El primero de ocho hermanos, el P. Silvano Gottardi nació en Rovereto (TN) el 20 de marzo de 1928. En 1941 se encontraba en el seminario menor de los combonianos de Trento. Entró en el noviciado de Venegono el once de setiembre de 1945, hizo los primeros votos el nueve de septiembre de 1947, y seis años más tarde, los perpetuos. Pasó a Roma para los estudios de filosofía y donde obtuvo también el bachillerato. Estudió teología en el Ateneo de Propaganda, donde se licenció. Fue ordenado sacerdote en Roma el 19 de diciembre de 1953.
En octubre de 1954 fue destinado a Sudán, para ello fue a Líbano para estudiar el árabe. Llegó a Sudán en 1955 y allí permaneció hasta el año 2005. Su primer destino fue la diócesis de Juba, primero en Palotaka y después en Juba.
La misión de Juba prometía bien y el P. Silvano fue feliz empleándose a fondo en el servicio de la joven comunidad cristiana: las escuelas de la misión rebosaban de estudiantes; los catecumenados, tanto en la ciudad como en los poblados circundantes, eran florecientes. Pero el idilio duró poco. En 1956 el Sudán, que era una colonia inglesa, se hizo independiente. Todas las escuelas que los ingleses habían confiado a los misioneros fueron nacionalizadas. La actividad de los misioneros se circunscribió a las iglesias y a los patios aledaños. Algunos misioneros fueron expulsados, acusados de proselitismo ilícito, y los que permanecieron tuvieron una vida verdaderamente dura. También el P. Silvano fue acusado de proselitismo, arrestado, procesado y expulsado de Sudán. Luego se consiguió obtener que pudiese permanecer en el norte de Sudán.
Fue destinado a la zona de Jartum. En 1961 era vice párroco de Jartum norte y en 1963 pasó a Port Sudán. La comunidad cristiana estaba formada por pocas familias de mercaderes sirios y griegos y una marea de nubas y sudaneses del Sur que trabajaban como porteadores en el puerto de la ciudad sobre el Mar Rojo. Esto para el P. Silvano, fue un período bastante sereno y provechoso desde el punto de vista pastoral, también porque aquí no había restricciones férreas como las había en Juba.
En 1970 fue trasladado a Kadugli, como superior y párroco, entre una población nuba, sobre todo porque en Port Sudán había conocido muchos nuba con los cuales había mantenido buenas relaciones que año tras año se concretizaban en la instrucción y en el bautismo de un centenar de personas, entre niños y adultos.
En Kadugli encontró también a un oficial de policía al que había enseñado matemáticas en la escuela Comboni de Port Sudán, cuando estaba allí como párroco y maestro. Una vieja amistad que abrió al misionero muchas puertas: por ejemplo, se le permitió circular fuera de la ciudad sin restricciones, cuando a sus predecesores les estaba prohibido alejarse por más de 20 kilómetros del centro. Empezó a visitar los poblados y encontrar a los cristianos. Algunos de estos, bautizados por él en Port Sudán, habían vuelto a sus casas y ahora le pedían que bautizar a sus hijos. Hablaron de él a la gente y así se extendió una propaganda a su favor.
El padre tenía un diploma en leprología, adquirido en el Instituto ALERT de Addis Abeba en 1973 y esto le permitía cuidar a los numerosos enfermos de lepra de la zona.
Con el mismo método, el P. Silvano se introdujo entre los nuba sciatt al sur de Kadugli, donde encontró numerosos leprosos a los que trató de curar. De aquella tribu, solamente dos se hicieron cristianos, Tito y Daniel. Tito fue asesinado porque había rehusado adherirse al Islam, mientras que Daniel consiguió huir del país con su familia. La política del gobierno en aquel período preveía que la región de los Montes Nuba fuese musulmana y ser reconocidos como cristianos era extremadamente peligroso.
De este modo el P. Silvano concentró sus cuidados pastorales sobre todo donde había leprosos: en siete años, en muchos poblados nuba, juntamente “con el cuidado del cuerpo, llevó también la salvación del alma” como solía decir él. En 1977 las comunidades cristianas nubas fundadas por él eran más de 20. En Kadugli abrió también un catecumenado especial para favorecer la evangelización de muchas chicas, bajo la guía de las Hermanas.
En 1977 el P. Silvano fue enviado a la misión de Abyei, que fue abandonada en 1964 cuando todos los misioneros fueron expulsados de Sudán del Sur. Se estableció lo mejor que pudo en el único edificio existente que funcionaba como capilla, con una pequeña sacristía y un pequeño almacén. La sacristía, aunque continuando con su función, se convirtió también en su habitación, mientras que el pequeño almacén, se llenó hasta rebosar con las cosas más necesarias. Se dedicó de lleno a la evangelización de los dinka ngok, realizando prodigios de conversiones. Corría de un lado a otro continuamente a visitar los poblados, a catequizar y a reavivar la fe en los que la habían olvidado y, por conveniencia, aceptaba incluso ser considerado musulmán. En 1981 sufrió un violento ataque de hepatitis viral. La avioneta de una organización internacional, que justo aquel día se encontraba en Abyei, lo transportó de urgencia a Jartún. Después de curarse el P. Silvano volvió a Abyei. Mientras tanto la persecución solapada y las restricciones continuaban, hasta el punto que en 1990 se le impidió permanecer en Abyei y se fue a El Obeid.
En 1998 fue trasladado a la misión de Mapuordit, en Sudán del Sur, donde había soñado siempre de poder regresar. También aquí siguió trabajando activamente. Visitaba las familias, mantenía encuentros con catecúmenos y con los estudiantes de las escuelas y, cuando los hermanos podían acompañarlo, visitaba también las comunidades de los poblados vecinos. Pero las fuerzas físicas iban escaseando progresivamente y en el año 2001 sus condiciones de salud comenzaron a empeorar.
En el 2006 fue trasladado a Verona, con los hermanos enfermos. Fue la suya una larga espera que duró hasta cuando el Señor lo llamó a sí en la resurrección, el ocho de abril de 2012, el día de pascua.
Después de la Misa celebrada en la capilla de la Casa Madre de Verona, los restos mortales fueron llevados a la iglesia parroquial de Borgo Sacco (Rovereto) para el funeral y la sepultura. (P. Luciano Perina).