Viernes, 28 de junio 2024
La animación consiste en comunicar la pasión por la Misión. No se trata de una actividad de marketing ni de una simple contratación de recursos humanos. Consiste en la capacidad de implicar a la propia Iglesia en la comprensión efectiva del Mandatum Novum de Nuestro Señor Jesucristo. Todo ello en la certeza cristiana de que, como escribió Juan Pablo II, «¡La fe se fortalece dándola!» (RM 2), explicando que «la urgencia de la evangelización misionera se basa en el hecho de que constituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a toda la humanidad en el mundo de hoy, que está experimentando grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la existencia misma» (RM 2). [...]

La animación misionera en un mundo en cambio

Padre Giulio Albanese, misionero comboniano

Premisa:

  1. La Redemptoris Missio (RM) del 8 de diciembre de 1990 hablaba de tres áreas de la Misión: Pastoral/Nueva Evangelización/Ad gentes. Esta perspectiva está siendo superada por los cambios provocados por la globalización. Por otro lado, bíblicamente hablando, la Misión es una: sin fronteras1.
  2. Debemos pasar de la visión eclesiocéntrica preconciliar a la del Reino.
  3. Es necesario hacer nuestra la trilogía del Papa Francisco expresada en Evangelii Gaudium (EG): Iglesia en salida; en la Periferia y al lado de los pobres.
  4. También es importante tener en cuenta los «caminos de la misión» que, según Juan Pablo II en la RM, son: testimonio y anuncio; liturgia, oración y contemplación; la justicia, la paz y la integridad de la creación; el diálogo interreligioso y el diálogo con la sociedad secular; enculturación; conciliación.
  5. Por último, también desde el punto de vista del contenido, hay algunos principios teológicos/pastorales muy queridos por el Papa Francisco: casa común, ecología integral, fraternidad…

La misión, la obra del Espíritu

Pablo VI en Evangelii Nuntiandi expresó un concepto teológico, reafirmado más tarde por Juan Pablo II en la RM y por Francisco en la EG: el Espíritu Santo es el «agente principal» de la evangelización-misión. El Concilio Vaticano II ya había dado orientaciones muy claras sobre este punto, reconociendo la presencia y la acción del Espíritu Santo no sólo en la Iglesia, sino también fuera de ella, y especialmente en otras religiones. No es casualidad que en el decreto Ad gentes se lea: «Ciertamente, el Espíritu Santo actuaba en el mundo incluso antes de que Cristo fuera glorificado» (AG 4). En cualquier caso, es evidente que la salvación traída en Cristo por el Espíritu obra más allá de los límites de la Iglesia, como leemos en Gaudium et spes: “Esto vale no solamente (nrd Salvación) para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual.» (GS 22). Por su parte, Rowan Williams, arzobispo emérito de Canterbury, describió la misión de la siguiente manera: «Consiste en descubrir dónde actúa el Espíritu Santo uniéndose a su acción»2.

Todas estas afirmaciones están íntimamente ligadas a la idea de que la misión es ante todo la Missio Dei, con el matiz adicional de que recibe su impulso de la Missio Spiritus Sancti. La misión de Dios es llevada a cabo por el Espíritu Santo, enviado desde el primer momento de la creación por el Padre; se concreta en la misión de su Hijo, Jesús de Nazaret, en la «plenitud de los tiempos» (Ga 4, 4) y se nos «confía» (2 Co 5, 19).

El paradigma bíblico

“En la comunidad de Antioquía había profetas y maestros: “Bernabé, Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahem, compañero de la infancia de Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Sepárenme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.» Después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los enviaron” (Hechos 13, 1-3). Está claro que la Iglesia es un pequeño rebaño con dos orientaciones: la primacía de la cualidad sobre la cantidad; una cualidad destinada a la misión ad extra (extramuros).

Animación: ayer y hoy

La animación consiste en comunicar la pasión por la Misión. No se trata de una actividad de marketing ni de una simple contratación de recursos humanos. Consiste en la capacidad de implicar a la propia Iglesia en la comprensión efectiva del Mandatum Novum de Nuestro Señor Jesucristo. Todo ello en la certeza cristiana de que, como escribió Juan Pablo II, «¡La fe se fortalece dándola!» (RM 2), explicando que «la urgencia de la evangelización misionera se basa en el hecho de que constituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a toda la humanidad en el mundo de hoy, que está experimentando grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la existencia misma» (RM 2).

En la época de Comboni, la animación se realizaba sólo en las Iglesias a quo (Iglesias de tradición antigua como las de Europa). A los ad quem sólo les correspondía recibir y en el imaginario de la época eran considerados de hecho como territorios de misión (por ejemplo, vicariatos apostólicos…). Así que no había intercambio. La animación consistía en promover la oración en función de la misión ad-gentes, en la recaudación de fondos y en el reclutamiento de vocaciones. Aunque la encíclica Fidei Donum ya afirmaba el intercambio (circularidad) expresado en la cooperación misionera a partir del Concilio Vaticano II, también hoy la estructura de la animación, en vastos sectores del mundo misionero, parece arcaica.

La animación como compromiso de todas las comunidades misioneras. Tratemos ahora de preguntarnos cuál debe ser la tarea de una comunidad misionera. Intentemos escribir una especie de descripción:

a) Espiritualidad Misionera (vida según el Espíritu)

b) Información (lectura de los signos de los tiempos)

c) Formación (Magisterio y Educación para el Mundo)

d) Solidaridad (compartir, planificar, etc.)

e) Vocaciones (la comunidad corintia; más allá de la lógica del reclutamiento)

En términos generales, podemos decir que la comunidad misionera debe ser un laboratorio de pensamiento misionero, promoviendo encuentros de oración, reflexión y testimonio sobre los temas de ad-gentes.

P. Giulio Albanese, MCCJ

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1) El hecho de que la Misión sea una, desde el punto de vista bíblico, fue bien expresado y documentado por el difunto cardenal Carlo María Martini. Sin embargo, es importante subrayar que algunos misiólogos sienten la necesidad de abandonar el concepto tradicional de missio ad-gentes para adoptar el nuevo paradigma de missio inter-gentes. Según estos misiólogos, tal cambio ayudaría a reconocer mejor la obra del Espíritu fuera de los confines de la Iglesia, desde la extra ecclesiam nulla salus, desde la visión jerárquica y no comunitaria de la Iglesia. La expresión inter-gentes (Rm 2,24; 1 Cor 5,1; Gal 2:8; 1 Pe 2; 12) presente en el Nuevo Testamento, pero es bueno notar que en estos textos el pueblo representa una categoría religiosa más que étnica-geográfica. Las personas también se asocian a menudo con hábitos y comportamientos que llaman a la conversión. Finalmente, los términos no se refieren a la actividad evangelizadora en sentido estricto. La única excepción es Gal 2:8, donde Pablo usa inter-gentes para describir su obra misionera, que tiene lugar «entre» los gentiles, a diferencia de Pedro, que trabaja entre los circuncisos.

2) K. Kirsteen, Joining in with the Spirit, Epworth Press, London 2010, p. 1

Secretariado General de la Misión