Después de ser rechazado por los habitantes de Nazaret Jesús, según Marcos, inicia una nueva etapa de su misión, involucrando a los Doce, semilla de un nuevo pueblo que acoge el Reino de Dios y lo hace germinar en pueblos y ciudades. En el texto de Marcos que leemos este domingo hay muchas claves y puntos de meditación para nuestra vida de discípulos misioneros. (...)

La misión de los Doce y la nuestra

Un comentario a Mc 6, 7-13

Después de ser rechazado por los habitantes de Nazaret Jesús, según Marcos, inicia una nueva etapa de su misión, involucrando a los Doce, semilla de un nuevo pueblo que acoge el Reino de Dios y lo hace germinar en pueblos y ciudades. En el texto de Marcos que leemos este domingo hay muchas claves y puntos de meditación para nuestra vida de discípulos misioneros. Yo me detengo brevemente en cuatro puntos:

1) Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos
La misión no es fruto de una iniciativa personal, sino de una llamada. En el camino del discipulado misionero hay momentos en los que parece que somos nosotros quienes tomamos la iniciativa y queremos difundir en el mundo nuestro proyecto de humanidad, nuestra ideología, nuestra manera de ver las cosas. Pero el discipulado verdadero sólo empieza de verdad cuando, superada la etapa del protagonismo personal, nos damos cuenta que es el Señor el que nos llama y nos envía.
Ya Moisés y otros grandes profetas experimentaron como la misión fracasa estrepitosamente cuando se asume como un modo de auto-realizare o de ser alguien importante en la sociedad, mientras se vuelve fecunda cuando se asume como respuesta a una llamada.
Y los artistas cuentan algo parecido. Los poetas, por ejemplo, dicen que no son ellos que buscan las palabras, sino que las palabras les buscan a ellos, es decir, que una poesía alcanza una especial fuerza expresiva cuando de alguna manera “se impone” al poeta que, a lo mejor ha trabajado por horas sin que su esfuerzo llegara a nada concreto. Igualmente, en el discipulado misionero, se requiere un momento de gracia inesperada, una toma de conciencia de haber sido llamado/a gratuitamente, un darse cuenta que la misión recibida supera nuestro auto-control, nuestra auto-realización, nuestras perspectivas ideológicas o de protagonismo… para ser la misión de Aquel que nos llamó y non envió. Sólo entonces la misión se hace fecunda, incluso cuando ello supone aparente fracaso o cruz.

2) De dos en dos
Al enviar a sus discípulos “de dos en dos”, Jesús sigue la práctica judía de enviar los mensajeros en parejas: el portavoz debería tener a su lado a un compañero como ulterior confirmación de la autenticidad del mensaje. Al hacer la misión de dos en dos, los discípulos se ayudan mutuamente en el testimonio, dando credibilidad al mensaje de un Reino de fraternidad.
Además, la misión “de dos en dos” supera la experiencia individual, subjetiva, para hacerse propuesta social, compartida. Ciertamente, Jesús hace muchas horas de oración en solitario, pero su misión se desarrolla siempre en público, en plazas y sinagogas, casas, caminos, pueblos y ciudades. La misión no es un asunto privado, no es una iluminación individual; es un asunto público, comunitario, compartido. No es que la misión en común sea más fácil que la misión individual, pero es más auténtica, más fiable.

3) Entrar en las casas
En la práctica misionera de Jesús no hay lugares reservados a la misión: entra en las sinagogas, habla en la calle, junto al mar, en casas de familia… en todas partes. La misión no excluye el templo, pero tampoco permanece atada a él. Es evidente que la misión de la Iglesia hoy, sin dejar las parroquias, debe ir mucho más allá: salir al encuentro de las personas allí donde se encuentran y viven, con sus alegrías, luchas y preocupaciones.

4) Anunciar la cercanía del Reino
Cercanía: esa es una palabra clave en la experiencia de Jesús y de sus discípulos. Jesús anuncia sin descanso, con palabras y gestos, que Dios es cercano a las personas y por ello realiza gestos de sanación, de liberación, de perdón, de amor que hacen que las personas se pongan en pie y caminen. Ese es el poder de Jesús, el poder que comparte con sus discípulos misioneros, el poder de hacer que las personas se levanten y caminen como hijos e hijas.
P. Antonio Villarino
Bogotá

