Lunes, 27 de febrero 2023
Para facilitar una familiarización ágil con la realidad de la ecología integral, la Secretariado General de la Misión ha elaborado 5 fichas sencillas para responder a las preguntas más recurrentes...
FICHAS SOBRE ECOLOGÍA INTEGRAL
El XIX Capítulo General adoptó la ecología integral como eje fundamental de nuestra misión que conecta las dimensiones pastoral, litúrgica, formativa, social, económica, política y medioambiental (AC ’22, 30). Se trata de conceptos y terminología relativamente nuevos, que pueden resultar molestos para algunos. La dificultad reside en que nos enfrentamos a una realidad compleja, que no puede reducirse a simplificaciones y eslóganes. Para ello remitimos a la lectura del capítulo IV de la encíclica Laudato si’, que ofrece una restitución articulada.
Sin embargo, para facilitar una familiarización ágil con la realidad de la ecología integral, la Secretariado General de la Misión ha elaborado 5 fichas sencillas para responder a las preguntas más recurrentes:
1. ¿De dónde viene la ecología integral?
En los últimos años, ha crecido la conciencia de la gran crisis de la época que estamos viviendo, caracterizada por:
• efectos devastadores en el medio ambiente natural derivados del cambio climático, la explotación de recursos y la contaminación, que provocan la pérdida de biodiversidad;
• las crecientes desigualdades en el mundo, la exclusión social, el empobrecimiento de millones de personas;
• violencia y conflictos en todo el mundo, lo que resulta en una «tercera guerra mundial gradual» de facto, con el riesgo nuclear cada vez más amenazante con la guerra en Ucrania.
Un signo de los tiempos, vinculado a todas estas dinámicas, es el aumento dramático -sin precedentes- en el número de migrantes forzados, refugiados y desplazados en el mundo (281 millones en 2020, de los cuales 82,4 millones de personas están huyendo).
La encíclica Laudato si’ del Papa Francisco nos ayuda a entender que: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (LS 139).
Por eso: “hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49).
El sistema global, tal como funciona hoy, es insostenible y está poniendo en peligro la vida en el planeta a una escala sin precedentes. La ciencia ha demostrado que esta crisis se debe a las acciones humanas y que nos queda una ventana de oportunidad muy pequeña para prevenir lo peor. Si cruzamos puntos de no retorno, el cambio climático se intensificará y será irreversible. Debemos actuar inmediatamente para revertir el curso, respondiendo al grito de la tierra y al grito de los pobres.
2. ¿Qué es la ecología integral?
La crisis ecológica es la manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad (LS 119). La ecología integral nos invita a mirar la situación actual de manera diferente, conscientes de que la crisis socioambiental deriva de una antropología distorsionada, que mientras reduce a la persona humana a un individuo aislado – entendido principalmente como homo economicus – considera la naturaleza exclusivamente como un recurso a explotar, llevándonos así a un distanciamiento de la relación vital que debemos tener con el Creador.
La ecología integral, de hecho, se basa en una visión integral de la vida, a partir de la convicción de que todo está conectado, que todos somos interdependientes y que dependemos de nuestra Madre Tierra. También aboga por la necesidad de nuevas formas de pensamiento y práctica para perseguir «el sueño de Dios para todos nosotros, que somos sus hijos» (Papa Francisco).
La ecología integral sugiere una concepción renovada de las relaciones humanas y con la naturaleza. Esto conduce a una nueva economía, en la que la producción de riqueza se dirige al bienestar integral del ser humano y a la mejora – no destrucción – de nuestra casa común. Esto implica también una política renovada, concebida como una de las formas más altas de caridad (Pablo VI), que involucra tanto a todos los pueblos como a la naturaleza misma.
La ecología integral es un enfoque múltiple de la crisis ecológica, porque aborda simultáneamente las crisis económicas, sociales y ambientales que estamos viviendo, y considera esencial buscar soluciones integrales, es decir, de tal manera que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales, incluida la dimensión cultural y espiritual.
3. ¿Cómo funciona la ecología integral?
“Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos inter penetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad” (LS 139).
No podemos comprender completamente los impactos ambientales sin un análisis de los contextos humanos y sociales, y especialmente del sistema económico. De hecho, un sistema económico que necesita un crecimiento constante para sostenerse solo puede extraer valor de la naturaleza y del trabajo humano para acumularlo. Maximizar las ganancias está por encima de las necesidades de las personas, la dignidad humana y el equilibrio de los ecosistemas naturales. Todo esto es insostenible, tanto desde el punto de vista ambiental, humano y social.
