Fanatismo, fundamentalismo, intolerancia, sectarismo, integrismo, intransigencia, proselitismo, relativismo, sincretismo, diálogo, apertura, misión... La palabra de Jesús en el Evangelio de hoy viene a aclarar un cúmulo de palabras que abundan en el lenguaje de muchas personas y en los medios de comunicación social, que, con diferentes enfoques, discuten sobre estos temas de actualidad religiosa y política.

Tres “dichos” de Jesús
Comentario a Mc 9, 38-48

Los evangelios, además de narrar episodios de la vida de Jesús y reproducir las parábolas que contaba, recogen y organizan, cada evangelista a su modo, colecciones de “dichos” que Él seguramente pronunció en distintas ocasiones y  que los primeros discípulos recordaban de memoria, compartían entre sí y transmitían a los nuevos discípulos como un tesoro de sabiduría y una guía práctica para sus vidas. En el texto que leemos en este domingo podemos identificar tres de estos dichos, que yo entiendo de la siguiente manera:

1. El bien no tiene fronteras religiosas o de otro tipo. El dicho exacto de Jesús es “quien no está contra nosotros está con nosotros” y lo dice porque algunos querían impedir que personas que no pertenecían al grupo de los discípulos actuasen en su nombre. Es como si hoy prendiéramos que un no cristiano no ayudase a los pobres, porque no es cristiano. Cualquier bien, venga de donde venga, es una participación de la bondad de Dios. Debemos reconocerlo, agradecerlo y alegrarnos.

2. Un vaso de agua puede tener un valor infinito. Jesús dice exactamente: “Quien dé un vaso de agua en mi nombre, no perderá su recompensa”. A veces hace falta poco para alegrar la vida de una persona, para hacer que se sienta respetada, para darle esperanza ante las dificultades. Dar un vaso de agua es signo de acogida, de respeto, de disponibilidad a “echar una mano” si hace falta. El que da un vaso de agua al que lo necesita, está abierto al otro y quien se abre al otro se abre a Dios. ¿Cuál es el “vaso de agua” que yo puedo ofrecer a las personas que encuentro e mi alrededor?

3. ¡Ojo con ser un tropiezo para los pequeños! Marcos recoge aquí varias sentencias que tienen como elemento común una referencia al “escándalo”. Sabemos que esta palabra significa, en realidad, “tropiezo”, es decir, “zancadilla”, hacer que una persona indefensa caiga. Jesús, que es bondadoso y lleno de ternura, se vuelve serio y duro cuando alguien profana la casa de su Padre (el templo) o cuando alguien quiere hacer tropezar a los pequeños, a los “pobres de Yahvè”, a los que sólo tienen a Dios en quien confiar. Con los “pequeños” de Dios no se juega. Al mismo tiempo, Jesús nos dice algo así como: “No te hagas trampas a ti mismo”; si algo te está haciendo daño, no pactes con el mal, córtalo de raíz, escoge el camino del bien con decisión y claridad.

Como cada domingo, al celebrar la Eucaristía y escuchar estas palabras de Jesús, le decimos: Amén, gracias, quiero que estas palabras iluminen mi vida de hoy y de siempre. Ayúdame a hacer que sean verdad en mí.

P. Antonio Villarino
Bogotá

Evangelizar sin monopolizar a Dios
Números 11,25-29; Salmo 18; Santiago 5,1-6; Marcos 9,38-43.45.47-48

Reflexiones
Fanatismo, fundamentalismo, intolerancia, sectarismo, integrismo, intransigencia, proselitismo, relativismo, sincretismo, diálogo, apertura, misión... La palabra de Jesús en el Evangelio de hoy viene a aclarar un cúmulo de palabras que abundan en el lenguaje de muchas personas y en los medios de comunicación social, que, con diferentes enfoques, discuten sobre estos temas de actualidad religiosa y política. Jesús toma la ocasión del exceso de celo del apóstol Juan y de otros discípulos, que querían prohibir a otra persona echar demonios en el nombre de Jesús, “porque no es de los nuestros” (v. 38). Jesús interviene diciendo: “No se lo impidan” (v. 39). En una circunstancia análoga, también Moisés (I lectura) había reaccionado en contra de la petición recelosa de su colaborador y futuro sucesor, Josué, deseando no una restricción sino una mayor efusión del Espíritu del Señor sobre su pueblo “¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta!” (v. 29).