Misioneros ligeros de equipaje

Amós 7,12-15; Salmo 84; Efesios 1,3-14; Marcos 6,7-13

Reflexiones
¡Pobres para ser libres y creíbles! En síntesis, es este el mensaje de Jesús, que llama y envía a sus discípulos al mundo, de dos en dos (Evangelio), con un mensaje de vida: invitar a la conversión y liberar a la gente de los espíritus impuros y de las enfermedades (v. 7.12-13). El lenguaje de Jesús sobre el modo de llevar el anuncio es duro y exigente, hasta la paradoja. La finalidad es clara: que los discípulos entiendan que la eficacia de la misión (la de Jesús y la de los discípulos) no depende de la cantidad de medios materiales ni del favor de los poderosos que, eventualmente, la promueven o la protegen. A menudo estos medios humanos no hacen sino desvirtuar el mensaje evangélico, privarlo de su fuerza interior y condicionar tanto al misionero como a los destinatarios del anuncio.

La abundancia de medios, la organización, el favor de los poderosos no deben contaminar la transparencia y la credibilidad del mensaje que el profeta-misionero ha de anunciar con libertad. La experiencia del profeta Amós es emblemática (I lectura). Amasías, sacerdote del templo de Betel, en el reino de Samaria, goza de los favores del rey Jeroboam II (VIII s. a.C.); es un alto funcionario de la corte, pero ha perdido su libertad; llega hasta rechazar a Amós, profeta de Dios, procedente del sur y enviado al reino del norte: “Vidente, vete, refúgiate en tu tierra de origen” (v. 12). Amasías, cómplice de la estructura real, no tolera que Amós, hombre rudo, pastor y campesino (v. 14), tenga la osadía de atacar ásperamente los abusos de los poderosos, incluyendo al rey, de los propietarios de tierras, de los comerciantes… que explotan ávidamente a los pobres (ver los cap. 5-6-8). Además, Amós no duda en denunciar la práctica religiosa, exterior e incoherente. A la hostilidad de Amasías, Amós responde presentando decididamente sus credenciales: el Señor mismo lo ha sacado del establo y de los campos, y lo ha enviado allí como profeta. Por tanto, él no se moverá de ahí.

Jesús sigue los pasos de los profetas más radicales. Fuerte es su insistencia sobre la pobreza (Evangelio), como condición para la misión: ni pan, ni alforja, ni dinero. “Es una pobreza que es fe, libertad y ligereza. Ante todo, libertad y ligereza: un discípulo con bultos pesados se vuelve sedentario, conservador, incapaz de captar la novedad de Dios y muy hábil en buscar mil razones de comodidad para considerar irrenunciable la casa en la cual se ha hospedado y de la cual no quiere salir (hacer las maletas, renunciar a ciertas seguridades). Pero la pobreza es también fe: es signo del que no confía en sí mismo, pero se fía de Dios. El rechazo está previsto (v. 11): la Palabra de Dios es eficaz, pero a su manera. El discípulo debe proclamar el mensaje y en eso jugarse la vida, pero debe dejar a Dios el resultado. Al discípulo se le confía una tarea, no se le garantiza el éxito” (Bruno Maggioni). El éxito es obra del Espíritu, alma de la Iglesia. (*)

Es oportuno recordar aquí la reflexión del domingo pasado, partiendo del testimonio de san Pablo: la misión auténtica se realiza en la debilidad. Todos los discípulos - cada uno de nosotros - estamos llamados y enviados a llevar el Evangelio de Jesús, pero no como una hazaña personal, sino en cuanto miembros de la nueva fraternidad inaugurada por Jesús (los mandó “de dos en dos” - “donde dos o tres están reunidos en mi nombre). Ir de dos en dos era una costumbre del pueblo hebreo y de otros pueblos cuando se debía dar un testimonio en un juicio o llevar un mensaje importante. Jesús subraya que la misión se realiza con el aporte de varias personas, en un camino comunitario. Porque el primer milagro, que hace creíbles a los mensajeros, son las relaciones fraternas y sinceras en la vida de cada día.

Por eso, todo discípulo ha recibido gratuitamente de Dios el maravilloso don de conocer a Jesucristo. Pablo (II lectura) lo confirma con un lenguaje altamente inspirado: en Cristo el Padre nos ha elegido y bendecido para ser santos, irreprochables, hijos adoptivos, redimidos y perdonados (v. 3-7), con el signo del Espíritu: En Cristo «también ustedes, que han escuchado la palabra de verdad, el Evangelio de su salvación, en el que creyeron, han sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo» (v. 13). De esta manera hemos sido habilitados para la misión al servicio del plan de Dios (v. 14), para que la familia humana tenga vida en abundancia.

