Domingo, 7 de julio de 2019
Misionero en África desde hace 31 años, Monseñor Jesús Ruiz Molina es actualmente obispo auxiliar de Bangassou, República Centroafricana. El comboniano de origen burgalés, que esta semana ha participado de la 72ª Semana Española de Misionología en Burgos, reconoce que ser misionero en África, “supone para mí una gran alegría”, hasta el punto de afirmar que “me ha dado un estilo de vida, una manera de ser, yo le debo casi todo a África”. […]
Jesús Ruiz Molina:
“Le debo casi todo a África, me ha dado un estilo de vida, una manera de ser”
Entrevista de Luis Miguel Modino, misionero y corresponsal en Brasil
Misionero en África desde hace 31 años, Monseñor Jesús Ruiz Molina es actualmente obispo auxiliar de Bangassou, República Centroafricana. El comboniano de origen burgalés, que esta semana ha participado de la 72ª Semana Española de Misionología en Burgos, reconoce que ser misionero en África, “supone para mí una gran alegría”, hasta el punto de afirmar que “me ha dado un estilo de vida, una manera de ser, yo le debo casi todo a África”.
Como él mismo reconoce se trata de “una Iglesia joven, muy dinámica…, con muchos desafíos”, en un continente “donde mucha parte de la población sigue viviendo en situaciones de extrema injusticia”, donde las muchas riquezas son expoliadas por países extranjeros, algo que es histórico. No podemos olvidar que la guerra ha marcado la vida del país y ha provocado graves enfrentamientos, que no son fáciles de resolver, pero que sólo pueden ser resueltos por el camino de la reconciliación, pues según Monseñor Ruiz Molina, “el peor de los acuerdos es mejor que la mejor de las guerras”.
¿Qué supone haber sido misionero en África desde hace más de treinta años?
Supone para mí una gran alegría, porque yo creo que África me ha dado un estilo de vida, una manera de ser, yo le debo casi todo a África. También una gran alegría de ver cómo este continente, con sus grandes desafíos, está buscando también su manera de ser diferente en este mundo. De alguna manera África llena mi corazón, como dice el famoso slogan, yo no soy africano por haber nacido en África, porque África ha nacido en mí. Yo le debo a África casi todo, la manera de ver, de pensar, de creer de una manera diferente.
¿Cuál es la realidad de la Iglesia africana?
África no se puede hablar de una sola realidad, África es multicolor, 54 países, pero yo diría que es una Iglesia joven, muy joven, tenemos el 60% de menores de 18 años, en cualquier celebración tenemos mucha vitalidad. Una Iglesia joven, muy dinámica, una Iglesia que la fe la manifiestan con la fiesta, quizás por vivir en situaciones muy difíciles y de sufrimiento, pero que manifiestan su fe de esta manera festiva.
Es una Iglesia con muchos desafíos, el desafío de la inculturación, muy fuerte, que lo tienen que hacer ellos, es el desafío de la justicia y la paz, es el gran desafío del continente africano, donde mucha parte de la población sigue viviendo en situaciones de extrema injusticia. Es un continente colonizado desde siempre, y hoy sigue siendo explotado al máximo por nuevas potencias, Rusia, China. Es un continente que tiene unos desafíos muy serios para adaptar el Evangelio a esta nueva realidad.
¿Qué es lo que la Iglesia africana puede enseñar a la Iglesia universal?
Yo creo que le puede enseñar mucho, hay tantos valores a nivel humano que nosotros hemos perdido, como es el sentido de la comunidad, pero también el sentido de la fiesta, del compartir, y también el sentido universal. A pesar de todo el tema tribal, el estar abierto a todos, en las familias están mezclados todos, protestantes, católicos, incluso musulmanes. Yo creo que no se hace tanta, tanta diferencia. Sin duda, yo lo que digo siempre es que África ha llegado a Europa y nos está enseñando que hay un continente que está sufriendo de manera increíble, y por eso vienen aquí, porque están buscando situaciones de vida.
¿Quién viene aquí? Son los más capacitados, los que han hecho estudios, son los cerebros que podrían llevar el país adelante, son los que emigran. Nos están gritando la injusticia que está viviendo este continente desde siempre, y ahora de una manera muy particular. ¡Si en África hubiera oportunidades como las hay aquí! Me maravilla, conozco una familia en Galicia, eran de mi parroquia allí en África, han estado aquí, han tenido una oportunidad y ahora son punteros en Galicia, han tenido una oportunidad y la han cogido.
El próximo mes de octubre se celebra el Sínodo para la Amazonía, y uno de los propósitos es buscar nuevos caminos para una ecología integral, una realidad que también afecta a la cuenca del Congo, donde usted vive. ¿Cómo ese Sínodo podría ayudar a tomar conciencia sobre los desafíos ecológicos en esa región?
