Sábado 22 de enero 2022
Al final de 2020, el Papa Francisco publicó su tercera encíclica, Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social. Esta encíclica social nos desafía como misioneros combonianos y nos estimula a reflexionar sobre nuestro ministerio misionero. Este espacio está dedicado a reflexiones para compartir diversas perspectivas misioneras a partir de cada capítulo de la encíclica e ideas del documento en su conjunto. [Véase el sitio web del SGM: combonimission.net]
Uno de los signos de los tiempos que la Encíclica Fratelli Tutti toma en consideración es la experiencia de un pluralismo sin precedentes, social, étnico, religioso, que nos asusta. Es una realidad que se ha desarrollado sin que seamos conscientes de ello y que nos ha pillado desprevenidos. Necesitamos analizarlo desde un punto de vista social, cultural y cristiano para entenderlo y gestionarlo. Algunas personas están perdiendo toda seguridad. Hay ciudadanos en todas partes, incluidos los «cristianos», abrumados por el multiculturalismo. En lugar de aceptar el desafío de la interculturalidad, existe la tentación de tomar posiciones defensivas. Debido a la falta de madurez intelectual, el pluralismo no es aceptado ni como recurso humano ni como don divino. En cambio, los misioneros debemos ir más allá del ensimismamiento de motivaciones y visiones religiosas, culturales, individualistas y nacionalistas. Debemos ser capaces de ver a Dios en este nuevo fenómeno que mezcla pueblos y culturas.
Todos somos creados a imagen y semejanza de Dios, somos únicos en todos los niveles. Consideramos que la singularidad es una riqueza, el capital que cada uno de nosotros tiene, pero también la sentimos como una limitación porque nos aísla de los demás. En nuestra experiencia de nuestra singularidad como potencial, vemos que puede ser malinterpretada y tiende a aislarnos.
Por otro lado, si miramos a la Trinidad, vemos que es la singularidad absoluta y también la relación absoluta: es la comunión. Tenemos una sed infinita de singularidad y una sed infinita de relación. La felicidad, sin embargo, radica en hacer que mi singularidad se encuentre con la singularidad de los demás, con la llamada alteridad, en una relación acogedora. Como reflejo del misterio de la Trinidad en el que los cristianos afirmamos: «Soy creado a imagen de Dios», el otro que encontramos frente a nosotros es también la imagen de Dios. Categóricamente también afirmamos: «mi singularidad sólo es fructífera si entra en comunión con otra singularidad».
La singularidad mal interpretada se convierte en individualismo. Se convierte en egocentrismo, que piensa que no necesita al otro y no tiene que relacionarse con el otro, y mucho menos cuidar al otro. La sed infinita de relación está distorsionada. El individualismo no está en el Plan de Dios, ni en la constitución del ser humano. Cada persona es intrínsecamente relacional. ¡No hay verdadera alegría en la soledad! Las sombras que se ciernen sobre nuestro tiempo enumeradas por el Papa Francisco tienen sus raíces en el ego individualista que se daña a sí mismo, a los demás, a la creación y al cosmos, porque no nos permite experimentar la alegría de la relación. Esto recuerda la crisis antropológica de la que tanto Benedicto XVI como Francisco han hablado varias veces.
La singularidad está estrechamente ligada a la Alteridad y a la Comunión. La singularidad debe ser honrada como invención, como creatividad original. Dios quiere que seamos singulares, porque salimos de su corazón como originales, no fotocopias. Este es pluralismo de calidad, no de cantidad. Pero Dios también quiere que estemos en comunión. En las comunidades religiosas, la comunión era vista como una nivelación con una tendencia hacia la uniformidad externa. Para hacernos iguales: el mismo horario, la misma forma de orar; todo dentro del mismo patrón. En cambio, «comunión» significa «relación». La singularidad es un hecho de la creación, el pluralismo es un hecho de la creación. El pluralismo puede traer tensiones, choques. Pero Jesús vino a traer koinonia, la comunión de las singularidades, no a destruirlas; este es el significado de la Redención. Incluso en nuestra Congregación, un verdadero microcosmos, tenemos el mismo carisma, pero es un carisma formado por diferentes rostros, diferentes singularidades, diferentes mentes. El pecado consiste en transformar la alteridad en oposición, o en una oportunidad para explotar a los demás, porque son diferentes, porque son débiles, por las circunstancias de su nacimiento, porque en las sombras del mundo de hoy están del lado de los desfavorecidos.
El pluralismo se refiere a Dios el Creador. La singularidad, el pluralismo, la transformación, la comunión, son constantes en la Creación, en la Sabiduría de Dios. La tarea misionera es interpretar la realidad plural de nuestro tiempo dentro del camino de la historia de la salvación, orientada a unir a los pueblos a una comunión que significa cuidar, amar con el mismo corazón de Dios.