Miércoles 23 de abril 2025
Al despedirnos del papa Francisco, tomamos conciencia de lo que ha significado para todos nosotros, en particular para nosotros, los superiores generales, y para toda la vida consagrada. En estos doce años de su pontificado, lo más evidente es que Francisco ha sido nuestro compañero de camino. Ha caminado con nosotros, ha dialogado con nosotros, en un camino verdaderamente sinodal, para ayudarnos a comprendernos mejor a nosotros mismos, nuestra vocación y misión en la Iglesia y para el mundo. [En la foto, audiencia del Papa Francisco a los misioneros combonianos el 18 de junio de 2022]
El papa Francisco era un religioso, un jesuita. Nos entendía desde su propia experiencia de vida consagrada, pero también desde su vida como superior, como pastor en la vida religiosa. Nos entendía como hombre que había experimentado, sin duda también de forma dolorosa, lo difícil que puede ser guiar a un rebaño de hermanos y hermanas que desean responder a la llamada de seguir a Cristo de cerca para navegar con Él.
Desde el comienzo de su pontificado, el papa Francisco ofreció a la USG amplias y frecuentes oportunidades de encuentro. Nos convocaba regularmente para una mañana en la que dialogaba con nosotros, escuchaba nuestras preguntas y nos respondía de manera espontánea, con mucha confianza. Por eso quería que el encuentro fuera solo entre nosotros, sin prensa, sin otros funcionarios de la Santa Sede. Quería que nos sintiéramos libres, él el primero, para decir lo que teníamos en el corazón. En estos diálogos, en el fondo, nos ayudaba a tomar conciencia de lo que quería transmitir a todo el pueblo de Dios, asociándonos a su pasión por la misión de la Iglesia.
Quizás uno de los conceptos más esclarecedores sobre el método pastoral del papa Francisco es lo que escribió en Evangelii gaudium: que es más importante iniciar procesos de vida que conquistar espacios de poder (cf. EG 223). Esta convicción puede iluminar ahora nuestra memoria, triste y agradecida a la vez, en estos días de despedida de él. Es importante hacerlo para comprender en qué camino nos deja el papa Francisco, en qué proceso de vida nos ha ayudado a entrar, en qué dirección nos ha ayudado a dar nuestros primeros pasos. Es un poco como cuando los discípulos de Emaús vieron desaparecer a Jesús, después de que Él los había acompañado durante un largo trecho del camino, dialogando con ellos y amándolos hasta hacer arder sus corazones con el deseo de estar siempre con Él. Los dos discípulos comprendieron que Jesús los había acompañado para indicarles un camino, una ruta a seguir, por la que correr, una ruta que, a partir de su palabra y del pan partido de su vida entregada, daba a toda su existencia una dirección alegre de testimonio y comunión. Los discípulos de Emaús se ponen de nuevo en camino porque de aquel compañero han recibido una dirección que seguir con toda su vida y también una energía nueva para recorrerla.
Por eso es importante ahora meditar sobre los procesos de vida que el papa Francisco ha iniciado con nosotros en la Iglesia. No importa que estos procesos hayan llegado a su fin. Un proceso de vida, en el fondo, nunca termina, pero tiene la positividad de dar a nuestro camino un sentido, una dirección, la energía para seguirlo.
El papa Francisco, con nosotros, especialmente en la vida consagrada, ha iniciado procesos de conversión. Nos ha ofrecido líneas claras sobre los puntos en los que estamos llamados a convertirnos siempre de nuevo al Evangelio. Así nos ha introducido en procesos de humilde reconocimiento de nuestras faltas y fragilidades, de lo que en nuestro proceder, en nuestra historia, en el comportamiento de los miembros de nuestras comunidades, en particular de quienes tienen un papel de responsabilidad, aún no es fiel a Cristo, a su verdad, a su misericordia.
Francisco ha iniciado así con nosotros procesos de nueva conciencia de nuestra misión. Una misión hecha de acogida, de encuentro, de puesta en juego de nuestra persona, de nuestras comunidades con el hombre, con el pobre que a menudo no vemos, porque está al margen de la calle o detrás de nuestras puertas cerradas, y que pide en silencio entrar en el camino de nuestra vida y vocación.
El papa Francisco no estaba preocupado por que tuviéramos muchas vocaciones, sino por que todos respondiéramos a la vocación de caminar juntos y con los pobres, porque nuestra vocación son los hermanos y hermanas con quienes vivir una fraternidad, una comunión cada vez más grande que los recintos de nuestras Órdenes, de nuestras comunidades, de nuestras misiones preestablecidas.
Todo esto hace que Francisco haya iniciado con nosotros también un proceso de renovación de la mística, de un caminar con Cristo presente, enamorados de Él; procesos en los que la vida consagrada, como toda la vida cristiana, se renueva en una amistad con Jesús cada vez más íntima y ampliada. Ciertamente, su última encíclica, Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesús, se revela para nosotros como el testamento último de un padre que desea que sus hijos vivan en plenitud, dejándose amar y amando sin límites. Un testamento que es testimonio, que es transmisión del corazón del padre al corazón de los hijos, de una herencia que no es material: es un amor para vivir, un amor para amar.
Si acogemos y vivimos la herencia de estos procesos de vida iniciados con él, que tenemos la responsabilidad de llevar adelante, es decir, de transmitir a nuestra vez, sin duda el fruto del camino con el papa Francisco será una nueva vitalidad de nuestra vocación, que no depende de las fuerzas, del número, de las capacidades, sino que es un don de la gracia del Espíritu Santo.
La herencia del Santo Padre Francisco no nos convertirá en protagonistas de los juegos de poder, hoy cada vez más dominantes en el mundo e insensibles a las verdaderas necesidades de la humanidad y de los pueblos; nos convertirá en protagonistas del Reino siempre nuevo de Cristo, cuya ley es el Evangelio del amor.
Podemos despedirnos entonces del papa Francisco con una renovada alegría de vivir el Evangelio – Evangelii gaudium –, seguros de que en estos procesos de vida nueva nuestro padre y hermano seguirá acompañándonos con su gran corazón y su ardiente oración.
P. Arturo Sosa
Presidente de la USG
Leer también los siguientes artículos publicados en la Agencia de Noticias SIR el 21 de abril de 2025:
Papa Francesco: p. Sosa (Usg), "ci ha aiutati a prendere coscienza della nostra missione"
Papa Francesco: p. Sosa (Usg), "la sua eredità è un amore da vivere e amare"