Era evidente que P. Rogério Artur de Sousa se estaba apagando hablaba menos, prefería sentarse en el presbiterio, cerca del Santísimo Sacramento, mientras la comunidad recitaba los laudes con las combonianas y algunos laicos. Pero no había perdido su sentido del humor: la última vez que nos encontramos, me dio un golpecito en la cabeza con su inseparable bastón y me dijo: “Provincial, continúa creciendo, eh?!”.
El 15 de junio, fue hospitalizado por insuficiencia cardíaca en el Hospital de São Teotónio, Viseu, donde permaneció una semana. El 24 de junio, tenía dificultad para cenar y se retiró a la habitación. Se llamó el doctor, porque tenía dificultad en respirar, y este simplemente confirmó la muerte. P. Rogério ascendió a los cielos el día que la Iglesia celebra el nacimiento de San Juan el Bautista; decano de los portugueses combonianos, tenía 84 años.
El P. Rogerio nació el 29 de abril de 1933 en Sargaçais, parroquia de Souto de Aguiar, municipio de Aguiar, da Beira, de António Augusto de Sousa y Rosa de Jesús, agricultores. De ocho hijos, dos mujeres y seis hombres, cinco eligieron la vida religiosa. Una de las dos muchachas entró en las Doroteas y cuatro chicos entraron en los combonianos: dos sacerdotes, el P. Rogério y P. José de Sousa, y dos hermanos, Hno. Miguel dos Santos, que falleció en 1979 en Coimbra y Hno. Jorge Fernandes de Sousa que dejo el Instituto en Brasil.
P. Rogério entró en el seminario mayor de Viseu en 1951. Después del noviciado de Gozzano (Italia), el 9 de septiembre de 1954 hizo los primeros votos en Viseu, junto con hermano António Martins da Costa – los dos primeros portugueses en profesar después de siete años de la llegada del Instituto de los Combonianos a Viseu.
Estudió la teología en Venegono, entre el 1954 y el 1957, después en Viseu. Hizo su profesión perpetua el 10 de marzo de 1958 y fue ordenado a sacerdote el 27 de julio en Viseu, donde permaneció como profesor hasta 1960.
Ese año marchó a Mozambique, en la misión de Lunga. Volvió a Portugal en 1962 y se unió al equipo de la revista Além-Mar, en Paço de Arcos. Dos años más tarde fue asignado a Vila Nova de Famalicão como formador del seminario menor.
En 1967 de nuevo a Mozambique como capellán militar y tres años más tarde regresó al servicio misionero activo en varias misiones de la diócesis de Nampula-Nacala (1970-1971): Carapira (1971-1974), Mossuril (1974-1976) y Memba (1976-1987).
P. Rogério era parte del grupo de once Misioneros Combonianos expulsados de Mozambique el 13 de abril de 1974 como resultado del Imperativo de conciencia escrito por el Obispo Manuel Vieira Pinto y por Misioneros Combonianos. Regresó a Mozambique en cuanto la situación política lo permitió.
En 1987 volvió a estar en Portugal y permaneció en Lisboa hasta el 1993, en el Consejo Editorial de las revistas. Además de la escritura (escribió muchos artículos en su propio nombre y otros bajo un seudónimo), tradujo material de italiano a portugués.
Después de dos años fuera de la comunidad, fue a Vila Nova de Famalicão para las confesiones; luego, en 2013, en Viseu, en el centro de acogida de la provincia.
P. Rogério era un misionero humilde y lleno de celo, con una gran devoción a la divina misericordia. Había intentado dar vida a un movimiento laico, misioneros de la divina misericordia, inspirado por las escrituras y las visiones de Santa Faustina, el resultado de una vieja preocupación: “desde hace muchos años que siento la necesidad de divulgar y demostrar todas las misericordias de Dios, que en estos tiempos de confusión y alienación de los hombres de Dios y el mundo redescubra con alegría las fuentes de la salvación que el corazón traspasado de Jesús no deja de indicar”.
Perteneció a la renovación carismática y propuso a los superiores algunas investigaciones sobre Comboni y el Divino Espíritu Santo, un tema sobre lo que él quería escribir un libro.
“Fue siempre, en todo, misionero comboniano,” dice su hermano, el P. José de Sousa – y siempre ha tomado muy en serio la vida y su sí a Comboni. Como difusor, con sus libros, de la divina misericordia, sufrió críticas exageradas, injustas, sobre un tema que ha sido asumido plenamente por Saint John Paul II, con la fiesta de la divina misericordia.
Se unió a la Cruz con el don total de sí mismo en las manos de Dios, olvidando todo lo que le había hecho sufrir. La devoción al Santo Padre Pío le ha consolado y le ha hecho dócil.”
(P. José Vieira).