Navidad 2021
“En este momento de incertidumbre y fragilidad, sentimos una necesidad aún mayor de una buena noticia, un evangelio que una a las personas, que caliente los corazones y que sea capaz de superar las distancias físicas y socioeconómicas impuestas por la pandemia y la indiferencia, especialmente hacia los más débiles y pobres. Y este evangelio es el hecho de que "Dios envió a su Hijo, nacido de mujer". Él es el Niño de Belén, el Pan que nos sacia, …” (El Consejo General)
Una Santa Navidad
y un Año Nuevo 2022 de Paz y Luz
"Pero cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios
a su Hijo, nacido de mujer" (Gálatas 4:4)
Queridos hermanos
La proximidad de la celebración de la Navidad de Jesús nos impulsa a desear a todos una FELIZ NAVIDAD. Lo hacemos conscientes de las dificultades que podemos experimentar al formular este deseo. Dificultades que pueden surgir de dos acontecimientos recientes. Por un lado, el documento de la Unión Europea -que ya ha sido retirado- con las directrices de comunicación en las que, para no herir la sensibilidad de personas de diferentes culturas o religiones, invitaba a decir "felices fiestas, no Feliz Navidad: no todo el mundo es cristiano". Por otro lado, la inquietud que este año, al igual que el anterior, estamos experimentando por el nuevo aumento de las infecciones de covid 19 en todo el mundo, con las nuevas variantes, incluso más agresivas que las anteriores.
Con las medidas adoptadas para protegernos y evitar nuevas infecciones, se cierran las fronteras, aislando y discriminando a personas y países enteros, poniendo cada vez más en peligro su vida social y su recuperación económica y aumentando así el número de pobres en el mundo.
Son sólo dos signos de que estamos en un momento histórico en el que corremos el riesgo de vivir en contradicción con la celebración del nacimiento de Jesús, ignorando de hecho el espíritu de la Navidad, que nos habla sobre todo de acogida, de tolerancia, de proximidad y de relaciones fraternas entre pueblos de diferentes razas, culturas y confesiones.
En este momento de incertidumbre y fragilidad, sentimos una necesidad aún mayor de una buena noticia, un evangelio que una a las personas, que caliente los corazones y que sea capaz de superar las distancias físicas y socioeconómicas impuestas por la pandemia y la indiferencia, especialmente hacia los más débiles y pobres. Y este evangelio es el hecho de que "Dios envió a su Hijo, nacido de mujer". Él es el Niño de Belén, el Pan que nos sacia, el hijo de María y José, el hermano universal que viene a derribar muros y ampliar nuestros estrechos horizontes. Él, el Verbo hecho carne, que vino a habitar entre nosotros, desposa nuestra humanidad y se une íntimamente a ella.
La Navidad es una invitación a contemplarlo en su humanidad, a dejarnos llevar por su belleza que nos llena de asombro y maravilla. Esta es, sobre todo, la actitud que Comboni tuvo ante la gruta de Belén y que le acompañó en su misión: ¡Dios mío! ¿ Pero ¿dónde quiso nacer J. C.?... Entré, y aunque el nacimiento es más alegre que la muerte, quedé más conmovido que en el Calvario, al pensar en la condescendencia de un Dios que se humilló hasta el punto de nacer en ese establo (S 111). Pidamos para cada uno de nosotros el don de la gracia del asombro ante el Dios que se encarna hoy en los pobres, en los humildes, en los refugiados y emigrantes, en los descartados que viven en las periferias del mundo.
El asombro nos llevará a ver lo invisible, a contemplar la presencia del Niño en tantas situaciones en las que estamos inmersos cada día: la resiliencia de los pobres, que tienen la capacidad de levantarse y luchar por una vida más digna; la entrega de hombres y mujeres que, olvidándose de sí mismos, se ponen generosamente al servicio de los demás; la vida de tantos misioneros que, día tras día, sin hacer ruido, anuncian con alegría y generosidad la buena noticia de Belén. Por último, el asombro porque Dios sale siempre a nuestro encuentro sin cansarse nunca de nosotros y nos invita a mirar hacia arriba y contemplar su fidelidad.
Por eso, mientras continuamos nuestro camino hacia el XIX Capítulo General, celebremos la Navidad proclamando sin miedo que Dios ha nacido para todos, y que no hay muros, ni leyes, ni límites de espacio o tiempo que impidan la efusión de su gracia. Digamos a todos, con la palabra y con la vida, que la plenitud de los tiempos ha llegado y que el Hijo de Dios habita entre nosotros, para siempre, y crea un mundo nuevo, en el que la compasión, la tolerancia, la cercanía y el amor tienen cabida y arrojan una luz nueva sobre las tinieblas que tantas veces nos rodean y perturban. En medio de nuestras actividades misioneras o en el silencio de nuestro corazón, ¡entreguémonos maravillados ante el Niño de Belén!
Una Santa Navidad y un Año Nuevo 2022 de Paz y Luz.
El Consejo General