Palabra del Papa

(*) «El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Sin Él, ¿a qué se reduciría la Iglesia? Ciertamente, sería un gran movimiento histórico, una institución social compleja y sólida, tal vez una especie de agencia humanitaria. Y en verdad es así como la consideran quienes la ven desde fuera de la perspectiva de la fe. Pero, en realidad, en su verdadera naturaleza y también en su presencia histórica más auténtica, la Iglesia es plasmada y guiada sin cesar por el Espíritu de su Señor. Es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es precisamente fruto del Espíritu divino invisible».

Benedicto XVI

Fiesta de Pentecostés, 31-5-2009

Siguiendo los pasos de los Misioneros

11. Jornada internacional para recordar y rezar por la Gente del Mar que trabaja lejos de su país, de sus seres queridos y de la Iglesia local. En 1920 nació en Escocia la Obra ‘Stella Maris’, para sostener a la gente del mar. En 1997 Juan Pablo II escribió una carta para dar un nuevo impulso al apostolado marítimo.

  1. S. Benito, abad (Nursia, 480 – 547, Montecasino), hermano de santa Escolástica. Después de estudiar en Roma y de vivir algunos años como eremita en Subiaco, se trasladó a Montecasino, donde años más tarde murió; fundó una comunidad monástica, para la cual escribió su Regla, basada en la oración y el trabajo (ora et labora), la caridad fraterna y la hospitalidad. Nació así la Orden de san Benito (de donde el nombre popular de Benedictinos), beneméritos por la liturgia, la misión, la cultura cristiana y el desarrollo social. Por eso, se le considera patriarca de los monjes en Occidente, padre y patrono de Europa.
  2. S. Inés Le Thi Thanh (1781-1841), madre de familia y mártir vietnamita, torturada por haber escondido en su casa a un sacerdote. Fue canonizada junto con otros 116 mártires de Vietnam en 1988 (cfr. 24/11).

13. S. Enrique (973-1024), nació cerca de Bamberg (Baviera) y creció en una familia cristiana; fue rey de Alemania y, desde 1014, también emperador del Sacro Imperio Romano. Junto con su esposa santa Cunegunda, se dedicó a renovar la vida de la Iglesia y a propagar la fe cristiana en Europa, fundando diócesis y monasterios; él mismo solicitó la introducción del Credo en la Misa dominical. Es patrono de los monarcas.  

°    B. Mariano de Jesús Euse Hoyos (Colombia, 1845-1926), sacerdote diocesano, ejemplar por su sencillez, integridad de vida y celo apostólico en las actividades parroquiales.

°    B. Carlos Manuel Rodríguez Santiago (1918-1963), laico, apóstol entre los jóvenes, dedicado a la liturgia y a la catequesis; es el primer beato de Puerto Rico.

  1. S. Francisco Solano (1549-1610), franciscano español, gran misionero itinerante en Panamá, Argentina, Paraguay y Perú (desde 1595), naciones en las que predicó el Evangelio y protegió a los indígenas. Murió en Lima donde es venerado hasta el día de hoy.

°    S. Camilo de Lellis (1550-1614), sacerdote italiano, entregado al servicio de los incurables; es fundador de los Ministros de los Enfermos (conocidos como Camilos), y patrono de enfermos, enfermeros y hospitales.

°    B. Ghebre Michael (1791-1855), mártir lazarista etíope; se convirtió de la Iglesia copto-ortodoxa y sufrió persecución. Colaboró con san Justino de Jacobis (cfr. 31/7), obispo del vicariato de Abisinia, donde fue el primero en incardinarse. Contribuyó a la elaboración de un catecismo para el pueblo y a la traducción de un libro de formación.

  1. S. Vladimir († 1015), príncipe de la Rusia de Kiev, se convirtió a Cristo en el año 988 y promovió la difusión del cristianismo en Ucrania.

°    Bs. Ignacio de Azevedo († 1570), jesuita portugués, y otros 38 jesuitas españoles y portugueses, martirizados por piratas hugonotes, cerca de las islas Canarias, mientras viajaban con rumbo a Brasil.

°    B. Ana-María Javouhey (1779-1851), religiosa francesa, ardiente misionera en África y América, fundadora de las Hermanas de san José de Cluny, para el cuidado de los enfermos y la instrucción cristiana de las niñas. En 1822 llegó a Senegal y luego organizó escuelas y hospitales en Gambia y Sierra Leona. En Guyana se entregó a favor de los esclavos de color. Promovió la formación del clero indígena.

