El Magisterio del Papa Francisco insiste en la visión de una Iglesia ministerial, es decir, una Iglesia fraterna, impregnada del “olor a oveja”, sinodal, colaboradora y que dé testimonio de la alegría del Evangelio a través del anuncio, el estilo de vida y el servicio. Una Iglesia que emprende un camino de conversión y que va más allá del clericalismo y del cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así” (EG 33). El XVIII Capítulo General aceptó esta orientación de la Iglesia universal y la hizo suya, esperando un camino de regeneración y recalificación de nuestro compromiso misionero en el sentido de los ministerios (AC ’15, 21-26; 44-46).
CARTA DE PRESENTACIÓN DEL AÑO DE PROFUNDIZACIÓN
SOBRE EL TEMA DE LA MINISTERIALIDAD
“Leyendo lo que he escrito, podéis entender mi conocimiento del Misterio de Cristo. Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres como ha sido revelado ahora a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y participes de la misma Promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio, del cual he llegado a ser ministro conforme al don de la gracia de Dios, a mi concedida por la fuerza de su poder”
(Ef 3, 4-7).
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“La razón por la que él... debe ser considerado como un individuo anónimo en una serie de trabajadores, los cuales han de esperar resultados no tanto de su labor personal como de una acumulación y continuación de trabajos misteriosamente manejados y utilizados por la Providencia”
(Escritos 2889).
¡Queridos hermanos, saludos y deseos de una Santa Navidad y Feliz comienzo del nuevo año 2020!
Como todos sabemos, la exhortación apostólica Evangelii gaudium ha puesto de relieve el cambio de época de nuestro tiempo y la necesidad de una profunda renovación en la Iglesia, para vivir el Evangelio con alegría y ser fieles a la propia vocación de discípulos-misioneros de Jesús. Con esta visión renovada de la Iglesia, una Iglesia “en salida” sigue surgiendo cada vez más, en la cual la misión es un paradigma de su ser y de su hacer, escuchando al Espíritu a través del grito de la humanidad sufriente, de los pobres y de la Creación. El Magisterio del Papa Francisco insiste en la visión de una Iglesia ministerial, es decir, una Iglesia fraterna, impregnada del “olor a oveja”, sinodal, colaboradora y que dé testimonio de la alegría del Evangelio a través del anuncio, el estilo de vida y el servicio. Una Iglesia que emprende un camino de conversión y que va más allá del clericalismo y del cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así” (EG 33).
El XVIII Capítulo General aceptó esta orientación de la Iglesia universal y la hizo suya, esperando un camino de regeneración y recalificación de nuestro compromiso misionero en el sentido de los ministerios (AC ’15, 21-26; 44-46). El Espíritu nos llama a soñar y a convertirnos, como misioneros “en salida”, que viven el Evangelio compartiendo la alegría y la misericordia, cooperando en el crecimiento del Reino, a partir de la escucha de Dios, de Comboni y de la humanidad. Un sueño que es el sueño de Dios, que nos lleva a osar, a pesar de nuestra pequeñez, a ser conscientes de que no estamos aislados, sino miembros de una Iglesia ministerial. Estamos llamados a evangelizar como comunidad, en comunión y colaboración con toda la Iglesia, para promover junto con los pobres la globalización de la fraternidad y de la ternura. Todo ello se traduce en opciones de reducción y recalificación de compromisos, desarrollo de servicios pastorales específicos, saliendo hacia grupos humanos marginados o en situaciones límite.
Para ayudarnos a crecer en este camino, la Guía para la realización del XVIII Capítulo General ha reservado el año 2020 para la reflexión sobre el tema de la ministerialidad. Queremos proponer una acción-reflexión, es decir, un enfoque que parte de la experiencia, que reflexione críticamente sobre su potencial transformador y sus aspectos críticos, para discernir nuevas líneas de acción.
Así lo hacía el mismo Comboni: llegó al Plan para la regeneración de África con África a partir de la experiencia directa de la misión, de estudios de profundización y de comparación con otras experiencias, encontrando en el estilo ministerial la respuesta al desafío “imposible” de la evangelización de África. Su Plan refleja una comprensión sistémica del enfoque ministerial: un trabajo colectivo y “universal”, que crea redes de colaboración que reúnen a todas las fuerzas eclesiales, reconociendo cada una su especificidad y originalidad. Una obra que da vida a una pluralidad de servicios, en respuesta a las necesidades humanas y sociales, para las cuales prepara científicamente a los ministros ad hoc, y que prevé el establecimiento de comunidades misioneras sostenibles desde el punto de vista ministerial, socioeconómico y social. Como nos recuerdan también Benedicto XVI y Francisco, la Iglesia crece por atracción, no por proselitismo.
Por lo tanto, nuestra reflexión sobre la ministerialidad requiere ponerse a la escucha del Espíritu, la fuerza motriz y protagonista de los ministerios en la Iglesia discipular-misionera. Nos proponemos profundizar este tema en relación con nuestra vida misionera y experiencia ministerial, personal y comunitaria, compartiendo, principalmente, dos subsidios:
1. Insertos en la Familia Comboniana;
2. Un ágil subsidio de fichas que facilitará el intercambio, la profundización, la reflexión y el discernimiento a nivel comunitario.
Os invitamos a aprovechar de estas herramientas para un camino de formación permanente a nivel personal y comunitario, facilitado por un guía escogido dentro de cada comunidad, que podrá hacer uso de exhaustivos apuntes de facilitación proporcionados con el subsidio.
El Sínodo para la Amazonía, celebrado recientemente, también subrayó la urgente necesidad de la conversión pastoral en la Iglesia: el crecimiento en la ministerialidad es una clave fundamental para este camino. Por lo tanto, tenemos una gran oportunidad de crecimiento y renovación, y depende de cada uno de nosotros y de cada comunidad atesorarla. Pero también es un camino que no hacemos solos, sino en comunión con la Iglesia. Por el contrario, deseamos que nuestro compromiso de ponernos en este camino de renovación misionero-ministerial pueda ser un estímulo y un apoyo -en una dinámica de mayéutica recíproca- a la Iglesia local en la que vivimos: no sólo será un camino de formación permanente, sino también de misión/animación misionera.
En el 2020 tendremos también un evento especial, a nivel de la Familia Comboniana, sobre la ministerialidad social, que tendrá lugar en Roma del 18 al 22 de julio. Este foro es parte de un camino más amplio que estamos tomando como Familia Comboniana, que también incluye un mapa de todas las experiencias de ministerio social de la Familia Comboniana. Nos gustaría llegar a construir sinergias, desarrollar una visión y un lenguaje compartidos, crear redes y construir movimientos de transformación evangélica de la realidad social. A medio plazo, este camino nos ayudará a desarrollar actividades pastorales específicas de manera participativa, tal como lo solicitó el Capítulo de 2015. Necesitamos vuestra participación entusiasta en este proceso, que cuanto más inclusivo, será más rico y significativo.
Finalmente, en apoyo a la dimensión de JPIC (Justicia, Paz e Integridad de la Creación), eje transversal de los ministerios misioneros, nos complace presentar dos herramientas prácticas que se publicarán en 2020:
= El subsidio para la formación básica y permanente comboniana sobre los valores de JPIC.
= El segundo volumen sobre la JPIC de la Familia Comboniana, editado por el P. Fernando Zolli y el P. Daniele Moschetti, que sigue al volumen Sed el cambio que queréis ver en el mundo.
Que San Daniel Comboni interceda por nosotros: que nos haga “santos y capaces” de hacer fructificar el don de la ministerialidad.
El Consejo General
El Secretariado General de la Misión