Jueves, 9 de enero 2014
Estas son solamente algunas ideas para comenzar a reflexionar. Muchas otras podrán ir apareciendo en los subsidios pedidos a los hermanos o en otros presentados libremente. Queremos creer que no se trate sólo de pensar, sino de obrar. Hacer o renovar nuestro plan de misión, allí donde nos encontramos, podría ser el mejor modo de celebrar los 150 años del Plan de Comboni.
150 AÑOS DEL PLAN DE DANIEL COMBONI
PARA LA REGENERACIÓN DE ÁFRICA
Aprendiendo a mirar hacia el futuro
Algunas ideas para iniciar la reflexión
El 18 de septiembre de 2014 se cumplen los 150 años de la primera redacción del “Nuevo proyecto de la sociedad de los Sagrados Corazones de Jesús y de María para la conversión de la Nigricia propuesto a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide por Don Daniel Comboni del Instituto Mazza, 1864”. Como sabemos, a esta primera edición, siguieron otras en diversas lenguas, italiano, alemán, francés, con algunas pequeñas pero significativas modificaciones. En la cuarta edición por ejemplo, el título es “Plan para la regeneración de África propuesto por Don Daniel Comboni, Misionero Apostólico del África Central, Superior de los Institutos de los Negros en Egipto. Cuarta edición, Verona, Tipografía Episcopal de A. Merlo, 1871. Regeneración de África con África”.
El evento del Plan, más que el Plan en sí mismo, representa ciertamente un momento muy importante en la madurez del carisma misionero de san Daniel Comboni, carisma que está en la base de nuestra llamada a la misión en el seguimiento de Jesucristo al servicio del Reino del Padre en el mundo. Aquel “id” con el que Jesús, según el evangelista Mateo, envía a sus discípulos en el mundo, como nos ha recordado de nuevo el Papa Francisco, para nosotros se concretizó en “id a África” y, en especificidad carismática se concretizó en “id a los más pobres y abandonados”.
Para Comboni el mandato misionero de Cristo se hace carne e historia en el compromiso misionero que tomó forma concreta en el Plan, con todas sus premisas y consecuencias. Y por eso nosotros, herederos del carisma comboniano, consideramos la conmemoración del Plan como un kairòs, una oportunidad de renovación misionera en el contexto actual de nuestro Instituto en transformación, de la Iglesia llamada de nuevo a vivir y testimoniar la “alegría del Evangelio” y de una sociedad globalizada que busca un nuevo sentido, nuevas relaciones y nueva vida. Mirando al futuro más que al pasado, como Consejo General, proponemos a todo el Instituto aprovechar la ocasión de este aniversario para conmemorar, reflexionar, celebrar y, sobre todo, tratar de aprender de Comboni el estilo y la práctica de la planificación en nuestra vida apostólica a todos los niveles. Para alcanzar este objetivo, cada uno de nosotros, cada comunidad y provincia puede poner en práctica iniciativas oportunas. Por parte nuestra, como hicimos en años precedentes, estamos pidiendo a algunos hermanos que nos ayuden con subsidios para insertar en Familia Comboniana a fin de favorecer la reflexión personal y comunitaria. En concreto, hemos pedido subsidios sobre los siguientes temas: “El Plan de Comboni y la importancia de la planificación pastoral”, “La ministerialidad en el Plan”, “El Plan y la eclesialidad misionera”, “¿Qué espiritualidad en el Plan?”, “Horizontes presentes en el Plan para hoy” (Plan-Iglesia local-Misión). Además de esto, estamos preparando la celebración en Roma durante los próximos meses de septiembre y octubre de dos acontecimientos: uno para el público externo y otro para nosotros combonianos. Este segundo está abierto a los combonianos de todas las provincias que quieran reflexionar juntos sobre las emergencias misioneras de hoy y sobre las respuestas que nosotros combonianos estamos llamados a ofrecer, siguiendo las huellas del camino iniciado por Comboni. Esperamos que este simposio nos ayude, entre otras cosas, a preparar el próximo Capítulo General.