No sé exactamente cómo, pero cuando estoy leyendo lo que se está preparando para el Sínodo, veo que tenemos muchos puntos de similitud. Son zonas aisladas totalmente de la evangelización, zonas que viven la evangelización de una manera muy puntual, por no tener agentes de evangelización. Todo este tema ecológico, es el segundo pulmón de la humanidad, y ahí hay una explotación indiscriminada. Donde yo vivo, en Centroáfrica, todo el subsuelo está lleno de minerales, diamantes, oro, es una riqueza increíble. Estamos viendo cómo las potencias están llegando y están cambiando el curso de los ríos con las máquinas, están infectando todos los ríos, están talando de una manera abusiva, la gran fauna que teníamos allá está prácticamente desaparecida, hay un abuso terrible.
Creo que las pistas que van a salir del Sínodo para la Amazonía estaremos muy al tanto, porque creo que tenemos mucho, mucho, en común. No sólo a nivel ecológico, sino a nivel de Iglesia, que me da la sensación que tenemos muchos puntos en común.
Usted es obispo auxiliar de Bangassou, ¿cuál es la realidad actual en esa región del mundo?
Llevamos desde 2012 en una crisis sociopolítica militar como nunca ha conocido el país. En el 2012 empezó una invasión desde el norte de mercenarios, probablemente pagados por Arabia Saudita, mercenarios que venían de Sudán y del Chad, que invadieron el país y que el 23 de marzo de 2013 dieron el golpe de estado. Durante nueve meses estuvieron violando, robando, asesinando sistemáticamente a la población no musulmana, siempre ahorraban a la población musulmana.
A los nueve meses salió una guerrilla, los anti balaka, que la prensa llamó cristianos, pero que no lo son, es una guerrilla contra éstos que humillaron tanto al pueblo. Llevamos desde entonces, en una guerra increíble, pues éstos que hicieron el golpe de estado, se han dividido en 14 grupos en estos momentos. 14 grupos armados hasta los dientes, y el grupo anti balaka que están en cada pueblo. La situación que se vive es que de cinco millones que tiene la República Centroafricana, un millón doscientos mil están desplazados, internos o migrantes en el Congo, en el Chad o en el Camerún. Con una pobreza extrema, un gobierno prácticamente inexistente.
El mes de febrero han firmado el acuerdo de paz entre los 14 grupos y el gobierno. Nosotros, como Iglesia, hemos apoyado este acuerdo de paz, pero cuál ha sido la sorpresa al ver que el acuerdo está violado todos los días. Decía la ONU el otro día que cada semana hay unas 56 violaciones del acuerdo de paz, con barreras, con masacres. Entonces, la población está cansada de esta guerra, porque ya no es una guerra civil, es una guerra sin sentido. El 30 de diciembre atacaron Bakouma, veinte mil habitantes que a las tres de la mañana tuvieron que huir como estaban en la cama, descalzos, el que tenía un pijama o un pantaloncillo. Así huyeron y así están viviendo desde entonces, porque entraron con armamento pesado las fuerzas selekas.
El sufrimiento de nuestro pueblo es increíble, y nosotros lo que estamos gritando desde la conferencia episcopal es justicia, justicia y paz, la paz nunca vendrá sin la justicia. Se ha creado la comisión de la reconciliación, pero justicia en primer lugar para la paz. Pero estamos muy lejos, estamos un poco escépticos viendo lo que está ocurriendo, hay muchos intereses, Rusia ha entrado, ha cogido el monopolio, ya no es Francia la que tiene el monopolio de Centroáfrica, China está invadiendo todo con la explotación de la minas. Son ellos los que llevan un poco.
El otro día, cuando venía en el avión, me decía el responsable de la minusca de la ONU que uno de los grupos guerrilleros, el 3R que se llama, sibiqui, están con armamento de lo más sofisticado, y de dónde viene este armamento, es todo de la explotación de los minerales, de la madera. La situación que está viviendo el pueblo es una situación insostenible.
¿Cómo afecta eso a la vida de la Iglesia?
Nos afecta de lleno, totalmente. El año pasado perdimos cinco sacerdotes, dos vicarios generales, este año llevamos ya dos, pero es lo que digo siempre, cuando hay cinco sacerdotes, hay probablemente mil o dos mil cristianos que han sido asesinados y que no saldrán nunca en ningún periódico. Entonces, a nivel de la Iglesia nos está afectando seriamente.
Hace dos domingos, nos reunimos e hicimos el comunicado de la conferencia episcopal donde criticamos seriamente la actuación del gobierno que está obstaculizando el proceso democrático, cortando todas las libertades, creando una guerrilla, una milicia personal. Esto fue el domingo, el jueves antes de venir yo para acá, recibí en el Smartphone uno de los comunicados que estaban circulando en la prensa, donde decía, ahora ataquemos las iglesias, por la carta nuestra, el objetivo son los obispos y las iglesias, la gente vive en este temor.
Hoy la única autoridad moral en Centroáfrica es la Iglesia católica, a pesar de la gran crisis moral que tuvimos en 2008, 2009, que fuimos un poco el hazmerreír de todo el mundo, porque los dos únicos obispos fueron suspendidos, muchos sacerdotes fueron suspendidos, estábamos en la boca de todo el mundo, hoy la única fuerza moral que existe en el país es la Iglesia católica. Bueno, estamos recibiendo palos de todos los sitios, de los grupos selekas, de los grupos anti balakas, los que se llaman cristianos, porque en la catedral nuestra tenemos 2100 musulmanes refugiados desde hace dos años, que nos han ocupado el seminario, porque los querían matar, nosotros los cobijamos en el seminario y ya se han apropiado, no quieren dejarlo.
