Viernes, 30 de octubre 2020
El Secretariado General de la Misión (SGM) ha propuesto a las Circunscripciones un programa de reflexión comunitaria sobre el tema de la ministerialidad. La Dirección General es muy consciente del momento que nos toca vivir, marcado por el COVID-19 que a todos nos condiciona tanto a nivel psicológico como espiritual. El hecho que nuestras tareas pastorales hayan sido suspendidas por responsabilidad civil, podría tornarse en una buena ocasión para dar más tiempo al programa propuesto. Por lo tanto, invitamos a cada circunscripción a hacer un esfuerzo para adaptar los materiales, en la medida de lo posible intentado relacionar los temas propuestos con la situación que cada país está viviendo. A continuación, presentamos la experiencia del Hno. Joel Cruz Reyes en Ecuador. En la que destacan rasgos del ministerio del Hermano desde una nueva perspectiva de promoción humana que tiene como fundamento La Palabra. [Video y Manual de instrucciones]
TEMA 7: EL PAPEL MINISTERIAL DEL HERMANO
ENCARNACIÓN DE LA PALABRA,
FRATERNIDAD Y PROMOCIÓN HUMANA
Hno. Joel Cruz Reyes
1. Encuentro con la misión
En 1997 llegué a Ecuador destinado al Centro Cultural Afroecuatoriano en la ciudad de Guayaquil. En ese entonces, el acompañamiento de los afrodescendientes giraba alrededor de la religiosidad, lo litúrgico-sacramental y la formación sociopolítica, con la finalidad de visibilizarlos social y eclesialmente. Para eso se buscaba el apoyo de laicos expertos en sicología, antropología, sociología, política…
Por el comportamiento, las actitudes y las motivaciones que percibí en los afros que acudían al Centro, me di cuenta que la dependencia que tenían del misionero, era crónica. Se habían acostumbrado a considerarse material, espiritual y moralmente indigentes. Ciertamente, este comportamiento era el reflejo de las sombras de su historia que los alcanzaba en el presente, pero también era consecuencia de la visión paternalista que había predominado en su acompañamiento. Esto no les permitía crecer en humanidad y en espíritu; los estancaba en el lugar del “objeto”, no los dejaba avanzar hacia el lugar del “sujeto” eclesial y social.
2. Entender e iniciar procesos
Poco a poco, fui entendiendo que esos procesos, aunque eran muy buenos, fueron desconectados de la fe y de La Palabra, como si la “regeneración del ser humano afro” fuera solamente un problema “humano-social”. Me di cuenta que los procesos no llegaban a la contemplación del afrodescendiente como hijo de Dios, imagen y semejanza de Él, esculpido por una historia, circunstancias sociales y eclesiales adversas, cierto, pero al final de cuentas el ser humano pensado, querido por Dios y con una misión específica en la Iglesia, en la sociedad, en el mundo.
Los resultados eran lógicos porque, por un lado, el acompañamiento piramidal heredado por la tradición pastoral predominante en la Iglesia, los hacía “objeto-dependiente” de la acción del “sujeto” que era el misionero. Por otro, la intervención de laicos especialistas sin una visión religiosa, de fe y desconectados de la Palabra de Dios, no podían ofrecer más que una manera de ver al afrodescendiente y su historia, como “un problema” personal y social. No se veían como “seres humanos” sino como “problema social” y “objeto” de abusos, maltratos y exclusiones. Estaban convencidos de que eran solo “víctimas” y no seres humanos con una responsabilidad eclesial y social.
3. Presencia que comparte la vida
Cuando comencé a caminar con ellos, me di cuenta que la presencia del Hermano que, por naturaleza vocacional, está desvestido de lo sagrado, poco a poco va “redondeando” la pirámide relacional en las estructuras culturales, sociales y eclesiales, hasta consolidar la circularidad de la fraternidad ministerial querida por Jesús. Que el Hermano, precisamente, porque es religioso, es capaz de contemplar la humanidad de las personas que acompaña y poner en movimiento esa humanidad (pro-moción humana) en la Iglesia y en la sociedad.