Como veis, la idea que proponemos no es tanto hacer estudios profundos sobre la historia del Plan, sino más bien hacer de este aniversario un tiempo oportuno, que nos ayude a responder a las exigencias misioneras de nuestro tiempo, como Comboni respondió a las exigencias del suyo.
Con esta carta queremos transmitiros algunas ideas para la reflexión personal y comunitaria, que cada uno de vosotros puede enriquecer con su propia reflexión y compartir a varios niveles.
I. Algunas premisas
Leyendo el Plan de Comboni, partiendo de nuestra realidad actual, surgen de inmediato algunas premisas, que requieren nuestras observaciones:
1. Atención a la realidad (ver)
Comboni parte de la implicación en una realidad que es al mismo tiempo una gran urgencia humanitaria y una gran oportunidad misionera, una realidad concreta, circunscrita geográficamente a la misión del África Central, pero conectada con toda África, con toda la Iglesia y con toda la humanidad. Comboni, atento a los signos de los tiempos, descubre el desafío y la oportunidad que África representa para la Iglesia y para la humanidad de su tiempo, y ofrece una respuesta generosa, pero también meditada y, dentro de lo posible, articulada.
Nuestros documentos capitulares insisten siempre en la necesidad de prestar atención a la realidad. Es un principio fundamental de metodología comboniana que tenemos que volver a tomar con nuevo entusiasmo a los diversos niveles de nuestra vida y misión. En nuestras reflexiones personales, comunitarias o provinciales, podemos y debemos preguntarnos continuamente: ¿cuál es la realidad concreta que nos está desafiando, como una oportunidad misionera para hoy, y con qué conexiones universales?
2. Visión (juzgar)
Ya sabemos que la realidad nunca es observada con ojos neutrales sino que es vista diferentemente según el punto de observación. Comboni, en su Plan, habla de dos grandes perspectivas:
a) La visión “colonialista”, que ve en África oportunidades para la expansión geográfica, el comercio, la explotación de los recursos naturales, la gloria personal…
b) La visión del “filántropo cristiano” católico que “volviendo la vista a las condiciones espirituales y sociales de aquellos pueblos ofrece los efectos de compasión fraternal y la eficacia de su cooperación para mejorar su triste suerte”.
Es interesante observar cómo Comboni no está tan interesado en hablar de “situaciones” sino de personas. En este sentido sería importante, en nuestra planificación, hacerse las mismas preguntas de Comboni: ¿Cuáles son las condiciones espirituales y sociales de las personas en una visión integral de su vida? ¿Cómo reaccionar por parte nuestra con fraterna compasión, según el principio de misericordia que el Papa Francisco está proponiendo con tanta fuerza e incidencia en la sociedad actual? ¿Qué hacer para contribuir a mejorar su suerte?
3. Definición de objetivos (obrar)
Partiendo de su visión de la realidad, Comboni se involucra en una acción personal y en una propuesta de acción para la Iglesia. Su implicación era más amplia y “definitiva” que la del Plan, aunque si éste es un instrumento de su implicación y una expresión del sentido de su dedicación total, sin “sis” y sin “peros”. Su desposarse con África no depende del éxito mayor o menor del Plan, es incondicional y definitivo. Si el Plan no funciona, él está dispuesto a intentar otro. Como sabemos, en las primeras ediciones del Plan, Comboni habla de “conversión” pero, a partir de la tercera edición, escribe siempre la “regeneración”; en el texto que citamos anteriormente, habla de “mejorar las condiciones espirituales y sociales”. Esto quiere decir que Comboni tenía una intuición cuyo contenido conceptual fue concretándose con el tiempo, como puede sucedernos a nosotros.
Una primera reflexión podría ayudarnos a caer en la cuenta que el objetivo de nuestras planificaciones no debe ser un “ver la realidad” (hacer un análisis exhaustivo pero ineficaz), y ni siquiera un “experimentar misericordia” (sentirse bien personalmente), sino “la mejora de las condiciones espirituales y sociales” (acciones concretas que inciden en la vida de las personas). El objetivo está fuera de nosotros, no en nosotros. En este sentido la actitud de Comboni coincide plenamente con la del Papa Francisco que llama a la Iglesia de hoy a salir de sí misma hacia fronteras existenciales, a “ir”. Estoy convencido, dijo a los superiores generales, que la llave del futuro está en esta palabra: “ir”. Cada comunidad y provincia debería preguntarse: ¿qué objetivos queremos alcanzar, no para nosotros mismos, sino para el bien de algunas personas? ¿Dónde están las fronteras existenciales que nos llaman a salir de nosotros mismos?
