Miércoles, 2 de abril 2014
Haciendo una lectura actualizada del Plan de Daniel Comboni –a partir de los desafíos misioneros de hoy– descubrimos dos intuiciones proféticas cuyo valor que el paso del tiempo no ha hecho sino acrecentar su valía:
1. “La regeneración de África con África misma” (Escritos 2753).
Daniel Comboni está convencido, a través de su experiencia y la de otros grandes apóstoles, que no hay camino posible para dicha “regeneración” sino involucrando al mismo pueblo africano como auténtico protagonista de su historia y constructor de su propia liberación.
2. “[Encontrar] un eco de aprobación y un impulso favorable y de ayuda en el corazón de los católicos de todo el mundo, identificados y fundidos con esa sobrehumana caridad que abarca la totalidad del universo, y que el Divino Salvador vino a traer a la tierra” (E 2790).
Todavía con mayor audacia, Daniel Comboni declara que la realización de este Plan para la regeneración de África exige la colaboración incondicional de todas las instancias de la Iglesia y de la sociedad civil, superando cualquier clase de frontera o prejuicio o argumento mezquino.
En estas páginas nos ocuparemos de este último aspecto: la urgencia de sumar el compromiso de todos los “católicos” a favor de una única misión. El término “ministerialidad” (ministerium = diakonía = servicio) nos ayuda a traducir mejor el pensamiento y la praxis de Daniel Comboni, aunque somos conscientes que en el Plan nunca utiliza esta palabra y que se trata de un concepto que no corresponde ni al lenguaje barroco ni a la teología tridentina de su época. Por “ministerialidad” entendemos la responsabilidad misionera por parte de todos los bautizados sin excepción para hacer emerger el Reino de amor y de justicia (fraternidad universal) que ha instaurado la persona y el acontecer de Jesucristo en medio de nosotros. Daniel Comboni no proponía simplemente una estrategia organizativa sino una manera de ser Iglesia en madurez.
Vayamos directamente al texto del Plan, a fin de darnos cuenta de la amplitud de su horizonte (cfr. la última edición fechada en Verona en 1871 – E 2741-2791):
A) ¿Cuál es el soporte teológico que Daniel Comboni coloca a la base de su Plan?
Se trata de un fundamento cristológico y una respuesta martirial:
B) ¿Qué visión de Iglesia tiene Daniel Comboni al atreverse a pedir un compromiso de tal magnitud a los católicos sin distinción?
El reto en aquella época, como también hoy, se antoja casi imposible, sobre todo cuando se piensa al desánimo y frustración que se anida en muchos de los líderes eclesiásticos.
El amor que Comboni alberga por la Nigrizia lo lleva a pedir en concreto:
El objetivo que Daniel Comboni quiere alcanzar es la dignificación del pueblo africano en su integridad:
En resumen, descubrimos en esta propuesta de Daniel Comboni una visión eclesiológica tremendamente abierta e integral, que toma en cuenta todos los ministerios (desde aquel que presta el Papa hasta el que ofrece el más humilde catequista o artesano) cuando se trata de llevar adelante la misión a favor de las personas más necesitadas. Y esto no por simple filantropía o por un sentimiento romántico de un heroísmo ingenuo sino por la sólida motivación que brota del acontecimiento bautismal que nos revela existencialmente el amor de Dios y nos hace hermanos y hermanas en igual vocación de santidad y capacidad. Esta manera práctica de crear ministerialidad encontrará eco solamente un siglo más tarde en la teología postconciliar con el Vaticano II.
Aunque cada uno de los aspectos señalados hasta ahora merece un estudio más completo, por brevedad de espacio presentamos, en forma de decálogo, una serie de enseñanzas emanadas del Plan de Comboni:
1) Daniel Comboni reconoce la importancia del ministerio del Papa (con quien se entrevista personalmente en numerosas ocasiones) y de Propaganda Fide. A ellos dirige su Plan con muestras sinceras de comunión eclesial.
2) La audacia de sus “sueños” nace de su confrontación con la realidad de sufrimiento y opresión que viven sus hermanos y hermanas. Su Plan es fruto de la solidaridad dentro de un método misionero de encarnación.
3) Detrás de su planteamiento está la capacidad de interactuar con toda clase de personas con madurez humana y espiritual. La ministerialidad del Plan supone personas integradas y capaces de relaciones auténticas.
4) Existe una antropología más allá de su tiempo que apuesta por las personas reconociendo su dignidad plena.
5) En el Plan se revela un modelo de ser Iglesia en comunión y participación, nacida de la consagración bautismal y la común vocación a la vida plena en Dios.
6) El laicado encuentra su total expresión ministerial. No es piramidal sino pueblo de Dios en corresponsabilidad.
7) En particular la mujer encuentra el espacio debido para su valorización en cuanto tal y en su consagración. En esto Comboni es realmente pionero.
8) La labor evangelizadora que entrevé el Plan es integral, ninguna dimensión humana queda opacada. Todas las dimensiones humanas entran en el proyecto de Dios.
9) La inserción estratégica que plantea para que el trabajo sea posible sin mayores tragedias, supone una preocupación de planeación y evaluación encomiables.
10) Todo esto viene enmarcado en el misterio de la Cruz, sabiendo que se trata de una entrega consiente de la propia vida pero más que nada confiando en que las obras de Dios nacen y crecen al pie del calvario. Y que es el Espíritu Santo quien guía ayer y hoy la misión.
P. Rafael González Ponce mccj