Josué y Juan –el joven apóstol bien merece el sobrenombre de ‘hijo del trueno’, como lo llama Jesús (Mc 3,17)– tienen, lamentablemente, numerosos seguidores en cada cultura y religión. Impedir, prohibir…los verbos usados por Josué y Juan no agradan a Jesús, el cual no quiere impedir a nadie hacer el bien o pronunciar palabras buenas (v. 39). La de Josué y Juan es la tentación típica de todo movimiento integrista, así como de las personas que viven encerradas en su gueto. El miedo de lo que es diferente por origen, cultura, religión, etc., provoca sentimientos y actos de cerrazón, exclusivismo, rechazos. En algunos partidos y ambientes políticos la xenofobia llega al punto de considerar a otros como criminales por el solo hecho de ser extranjeros, inmigrantes, prófugos, refugiados, clandestinos.

Cabe subrayar la razón aducida por Juan: “Se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros” (v. 38). “No dice que no sigue a Jesús, sino que no les sigue a ellos, los discípulos, revelando así que tenían muy arraigada la convicción de ser ellos los únicos detentores del bien. Jesús les pertenecía tan solo a ellos, que eran el punto de referencia obligado para todo el que quisiera invocar su nombre; se sentían molestos por el hecho de que alguien realizara prodigios sin pertenecer a su grupo... El orgullo de grupo es muy peligroso: es solapado y hace que se tome por santo celo lo que es puro egoísmo camuflado, fanatismo e incapacidad de admitir que el bien existe también más allá de la estructura religiosa a la que se pertenece” (Fernando Armellini).

Aquí están en juego valores misioneros de primera magnitud. La salvación y la posibilidad de hacer el bien no son monopolio de una clase privilegiada de elegidos y especialistas, sino un don que Dios ofrece ampliamente a cada persona abierta al bien y disponible para ser portadora de amor y de verdad. El Espíritu del Señor se nos da gratuitamente, pero no en exclusiva: nadie, ninguna religión debe pretender monopolizar a Dios, a su Espíritu, la verdad o el amor. La respuesta de Jesús (v. 39) no varía si el que hace una obra buena es clandestino, musulmán, gitano, rechazado, encarcelado, drogadicto… Jesús daría la misma respuesta que dio a Juan, aunque el que lo pidiese fuera un budista, un musulmán u otro. Se trata de una afirmación que no disminuye en nada la verdad de Cristo único Salvador y fundador de la Iglesia; más bien, subraya su universal irradiación misionera.

Para una correcta comprensión de esta doctrina, hay que evitar dos extremos: por un lado, el fanatismo intolerante de quien no admite otras verdades fuera de la propia; y, por otro, el relativismo que no reconoce nada como definitivo y lo deja todo incierto y confuso. “La verdad es una sola, pero tiene muchas facetas como un diamante”, afirmaba Gandhi. Según la fe cristiana, Jesús es la Palabra del Padre, es la verdad personificada y encarnada, de la cual proceden las semillas de verdad y de amor presentes en el mundo entero: de Él vienen y a Él hacen referencia. Solo con este doble movimiento –centralidad e irradiación de Cristo– se superan los peligros del integrismo y del relativismo. La evangelización se funda sobre la posibilidad de un diálogo. El celo misionero bien entendido no es fanatismo, ni imposición, sino la propuesta gozosa y respetuosa de la propia experiencia de vida. Siempre respetando la libertad de las personas, el único camino para la difusión del Evangelio es el testimonio gozoso de la fe y del amor por Jesucristo.

Palabra del Papa

“La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad”.
Papa Francisco
Encíclica «Laudato si’», 24-5-2015, n. 201

A cargo de: P. Romeo Ballán
Misioneros Combonianos (Verona)

NADIE TIENE
LA EXCLUSIVA DE JESÚS

José Antonio Pagola

La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.

Vienen preocupados. Un exorcista no integrado en el grupo está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: “No es de los nuestros”.

Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?

Sus primeras palabras son rotundas: “No se lo impidáis”. El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.

Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.

No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”.

En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Hemos de apoyarlos en vez de descalificarlos.

Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.
José Antonio Pagola