Cualquier daño a la solidaridad y la amistad cívica causa daño ambiental. Aquí vemos la importancia del llamado «capital social», es decir, las instituciones, la sociedad civil, los grupos sociales y el bien común, para la ecología. Por el contrario, una vida social positiva, fraterna y solidaria tiene un impacto virtuoso incluso en ambientes que a primera vista son inhabitables, tejiendo lazos de pertenencia y convivencia, y promoviendo auténticas experiencias comunitarias. De esta manera, cualquier lugar deja de ser un infierno y se convierte en el contexto de una vida digna. (LS 148)
Un enfoque imprudente del patrimonio natural se traduce inevitablemente en amenazas a otros patrimonios humanos, como el histórico, el artístico y el cultural. Y no hace falta decir que la desaparición de una cultura puede ser tan grave como la desaparición de una especie animal o vegetal, y quizás más, así como la imposición de un estilo de vida hegemónico vinculado a un determinado modo de producción -el liberal-capitalista- puede ser tan perjudicial como la alteración de los ecosistemas.
La ecología integral también requiere el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad. Al abordar los problemas ambientales, requiere que se preste atención a las culturas locales, mientras se dialoga honestamente con el conocimiento científico. Es necesario tomar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, respetando constantemente el protagonismo de los actores sociales locales, heraldos de su propia cultura y conocimientos tradicionales. Laudato si’ enfatiza:
“En este sentido, es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios. Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. Cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan. Sin embargo, en diversas partes del mundo, son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura” (LS 146).
4. ¿Qué es la conversión ecológica?
La evangelización, entendida como anuncio del Reino de Dios e invitación a la conversión del corazón, tiene mucho que decir en relación con las situaciones existenciales y planetarias de nuestro tiempo. El anuncio de Cristo resucitado hoy no puede dejar de estar conectado con la necesidad de una reconexión espiritual con la Creación y con el Creador. La experiencia profunda de ser hijas e hijos de Dios, amados, unidos al amor de Cristo por el mundo, no puede dejar de generar nuevas relaciones con la Creación y dentro de la comunidad humana.
Laudato si’ es clara a este respecto:
“El cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica capacidad de convivencia y de comunión. Jesús nos recordó que tenemos a Dios como nuestro Padre común y que eso nos hace hermanos. El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser un pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que esperamos que haga. Por eso es posible amar a los enemigos. Esta misma gratuidad nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a nuestro control. Por eso podemos hablar de una fraternidad universal” (LS 228).
Las relaciones «correctas», es decir, capaces de generar vida, serán aquellas que en primer lugar cambien el paradigma económico-financiero tan insostenible e injusto como para llevar al Papa Francisco a definirlo como «una economía que mata» (Evangelii Gaudium, 53). Para limitar y detener el cambio climático, la contaminación, la devastación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad, necesitamos un modelo de desarrollo y económico-financiero diferente.
El sistema económico mundial actual, basado en el crecimiento económico «indefinido», es la causa estructural de la insostenibilidad del mundo actual. Está claro que el crecimiento económico «indefinido» es imposible en un mundo de recursos «finitos», pero se sigue persiguiendo un crecimiento ilimitado. Nos enfrentamos al imperativo moral –y a la urgencia práctica– de preguntarnos sobre muchas cosas: ¿cómo producimos? ¿cómo consumimos? ¿qué pasa en nuestra cultura del desperdicio? ¿cómo podemos ampliar el horizonte de nuestras visiones a corto plazo? ¿Es correcto continuar explotando a los pobres con total indiferencia? ¿Cómo juzgamos las crecientes desigualdades en el mundo? ¿Es sensato seguir dependiendo de fuentes de energía nocivas?
Es la hora de empezar a creer que es posible dar vida a una sociedad «post-crecimiento», caracterizada por el «cuidado» y el «buen vivir», radicalmente diferente de la sociedad de consumo actual, drogada por la acumulación de riqueza.
Otro punto importante enfatizado por el Papa Francisco es que una conversión ecológica genera amor civil y político:
“Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo. Mientras tanto, el mundo del consumo exacerbado es al mismo tiempo el mundo del maltrato de la vida en todas sus formas. El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (…).
En este marco, junto con la importancia de los pequeños gestos cotidianos, el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad” (LS 230-231).