Entendí que el Hermano es un puente entre ciencia y fe, entre Evangelio y sociedad, entre Iglesia y mundo, entre vida religiosa y secular, entre el ministerio sacerdotal y laical. Sin su presencia, con frecuencia, los procesos se vuelven “extremistas”: se van al “extremo litúrgico-sacramental” o al “extremo político-social”. Y el Hermano, tiene un pie en cada extremo. Por eso, es capaz de equilibrar los procesos de evangelización y hacer que el ser humano no vea su historia como tragedia humana sin Dios, sino como historia sagrada y de salvación, donde Dios no solo está presente sino que se hace carne y asume las causas de ese ser humano como suyas.
4. Los milagros de la fraternidad
El Señor me dio la oportunidad de ver los milagros de la fraternidad que brota de la conciencia de saberse todos hermanos, hijos de un mismo Padre. Con la misma dignidad y responsabilidad misionera de Cristo y, por eso, entenderse como el Cuerpo Negro de Cristo en esa sociedad discriminatoria y excluyente que también ensombrecía a la Iglesia en ese contexto. Me dio la oportunidad de experimentar el poder liberador que tiene ese “hacerse uno más entre ellos”, del no tener miedo a “rebajarse”, así como Jesús (Filip 2, Emaús) y buscar junto con ellos los caminos, las respuestas, las soluciones…
Ese estar entre los afrodescendientes como “compañero de camino” y no como guía o maestro, hizo que la gente comenzara a saborear y gustar la comunión y participación, a entender el valor y el poder del “cenáculo de apóstoles” soñado por San Daniel Comboni. Así nació la Hermandad de Misioneros Afroecuatorianos, el Camino Bíblico Afro, procesos de etnoeducación y recreación cultural en un contexto urbano, organizaciones y asociaciones afros con fines culturales y sociopolíticos, la pastoral juvenil afro…
El camino fraterno con los afros me permitió contemplar cómo “el objeto” se fue transformando en “sujeto” social y eclesial. Y todo comenzó cuando se descubrieron como seres humanos, hijos de Dios, misioneros del Padre. Y esta conciencia se siembra conviviendo con ellos, discutiendo con ellos, así como Jesús con sus discípulos: en el camino, en la casa, en la fiesta, en sus lugares… conversando, respondiendo a inquietudes, explicando, compartiendo sin prisas, sin lugares fijos… con frecuencia, lejos del templo.
El haber experimentado el poder regenerador de la fraternidad en el ser humano, me hizo pensar e imaginar al Hermano Misionero Comboniano como “partero” de ministerios laicales que van más allá de las estructuras del templo y de las cuestiones religiosas. De una ministerialidad que toca las cuestiones humanas y sociales; como acompañante de esos ministerios que nacen con proyección secular para infundirles el Espíritu y puedan ser la fuerza transformadora de Dios en la sociedad.
El camino con la gente, me hizo reconocerme como un Hermano religioso, es decir, un “experto” en establecer la conexión profunda entre el mundo y Dios, entre la carne y el espíritu, entre lo humano y lo divino. Un experto en ayudar al ser humano a comprender a Dios como ciudadano que actúa en esa sociedad en la que se encuentra a través de ese ser humano que se reconoce como su presencia.
5. Cuestionamientos y mirada hacia el futuro
¿Pero cómo garantizar que la fraternidad promotora de la humanidad de la gente se fortalezca y no termine diluida en la tradición evangelizadora que mira más lo litúrgico-sacramental? ¿Cómo hacer que el ministerio de encarnación de la Palabra en ministerios que tocan las cuestiones humanas y sociales pueda ser más visible y significativo en el Instituto, la Iglesia y la sociedad? Estas interrogantes encontraron respuesta en la propuesta planteada por San Daniel Comboni de establecer Centros de entrenamiento donde el africano no cambia y el misionero no muere.