II. La elaboración del Plan
Partiendo del análisis de la realidad, de una visión de fe sobre esta realidad y de la decisión de comprometerse activamente con una acción incisiva, Comboni elabora su Plan, del que queremos proponer algunos puntos que nos parecen especialmente significativos para nosotros hoy:
1. Reconocer lo que ha sido hecho por otros
“Se hicieron cosas muy buenas”, dice Comboni. No parte de cero, estudia la historia precedente, reconoce sus méritos; construye sobre lo que ha sido hecho por otros…
Este principio es precioso para nosotros hoy, después de 150 años de historia comboniana y misionera. Muchas actividades a nosotros confiadas, parroquias, obras, instituciones, tienen ya a una larga historia. Tenemos que preguntarnos siempre: ¿Qué han hecho aquellos que nos han precedido? ¿Hasta dónde han llegado? ¿Desde dónde debemos continuar?
2. Análisis de la propia experiencia
“Nos que por algún tiempo exploramos aquellas remotas tribus”… Un plan misionero no se hace en la mesa de estudio, sobre teorías apriorísticas, “intuiciones” emocionales o “supuestos” arriesgados. Se requiere observación concreta y experimentación, hay que aprender de los errores…
En este análisis, Comboni da mucha importancia a las dificultades encontradas, clima, falta de un “centro vital”. Estas dificultades lo hacen pensar y lo impulsan a abrirse a nuevas posibilidades. La experiencia ha demostrado que el misionero europeo no puede realizar su obra de redención en aquellas regiones de fuego…”.
Muchas veces somos valientes para lanzarnos a iniciativas y propuestas que luego son fácilmente abandonadas sin el debido análisis que nos ayude a comprender donde y por qué fallaron y qué podemos aprender para el futuro con constancia y perseverancia.
3. Necesidad de un “nuevo proyecto"
Comboni no se queda encerrado en una falsa fidelidad al Plan recibido de Don Mazza o de los misioneros que le precedieron. Constatando el fracaso de los planes precedentes, tiene la valentía de “buscar una vía PROBABLE, ya que no puede tener la segura, para poner en práctica unas medidas para la regeneración futura de aquellas almas abandonadas”.
No se trata de un plan “aséptico”, abstracto, que se ofrece a otros quedándose él detrás de la mesa del despacho, sino que compromete todas sus energías y toda su persona. En su Plan Comboni se arriesga totalmente.
A veces hacemos propuestas para que otros las lleven a término. No es una actitud comboniana, Comboni paga de persona.
4. Inspiración: “y he aquí que un plan me relampagueó en la mente”
El Plan es fruto de mucho estudio histórico y de reflexión, de mucha experiencia, de mucha escucha y de mucho compartir, durante años, con muchas personas e instituciones, pero también fruto de una inspiración en un contexto de oración. El Plan no es el producto de un día, de una emoción esporádica, ni siquiera el fruto de un estudio frío y distanciado. El Plan es fruto de la mente y del corazón de Comboni, de su dedicación al estudio y su capacidad de decisión, de análisis, de trabajo personal y de compromiso, pero también de su apertura a la acción gratuita y sorprendente del Espíritu.
El último Capítulo insistió mucho sobre el discernimiento como metodología comboniana para llegar a decisiones en el ámbito comunitario y apostólico. Nos falta mucho camino por recorrer en este sentido. Algunos obstáculos que nos impiden caminar en la metodología del discernimiento son: superficialidad del análisis, una cierta pereza ante los esfuerzos que supone el estudio y la reflexión necesarios. Una falta de perseverancia ante las dificultades, poca capacidad para compartir con sencillez la propia visión y de someterla al parecer contrario, una cierta arrogancia que nos lleva a despreciar la visión de los demás y a no dejarnos corregir ni a aprender de la experiencia propia y de los demás, poca apertura a la acción del Espíritu que hace nuevas todas las cosas… podréis añadir muchas otras actitudes que necesitan nuestra conversión.
