“Queridos hermanos, Feliz Pascua, Cristo ha resucitado, Aleluya… en nuestra vida individual y comunitaria y en la sociedad, los dones de paz, alegría, amor, reconciliación, justicia, paciencia, consuelo, esperanza, fuerza para luchar y belleza de la vida son signos de que Jesucristo ha resucitado.” (P. Tesfaye Tadesse)
Cristo ha resucitado y vive en nosotros
“Porque yo os trasmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día según las Escrituras… ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!”
(1Cor 15. 3-4. 57)
Queridos hermanos, Feliz Pascua, Cristo ha resucitado, Aleluya
Durante mi visita a la Provincia del Congo, una de las hermosas expresiones que escuché en las celebraciones litúrgicas fue ésta: Bandeko (hermanos), Bobóto (paz), Esengo (alegría), Bolingo (amor) ¡Aleluya!
Sí, los fieles que participaron en las liturgias en diferentes partes de la Iglesia del Congo, que nació y creció bajo el martirio y el testimonio de muchos obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos, incluidos nuestros hermanos asesinados con otros mártires en 1964, me mostraron que en sus corazones, en sus sonrisas y en su celebración hay paz, alegría y amor.
Sí, en nuestra vida individual y comunitaria y en la sociedad, los dones de paz, alegría, amor, reconciliación, justicia, paciencia, consuelo, esperanza, fuerza para luchar y belleza de la vida son signos de que Jesucristo ha resucitado.
Sí, incluso en nuestras comunidades interculturales e intergeneracionales, Jesucristo ha resucitado y está presente si hay testimonio de vida consagrada a Dios, si hay fraternidad, alegría, confianza mutua, trabajo y compromiso en común para la misión entre los pobres y los que sufren, el camino hecho junto con el pueblo de Dios para construir el Reino de Dios donde reina la justicia, la paz, la reconciliación y donde se respeta la naturaleza.
Sí, Jesucristo ha resucitado y está presente cuando seguimos caminando, aunque nuestras vulnerabilidades, fragilidades y conflictos pesan mucho en nuestras vidas individuales y comunitarias, en nuestra sociedad y en el mundo. Él, el Señor resucitado, que ha vencido al pecado y la muerte, está presente y es nuestra fuerza.
“Este Corazón adorable divinizado por la unión hipostática del Verbo con la humana naturaleza en Jesucristo Salvador nuestro, exento por siempre jamás de culpa y exuberante de toda gracia, no conoció un instante desde su formación en que no palpitase del más puro y misericordioso amor por los hombres. Desde la cuna sagrada de Belén se apresura a anunciar por primera vez la paz al mundo: niño en Egipto, solitario en Nazaret, evangelizador en Palestina, comparte su suerte con los pobres, invita a que se le acerquen pequeños y a los desdichados, conforta y cura a los enfermos y devuelve los muertos a la vida; llama al buen camino a los extraviados y perdona a los arrepentidos; moribundo en la Cruz en su extrema mansedumbre ora por sus propios crucificadores; resucitado glorioso envía los Apóstoles a predicar la salvación al mundo entero” (E 3323).
Mis mejores deseos para la celebración de la Pascua de Resurrección, Cristo ha resucitado y vive en nosotros.
P. Tesfaye Tadesse G. mccj, en nombre del Consejo General