fidelidad a la vocación misionera comboniana. Dicho cuidado implica que cada persona viva en una sincera disponibilidad de «docibilitas» para crecer en su relación con el Señor, consigo mismo, con los demás y con la creación, y sitúa a la comunidad como lugar permanente de camino, fraternidad, anuncio y testimonio.
Por su parte, las especializaciones son un servicio cualificado para la misión de quienes tienen la capacidad, la madurez y la disposición adecuada, con una experiencia válida de misión. Hay que potenciar algunos campos como son: Justicia, Paz e Integridad de la Creación; Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación; Atención a los mayores, Economía y Administración, el Islam, Derecho Canónico y Civil.
Retos
La vida espiritual es lo que sos-tiene nuestra vocación misionera. Estamos convencidos de que sin esta experiencia de Dios que ama y transforma, no hay vida religiosa misionera. El encuentro con Jesús y la experiencia comboniana se dan a través de la vida comunitaria en fraternidad, internacionalidad, interculturalidad, respeto y apertura a las diferencias, la vivencia de los consejos evangélicos y la pasión por los más pobres: todo ello enriquece la vida espiritual.
Otro reto es la recualificación de la promoción vocacional, de manera especial a través de la elección y formación de los hermanos llamados a realizar este importante servicio para el futuro del Instituto.
Los medios de comunicación son un área importante en la vida de las personas, especialmente de los jóvenes. Estamos llamados a reflexionar y a encontrar la manera para que estos medios nos ayuden a crecer humana y espiritualmente, a dar a conocer nuestra misión y nuestras actividades, y que éstas no sólo sean un medio de uso personal que nos encierran en nosotros mismos.
La justicia, paz y cuidado de la creación también son retos que deben estar presentes en el proceso formativo, que va más allá de una propuesta de camino de fe.
Hay situaciones en las que, debido al contexto cultural y social, la realidad de los jóvenes presenta aspectos importantes que merecen una atención especial, como los mayores de 35 años que llegan con una profesión y experiencia laboral, y desean ser misioneros.
Las vocaciones son la riqueza y el futuro del Instituto y de la misión. Ahora estamos viviendo una nueva situación, en la que las provincias que tienen muchas vocaciones no pueden soportar los costes de la formación. Sentimos la necesidad de iniciar un proceso de sostenibilidad para asegurar la preparación de sus candidatos.
Por último, se necesita preparar y acompañar a los animadores de la formación permanente, para que estén preparados y realicen su servicio ofreciendo a los hermanos y a las comunidades un plan en sintonía con lo que el Instituto propone, así como promover la «cultura del cuidado» sugerida por el Papa, vinculándola también al cuidado de los hermanos mayores y enfermos, como contribución cualificada que son para todo el Instituto.
P. José de Jesús VILLASEÑOR, mccj
Roma, agosto de 2024