°    Ven. Mario Hiriart Pulido (1931-1964), laico chileno, fallecido en los EE.UU., mientras viajaba con destino al santuario mariano del Movimiento de Schönstatt, en Alemania. Exitoso ingeniero, dio testimonio de fe cristiana en su ambiente de trabajo; sus pilares fueron la Eucaristía y la devoción a María.

  1. Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, montaña que brindó refugio al profeta Elías y llegó a ser el lugar inspirador de la Orden de los Carmelitas.

°    Ss. Andrés de Soveral, sacerdote brasileño, Domingo Carvalho y más de 60 laicos asesinados en 1645 durante la celebración de la Misa en Cunhaú (Natal). Pertenecen al grupo de los primeros mártires de Brasil, junto con los santos Ambrosio F. Ferro y 27 compañeros (cfr. 3/10).

17. Ss. “12 mártires scilitanos”: Sperato y compañeros (5 mujeres y 7 hombres), de la comunidad cristiana de Scillum, cerca de Túnez; son los primeros mártires de África, decapitados en Cartago († 180).

°    B. Teresa de san Agustín (M. Claudina Lidoine) y otras 15 monjas carmelitas descalzas, mártires, guillotinadas en París († 1794) durante la Revolución francesa. * En esa misma época, en Francia fueron asesinados, por motivos antirreligiosos, numerosos sacerdotes y religiosas.

°    Bs. 4 mártires de La Rioja (El Chamical, Argentina), asesinados por odio a la fe en 1976, durante la dictadura militar: el obispo Enrique Angelelli; el francés padre Gabriel Longueville; el franciscano conventual padre Carlos Murias; y el señor Wenceslao Pedernera, catequista y padre de familia. El Papa Francisco los definió «mártires de la fe, perseguidos por causa de la justicia y de la caridad evangélica».

+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

A cargo de: P. Romeo Ballán – Misioneros Combonianos (Verona)

Sitio Web:   www.comboni.org    “Palabra para la Misión”

+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA
José Antonio Pagola

Marcos 6,7-13

El papa Francisco nos está llamando a una «nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría de Jesús». ¿En qué puede consistir? ¿Dónde puede estar su novedad? ¿Qué hemos de cambiar? ¿Cuál fue realmente la intención de Jesús al enviar a sus discípulos a prolongar su tarea evangelizadora?

El relato de Marcos deja claro que solo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción evangelizadora de sus seguidores. No harán nada en nombre propio. Son «enviados» de Jesús. No se predicarán a sí mismos: solo anunciarán su Evangelio. No tendrán otros intereses: solo se dedicarán a abrir caminos al reino de Dios.

La única manera de impulsar una «nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría de Jesús» es purificar e intensificar esta vinculación con Jesús. No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo, lúcido y apasionado con Jesús. Sin él haremos todo menos introducir su Espíritu en el mundo.

Al enviarlos, Jesús no deja a sus discípulos abandonados a sus fuerzas. Les da su «poder», que no es un poder para controlar, gobernar o dominar a los demás, sino su fuerza para «expulsar espíritus inmundos», liberando a las personas de lo que las esclaviza, oprime y deshumaniza.

Los discípulos saben muy bien qué les encarga Jesús. Nunca lo han visto gobernando a nadie. Siempre lo han conocido curando heridas, aliviando el sufrimiento, regenerando vidas, liberando de miedos, contagiando confianza en Dios. «Curar» y «liberar» son tareas prioritarias en la actuación de Jesús. Darían un rostro radicalmente diferente a nuestra evangelización.

Jesús los envía con lo necesario para caminar. Según Marcos, solo llevarán bastón, sandalias y una túnica. No necesitan de más para ser testigos de lo esencial. Jesús los quiere ver libres y sin ataduras; siempre disponibles, sin instalarse en el bienestar; confiando en la fuerza del Evangelio.

Sin recuperar este estilo evangélico no hay «nueva etapa evangelizadora». Lo importante no es poner en marcha nuevas actividades y estrategias, sino desprendernos de costumbres, estructuras y servidumbres que nos están impidiendo ser libres para contagiar lo esencial del Evangelio con verdad y sencillez.

En la Iglesia hemos perdido ese estilo itinerante que sugiere Jesús. Su caminar es lento y pesado. No sabemos acompañar a la humanidad. No tenemos agilidad para pasar de una cultura ya pasada a la cultura actual. Nos agarramos al poder que hemos tenido. Nos enredamos en intereses que no coinciden con el reino de Dios. Necesitamos conversión.
http://www.musicaliturgica.com