Y son ellos los que nos atacan por las noches, nos han quemado todas las motos, los pequeños grupos yihadistas, que son los muyahidines. Recibimos golpes de todos los lados, pero la Iglesia de Centroáfrica está siendo una Iglesia un tanto profética en el sentido de denunciar. Hemos denunciado a la ONU, que no hace su trabajo, a las fuerzas internacionales, Rusia, China, y ahora, últimamente, hemos denunciado la complicidad del gobierno con estos grupos armados, y mientras tanto la población.
Uno de los viajes del Papa Francisco fue a Centroáfrica, inclusive cuentan que había dificultades para aterrizar y que él mismo dijo que estaba dispuesto a saltar en paracaídas. ¿Ustedes, como obispos, como Iglesia, sienten el apoyo del Papa Francisco?
Muchísimo, y de hecho, además de este acontecimiento, este es el símbolo de cuando vino el Papa (muestra cuatro cintas de diferentes colores agarradas en su muñeca), no teníamos autobuses y me marché con los pigmeos, yo trabajaba con los pigmeos en aquel momento, y caminamos cuatro días, cada día es un color. Para nosotros la llegada del Papa fue un antes y un después, porque nos dejó bien las tareas, pasemos a la otra orilla, el camino de la reconciliación. Nos impulsó muchísimo en ese sentido, él tuvo la osadía de meterse en el BK-5, el barrio musulmán, donde nadie puede entrar. Él se metió allá, fue a la mezquita, se cogió al imán, lo metió. Los musulmanes al Papa Francisco lo adoran, incluso los radicales, porque él saludó a algunos de los radicales.
El Papa Francisco se quedó muy impactado de la realidad que estábamos viviendo y no se conformó con eso. Viendo el hospital, donde no había ni un solo hospital de pediatría, pues el Vaticano, con el Bambino Gesù de Italia, nos han creado el hospital de pediatría, y ahora están creando en las provincias. Eso es el limosnero del Papa, la caridad del Papa, él personalmente se empeñó. Él sigue muy de cerca los acontecimientos, yo estuve a verle el año pasado y en el momento que le dije que de Centroáfrica, me dio un gran abrazo y me dijo, estoy siguiendo. Me dijo, te eché en la fosa de los leones y se echó una carcajada. Lo sentimos muy cercano.
¿Realmente es posible esa reconciliación o por ahora es sólo una utopía?
Pues mira, o hacemos esa reconciliación o vamos a morir todos como idiotas, como decía Luther King, o aprendemos el camino de reconciliación o esto se acaba. Por eso, nosotros como Iglesia católica hemos sostenido el acuerdo de paz de Jartum, sabiendo que eso es una hipocresía, porque tener a 14 jefes de guerrilla en el gobierno, 14 asesinos, 14 personas que están perseguidos por la Corte Penal Internacional, pues es eso. Pero yo siempre he dicho que el peor de los acuerdos es mejor que la mejor de las guerras.
Es utópico, pero ahí tenemos al cardenal Nzapalainga, el cardenal más joven de la Iglesia, que es el que lidera un poco esto. Él está trabajando con protestantes y musulmanes, mano con mano, diciendo que es posible vivir juntos. Todos le tachan de utópico, de Quijote, pero un gran sector de la Iglesia seguimos apoyando eso porque es la única manera. Sabemos que es muy duro decir a los cristianos, hay que perdonar, hay que reconciliarse, hay que dejar venir a los hermanos musulmanes que han huido, es muy difícil, pero no hay otro camino. Desde el Evangelio no tenemos otra propuesta. Yo sé que es difícil, pero estamos convencidos de que es el único camino.
¿Podríamos decir que Centroáfrica es uno de esos muchos lugares donde sólo se puede vivir el cristianismo a partir de la misericordia?
Sin duda, sin duda, sin duda. Cuando llegó el Papa Francisco abrió la Puerta de la Misericordia y dijo, hoy Bangui es la capital del mundo, fue la primera puerta de la misericordia que abrió. Lo que nos ha enseñado el Papa es eso, o vivimos de la misericordia o si no estamos todos condenados. Yo sé que eso lleva su tiempo y es rara la familia que no tiene una masacre en su familia, y es muy difícil hablar de perdón, de reconciliación, incluso con los agentes de pastoral, con los sacerdotes, pues todo está mezclado.
Tengo seminaristas que sus familias han sido desalojadas, matado a su padre, pero yo no veo otro camino de este camino de la misericordia. Y también de nuestros hermanos musulmanes, que la mayoría son buenos. Pero la fractura ha sido tan grande que, o vivimos de misericordia o si no vamos a morir todos como estúpidos, matándonos los unos a los otros, ojo por ojo quedaremos todos ciegos.