Martes, 11 de octubre de 2022
El 10 de octubre la Familia Comboniana (laicado, religiosas y religiosos), junto a la Iglesia universal, celebramos la fiesta de San Daniel, en el día que entregó finalmente su vida en su amada África en 1881. Este veronés es una figura enorme en la vida de la Iglesia y de África. [En la foto, celebración de San Daniel Comboni, ayer, en Tumaco, en el Pacífico colombiano]
Una y otra vez volvemos a releer su historia para reconocer lo que hoy nos está inspirando, desde los lemas que intentan condensar esta espiritualidad: «Salvar África con África», «África o muerte», «Hacer causa común con el pueblo»…
Estas semanas hay múltiples citas que muestran la vitalidad de la familia comboniana. Hemos concluido el encuentro continental Americano LMC en Perú (al que pertenece la imagen de este artículo), y en breve iniciará el encuentro continental Africano. El Capítulo de los MCCJ (Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús) se ha celebrado en verano, mientras que las hermanas se encuentran en pleno Capítulo General en el año de su 150 aniversario.
Nuestras hermanas vienen profundizando en la mística del encuentro, en su vocación a ser puente en la diversidad. En una reciente reflexión [1], la hermana Prado apunta que: «La regeneración de la que Comboni hablaba tiene que asumir nuevos rostros y nuevo vocabulario. Esa regeneración tiene que ver con dar importancia a la persona, y ser conscientes de que quizás debamos aprender otro estilo de relaciones. Aprender aquellas que tienen que ver con la ternura, con la humildad, la disponibilidad, con la empatía, con sabernos débiles y necesitadas». El carisma es una llamada viva, que se va expresando y renovando en cada contexto y momento histórico.
La General comboniana, Luigia Coccia, afirma en la misma publicación: «Los laicos siempre han estado a nuestro lado desde nuestros inicios. En la visión misionera de Comboni su papel era claro y se consideraba insustituible. Luego, con el tiempo, desgraciadamente, perdimos un poco esta conciencia, tal vez porque aumentamos rápidamente en número y esto nos hizo creer que podíamos hacerlo todo nosotras mismas, porque teníamos suficientes miembros para realizar trabajos importantes. Pero durante años no nos dimos cuenta de que los laicos no son una fuerza de trabajo sino la posibilidad de desarrollar una visión diferente de la misión; su presencia crea una nueva forma de pensar y vivir la misión comboniana. Con ellos hay que repensar la misión comboniana: pensar en nuevas metodologías misioneras, partiendo precisamente de la colaboración con los laicos. Hoy ya no tiene sentido
iniciar nuevos proyectos misioneros en solitario como Hermanas Combonianas, sino que es el momento de volver a empezar juntos.»
Así pues, los laicos combonianos estamos invitados a repensar juntos, como familia, la misión comboniana.