III. El Plan en sí (algunos principios fundamentales)
No queremos aquí detenernos en el análisis del contenido concreto del Plan, si no recordar algunos principios que pueden sernos muy útiles hoy:
1. Los africanos pueden y deben convertirse en instrumentos de la regeneración del continente. Se trata de un principio fundamental de metodología Comboniana que tenemos que aplicar a todas las situaciones misioneras, recordando que Comboni está proyectando un futuro que no existe y que, en un cierto sentido, es impensable. Hacer un plan supone mirar al futuro, soñar lo que no existe, fiarse de las personas involucradas incluso antes de saber cómo reaccionarán.
Esto nos lleva a interrogarnos en cada situación: ¿con qué personas podemos contar para construir hoy el futuro? Conscientes de que no se puede esperar tener una certeza absoluta…
2. La formación es una opción fundamental. Comboni invierte muchos recursos en la formación de personas, consciente del hecho que no todas responderán al cien por cien. El futuro no se construye solo con ideas más o menos articuladas sino con personas concretas, con sus carismas y también con sus debilidades, contando siempre con un sano realismo que tiene en cuenta las condiciones personales y culturales.
Podemos preguntarnos: ¿estamos invistiendo lo suficiente en la formación de las personas, tanto para el Instituto como para la Iglesia y la sociedad? ¿Con qué personas debemos investir hoy los recursos que nos confía el pueblo de Dios para crear un futuro nuevo?
3. Hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, Hermanas y Hermanos. Sabemos que Comboni une en su proyecto a sacerdotes y laicos, hombres y mujeres… catequistas y “artistas”, en una visión claramente integral de la misión.
¿Conseguimos crear allí donde estamos trabajando, estas sinergias apostólicas? Es evidente que cada proyecto misionero comboniano hoy, debe involucrar a todas las categorías del pueblo de Dios, superando las tentaciones de poner el ritualismo y el clericalismo como puntos de referencia.
4. En la Iglesia universal. El Plan se inserta plenamente en el contexto de la Iglesia universal. Comboni quiere “ensanchar” la Iglesia, pero sin separarse de ella. Se siente positiva y afectivamente identificado con la Iglesia. Por otra parte, el Plan arranca de una situación concreta, África Central, pero se abre a la problemática de todo el continente en el contexto de la Iglesia universal. No reduce la misión, sino que la extiende. Comboni trata de aunar fuerzas, no de sustituirlas, permitiendo a cada individuo o a cada institución conservar la propia identidad, el propio carisma…
Podemos preguntarnos: ¿Cómo nos sentimos hoy en la Iglesia local y universal? ¿Nos sentimos miembros activos, libres y corresponsables? ¿Hacemos nuestros planes en comunión con la Iglesia local? ¿Tenemos una visión amplia de Iglesia o permanecemos cerrados en nuestro pequeño reino? ¿A veces tratamos de reducir la misión a nuestro carisma personal, sin permitir que otros aporten su contribución?
Conclusión: hagamos todos nuestro Plan
Estas son solamente algunas ideas para comenzar a reflexionar. Muchas otras podrán ir apareciendo en los subsidios pedidos a los hermanos o en otros presentados libremente. Queremos creer que no se trate sólo de pensar, sino de obrar.
Para ser concretos, sería bueno que, como fruto de este aniversario, al final del año, todas nuestras parroquias, obras, centros de animación, comunidades, provincias… pudiesen hacer un nuevo plan de vida y de acción misionera, actualizado y realístico.
Hacer o renovar nuestro plan de misión, allí donde nos encontramos, podría ser el mejor modo de celebrar los 150 años del Plan de Comboni.
P. Enrique Sánchez G.
P. Alberto Pelucchi
P. Antonio Villarino
P. Tesfaye Tadesse
Hno. Daniele Giusti