Finalmente, una conversión ecológica significa superar la dinámica de dominación y acumulación consumista en la raíz de los conflictos armados, abrazando una opción de construcción de paz capaz de difundir una cultura de paz. Esto comienza en los corazones de las personas:
“La paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque, auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida. La naturaleza está llena de palabras de amor, pero ¿cómo podremos escucharlas en medio del ruido constante, de la distracción permanente y ansiosa, o del culto a la apariencia? Muchas personas experimentan un profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda velocidad para sentirse ocupadas, en una prisa constante que a su vez las lleva a atropellar todo lo que tienen a su alrededor. Esto tiene un impacto en el modo como se trata al ambiente. Una ecología integral implica dedicar algo de tiempo para recuperar la serena armonía con la creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales, para contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea, cuya presencia «no debe ser fabricada sino descubierta, develada” (LS 225)
5. ¿Qué tiene que ver la ecología integral con la misión?
El XIX Capítulo General expresó un sueño misionero, que perfila la visión de un horizonte hacia el cual moverse y dirigir el camino de los Combonianos (CA ’22, 28):
“Soñamos con un estilo misionero más inserto en la realidad de los pueblos que acompañamos hacia el Reino, capaz de responder al clamor de la Tierra y de los empobrecidos. Un estilo misionero que también se caracteriza por estilos de vida y estructuras más sencillas dentro de comunidades interculturales donde damos testimonio de fraternidad, comunión, amistad social y servicio a las Iglesias locales a través de pastorales específicas, colaboración ministerial y caminos compartidos”.
Carismáticamente, este sueño refleja en hacer causa común con los pueblos excluidos y marginados y, en la conciencia de hoy, en la que percibimos que todo está conectado, de la Tierra que sufre. Aunque en el mundo de hoy el criterio geográfico de la misión ya no es tan decisivo como en el pasado, la dimensión ad gentes sigue siendo central para la misión del Instituto, asumiendo un acento más marcadamente antropológico. He aquí, pues, la invitación a una inserción cada vez mayor en la vida y en la realidad de los pueblos, animados por un profundo sentido de compasión que manifiesta el corazón de Jesús.
Es precisamente el carisma comboniano, por lo tanto, el que nos llama a responder al grito de los pueblos y de la tierra, por caminos de conversión ecológica. En particular, el Capítulo dio una guía (CA ’22, 30) para los próximos 6 años, que nos muestra el camino de la Ecología Integral:
“En respuesta a los desafíos del cambio de época que vivimos, a la luz de la Palabra de Dios, asumimos la Ecología Integral como un eje fundamental de nuestra misión que conecta las dimensiones pastoral, litúrgica, formativa, social, económica, política y ambiental”.
Aquí se enfatizan dos aspectos de la conversión ecológica: el espiritual y el ministerial. En primer lugar, es fruto del discernimiento evangélico, guiado por la Palabra de Dios. No vemos la conversión ecológica como un proyecto humano y, además, aplanado en la dimensión ambiental de la realidad. Pero es el camino de la fe, en respuesta a las invitaciones del Espíritu, de quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica.
Además, es una conversión pastoral hacia un enfoque ministerial que parte de la conciencia de que todo está conectado. Nos invita a superar la fragmentación de nuestros compromisos y servicios, llegando a una pastoral específica dedicada a grupos humanos particulares, especialmente según las prioridades continentales (CA ’22, 31), que conectan las dimensiones pastoral, litúrgica, formativa, social, económica, política y ambiental.
En la exhortación apostólica Ecclesia in Africa, Juan Pablo II declaró:
“La evangelización tiene por objeto «transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (Pablo VI, Exhor. Ap Evangelii nuntiandi). En el Hijo único, y por medio de Él, se renovarán las relaciones de los hombres con Dios, con los demás hombres, con la creación entera. Por eso el anuncio del Evangelio puede contribuir a la transformación interior de todas las personas de buena voluntad que tienen el corazón abierto a la acción del Espíritu Santo.
Esta afirmación subraya que la evangelización es la dinámica fundamental, desde nuestro punto de vista, de la conversión ecológica, una respuesta a los desafíos de época que vivimos hoy. Como iniciativa trinitaria, la evangelización también nos llama a la conversión constante y a avanzar con la Iglesia en un camino de conversión ecológica.
Por esta razón, el Capítulo ha asumido el compromiso de “Adherirse a la Plataforma de Acción Laudato Si’ (PALS) promovida por el dicasterio de la Santa Sede para el Servicio del Desarrollo Humano Integral en los distintos niveles (comunidades, circunscripciones, Instituto)” (DC’22, 30.1).