Este año se celebra el 20 aniversario de la canonización de nuestro Fundador. Es un aniversario gozoso que nos invita a recordar, con la mente y el corazón, el nacimiento al cielo de San Daniel Comboni, y queremos hacerlo con un profundo sentido de gratitud, como herederos de su carisma y de su fervor apasionado por la misión, un don para nosotros y para toda la Iglesia misionera. (…) ¡Les deseamos de todo corazón una feliz fiesta! [El Consejo General]

Fiesta de San Daniel Comboni

Y perseveraban en escuchar la enseñanza de los apóstoles
y en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones.
” (Hch 2,42)

Queridos Hermanos:
Este año se celebra el 20 aniversario de la canonización de nuestro Fundador. Es un aniversario gozoso que nos invita a recordar, con la mente y el corazón, el nacimiento al cielo de San Daniel Comboni, y queremos hacerlo con un profundo sentido de gratitud, como herederos de su carisma y de su fervor apasionado por la misión, un don para nosotros y para toda la Iglesia misionera.

Somos sus hijos y custodios de este carisma que hemos recibido como un don: no un tesoro que conservar en una caja fuerte, sino un auténtico manantial de vida nueva que brota ya dentro de nosotros y que es también regenerador para todos aquellos con quienes vivimos y trabajamos. Animados, sostenidos e impulsados por la fuerza inagotable del Espíritu Santo, llevemos a cabo nuestra misión evangelizadora como verdaderos “discípulos-misioneros” de una “Iglesia en salida”, “piedras vivas”, para construir el Reino de Dios en el mundo. Vivamos esta maravillosa obra con humildad, bien conscientes de nuestros pecados, fragilidades y carencias, pero también con valentía para abrazar el “sueño” que Comboni tenía de su obra: una obra católica, donde todos son protagonistas y están implicados en el trabajo conjunto (cf. Escritos, 944). Con esta actitud de apertura y comunión hacia todas las fuerzas eclesiales y sociales, queremos perseguir este sueño con firmeza y constancia, con el corazón centrado en Dios, con las manos siempre dispuestas a servir y a lavar los pies a nuestros hermanos y hermanas, como nos “mandó” Jesús.

Este año, podemos sacar fruto -enriqueciéndonos de manera especial- de la celebración, en octubre, de la primera sesión del Sínodo de los Obispos, cuyo título es “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Como combonianos, queremos vivir este momento sinodal como un proceso verdaderamente dinámico, impregnado del Espíritu que genera comunión y anima a cada bautizado a salir hacia los demás, en el deseo de encontrar a Cristo, misionero del Padre, en todas las periferias geográficas, sociales, culturales, existenciales y religiosas. Como una llamada perseverante y tenaz a abrir nuestro corazón al grito de los pobres, de los marginados, de los discriminados, de los inmigrantes que claman y luchan por sociedades más justas e igualitarias.

Estamos invitados a apoyar con nuestra oración incesante a todos los implicados en el proceso sinodal, esperando que el acontecimiento sea un verdadero kairós para cada corazón y para toda la Iglesia. Estemos dispuestos a acoger toda nueva inspiración que de él surja, para sentirnos más impulsados a vivir con renovado vigor nuestra pasión misionera, haciéndonos cada vez más “santos y capaces”, como quería San Daniel Comboni. De este modo, impregnados de este espíritu sinodal, queremos dar mayor energía y vitalidad a nuestra consagración ad gentes, ad vitam, ad pauperes y ad extra. Signos constitutivos de nuestro carisma, que debe impulsarnos siempre a abrazar a todos y a todas, sin exclusión, como una opción consciente, hecha apasionada por el fuego del amor vivo del Corazón de Jesús, y que nos anima a una verdadera “revolución del amor misericordioso”.

En octubre -mes misionero- celebramos también la Jornada Mundial de las Misiones con el título “Corazones que arden, pies que caminan”. El Papa Francisco ha querido retomar la experiencia de los dos discípulos desanimados y decepcionados en el camino de Emaús (cf. Lc 24, 13-25). Ese camino que aún hoy marca la experiencia de algunos hermanos que han perdido el “fuego” interior de su consagración. Por eso, que la celebración del 20º aniversario de la canonización de nuestro Fundador, nuestra participación atenta en el Sínodo y nuestra implicación activa en la Jornada Mundial de las Misiones se conviertan para nosotros en una triple invitación a una vida siempre renovada e inflamada por la Palabra compartida y el Pan partido. Que reaviven en todos nosotros el entusiasmo por la misión y la valentía de ponernos de nuevo en camino hacia Jerusalén, con el deseo gozoso de anunciar a Jesús que vive en nosotros.

¡Ánimo! ¡Volvamos a ponernos en camino! Jesús resucitado, en su amorosa paciencia, no se cansa de caminar a nuestro lado y de hacer arder nuestros corazones (cf. Lc 24, 32) con la misma pasión que impulsó a Comboni.

¡Les deseamos de todo corazón una feliz fiesta!

El Consejo General
Roma, 10 octubre 2023