Roma, marzo 2018
Queridos hermanos, queremos invitaros a vivir esta Pascua de una manera sencilla y humilde, convencidos de que Jesús ha vencido verdaderamente la muerte y nuestro sufrimiento y el del mundo. Os animamos a vivirla como el grano de trigo que muere para dar abundante fruto; como el peregrino que avanza en la noche del dolor y la desesperación, manteniendo los ojos fijos en la luz que emana del resucitado; como las mujeres que ante el sepulcro "alzando la mirada, observaron que la piedra ya había sido movida, aunque era muy grande"; como los apóstoles en el Cenáculo que oyen las palabras de Jesús: "¡la paz sea con vosotros!", y se llenan de gozo; como los discípulos de Emaús, que se dejan acompañar por el peregrino desconocido que hace arder su corazón explicándoles las Escrituras y se les revela en la fracción del pan; como Comboni, que ha vivido la misión en el signo de la Gloriosa Cruz del Resucitado: "la Cruz es el único consuelo verdadero, porque es la impronta de la Obra de Dios. A la pasión y la muerte de J. C. siguió la Resurrección. Lo mismo sucederá en África Central (Escritos 5559).
Queremos desearos unos días de profunda alegría
“A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos… ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles... Pero Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.”
(Hech. 2, 22ss)
Queridos hermanos,
El Consejo General, reunido en estos días de Consulta, desea desearos a cada uno de vosotros una Santa Pascua en la alegría y la paz del Cristo Resucitado.
Este año, más que en otros años, parece que la Pascua ha llegado de manera muy rápida y casi inesperada. Parece que el tiempo corre más veloz o tal vez son los acontecimientos que nos sorprenden y nos hacen sentir la urgencia de la Pascua, el deseo de celebrarla como Jesús y con Jesús: "¡Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!" (Lucas 12,50).
Celebramos la Pascua de Jesús, la Pascua de los apóstoles y la de cada uno de nosotros. Celebramos la Pascua de los pueblos, que sueñan con un mundo más justo y fraterno. Celebramos la Pascua de la creación esperando ser renovada y hecha nueva criatura en Cristo. En realidad, todos nosotros gemimos con gemidos inefables, mientras esperamos nuestra liberación: Sabemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu” (Rom 8, 22-23).
Desde el principio de este año 2018 el Señor nos ha hecho experimentar de una manera muy concreta el significado de esta fiesta a través del paso de algunos de nuestros hermanos – seis en total – que el Padre ha llamado a su Reino. Ellos han celebrado su Pascua definitiva. Algunos, inesperadamente, como el P. Rogelio Bustos Juárez, miembro del Consejo General. La Pascua llegó para él con rapidez, sin previo aviso. Para otros, fue anunciada dejando espacio como camino de purificación, lento y complicado. Pero en todas las situaciones, la Pascua llega a través del sufrimiento, el desprendimiento, perdiéndose en la voluntad del Padre: "Padre, si es posible, ¡pase der mí este cáliz! Pero no sea como yo quiero, ¡sino como quieres tú!".
En las visitas que hemos hecho este año, como Consejo General, en Uganda, Sudán del sur, Togo, Ghana, Benín y el Congo, hemos visto los signos de la pasión de Jesús en las vidas de estos pueblos. Sin embargo, también hay signos más abundantes de resurrección reflejados en los sueños de los jóvenes, en la belleza de los niños, en la resistencia de los adultos. Y en la vida entregada de tantos pastores, catequistas y misioneros, testigos de la resurrección, verdaderos signos del hecho de que Dios sigue resucitando a Jesús de Nazaret cada día.
Queridos hermanos, queremos invitaros a vivir esta Pascua de una manera sencilla y humilde, convencidos de que Jesús ha vencido verdaderamente la muerte y nuestro sufrimiento y el del mundo. Os animamos a vivirla como el grano de trigo que muere para dar abundante fruto; como el peregrino que avanza en la noche del dolor y la desesperación, manteniendo los ojos fijos en la luz que emana del resucitado; como las mujeres que ante el sepulcro "alzando la mirada, observaron que la piedra ya había sido movida, aunque era muy grande"; como los apóstoles en el Cenáculo que oyen las palabras de Jesús: "¡la paz sea con vosotros!", y se llenan de gozo; como los discípulos de Emaús, que se dejan acompañar por el peregrino desconocido que hace arder su corazón explicándoles las Escrituras y se les revela en la fracción del pan; como Comboni, que ha vivido la misión en el signo de la Gloriosa Cruz del Resucitado: "la Cruz es el único consuelo verdadero, porque es la impronta de la Obra de Dios. A la pasión y la muerte de J. C. siguió la Resurrección. Lo mismo sucederá en África Central (Escritos 5559).
Queremos desearos unos días de profunda alegría dejándonos fascinar por la gloriosa presencia del Resucitado que venció la muerte y continúa también hoy venciendo todo tipo de muerte en nuestro mundo. ¡Él nos inunda con su Luz, nos llena de esperanza y abre nuestros ojos a su Presencia inefable!
el Consejo General
Roma, 19 marzo 2018