Lunes 22 de junio 2020
Los Laicos Misioneros Combonianos de Guatemala se ocupan del anuncio del Reino de manera integral: estar, enseñar, evangelizar con doctrina y testimonio, compartir un poco de pan, un poco de refresco, dar un poco de ayuda mensual, tanto en Santa Cruz Chinautla como en el programa Chispuditos. “Nuestros recursos materiales son pocos, sin embargo, Dios nos ha permitido permanecer en sus obras, nuestro mayor recurso es el deseo del anuncio del amor de Dios”, dice Lily Portillo (LMC-PCA, Guatemala).
El amor, el motor, el carisma de Comboni, la manera: “Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa”. (San Daniel Comboni)
Estos tiempos de COVID, en que está prohibido “estar” con las personas, “fatigarnos y sudar”, de manera literal, no es posible. Este ha sido un tiempo para la reflexión, para la reorganización de la misión, ha sido necesario esforzarnos para descubrir, con ayuda de Dios, cómo es posible anunciar a Jesús desde la “pasividad” de nuestra casa. Al principio de la pandemia, incertidumbre, algo de optimismo también, creímos que iba a ser cuestión de un par de meses nada más, ya llevamos tres meses, y la crisis sanitaria que se vive actualmente en nuestro país está pasando los días más críticos.
Se ha hecho necesario buscar la manera de al menos llevar algo… por poco que sea…nos decía P. Roberto, párroco de Santa Cruz Chinautla. Esto de pronto hace sentir como si fuéramos una especie de filántropos, y no misioneros anunciadores de Jesús. Ha tocado estar en las redes sociales para conseguir fondos, y llevar sólo cosas, no presencia, no compartir tiempo, no “estar”. Pareciera estar realizando la misión al estilo de Comboni, a medias.
Dice el catecismo de la Iglesia: “Con la ayuda del Espíritu Santo, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime sino refuerza su deber de poner en práctica la energía y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz.” (CEC 2820)
Es decir, la Iglesia muestra que estamos en el camino correcto. Y ofrezco junto a la acción misionera actual, la siguiente oración: “Señor, más que lo material, haz que las personas reciban esperanza, y crean en tu amor y en tu presencia siempre, especialmente en los momentos más difíciles”.
“Santos y capaces. Lo uno sin lo otro vale poco para el que sigue la carrera apostólica. …El misionero y la misionera deben ir al cielo acompañados de las almas salvadas. Y aunque ante todo han de ser santos, o sea, completamente ajenos al pecado y a la ofensa a Dios, y humildes, eso no basta: necesitan tener caridad, que es la que los hace capaces”. (San Daniel Comboni)
Lily Portillo
LMC-PCA, Guatemala