Esta estrategia me pareció la más adecuada para la realidad numérica y dispersa del Hermano en el Insituto y, así poder pensar una figura física que acompañe el ministerio del Hermano, lo identifique, lo defina y lo haga más comprensible. Por eso, así como el sacerdote es acompañado por la figura de la parroquia, obra que explica y hace comprensible su ministerio, así comencé a imaginar una obra que pudiera detonar toda la fuerza ministerial de la fraternidad en el Instituto. Así nació la idea de las Obras Combonianas de Promoción Humana (OCPHs) y, el Centro Cultural Afroecuatoriano de Guayaquil, se convirtió en la primera de estas obras.
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y COMUNITARIA:
PARA PROFUNDIZAR
Orientaciones del Papa Francisco y Benedicto XVI sobre la fraternidad
Reflexiones tomadas del documento “Apuntes para una espiritualidad misionera de la fraternidad” del Hno. Alberto Degán.
En ese tercer milenio el papa nos propone una misión fascinadora: combatir la “globalización de la indiferencia” construyendo la “globalización de la fraternidad”. Naturalmente, es un llamado para todos los cristianos, pero en nosotros los Hermanos este llamado suscita sin duda un sentido de alegría y de responsabilidad particular.
Así, no hay que sorprenderse si Helmut Maucher - presidente de la multinacional Nestlé en los años ’80 y ’90 – llegó a decir que él necesitaba de ejecutivos con “instinto asesino”. De esta manera, como afirma el economista Hinkelammert, “la lucha por asesinar al otro es vista como fuente de prosperidad y de vida”. Así, el evangelizador propone el modelo y la espiritualidad del hombre-hermano contra el modelo y la ‘espiritualidad’ del hombre-killer.
Para combatir la injusticia y la pobreza, entonces, hace falta una “revolución espiritual”, una espiritualidad de la fraternidad que nos haga entender que la derrota y la muerte de mi hermano será también, tarde o temprano, mi derrota y mi muerte. Como dijo Martín Luther King, “o lograremos vivir como hermanos o moriremos todos como necios”.
Nuestro Capítulo General de 2015 ha acogido esta invitación del papa, y por eso ha indicado como primer criterio para recalificar nuestros compromisos el criterio de la “cercanía a los pobres” (AC15 n.44.5). Se trata de un criterio que para nosotros los Hermanos combonianos tiene un valor especial, porque nuestro Fundador nos veía como aquellos que estamos más cerca de la gente, porque pasamos más tiempo con ella: “En Africa central los hermanos artesanos bien preparados contribuyen a nuestro apostolado en mayor medida que los sacerdotes a la conversión, porque los alumnos negros y los neófitos (la mayor parte de los cuales... han de permanecer un espacio de tiempo bastante largo con los ‘maestros’ y ‘expertos’, quienes con la palabra y el ejemplo son verdaderos apóstoles para sus alumnos) están con los hermanos, y los observan y escuchan más de lo que pueden observar y escuchar a los sacerdotes” (E5831).
Nota: Mirar también la última encíclica del Papa Francisco “Fratelli Tutti” sobre la fraternidad y la amistad social (03 de octubre del 2020).
ORACIÓN PERSONAL
“Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), llena de gracia y de verdad.” Jn 1,14
Reflexiones a partir de los encuentros continentales de Hermanos en América:
COMPARTIR EN COMUNIDAD Y LINEAS DE ACCIÓN
“El ministerio de los Hermanos, discípulos del Cristo fraterno, presta atención a la dimensión de la fraternidad en todos sus aspectos, incluyendo el desarrollo integral de las personas, la promoción de la justicia, la paz y los Derechos Humanos. Por lo tanto, es un ministerio abierto predominantemente a la dimensión social, antropológica y cultural del Reino de Dios, orientado a la transformación social, al testimonio y al anuncio de la fraternidad y a la animación de la comunidad cristiana”.
SUGERENCIAS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA:
En el momento del PADRE NUESTRO, guardar un momento prolongado de silencio para pensar en la fraternidad que nace de Dios.