Sábado, 9 de mayo 2020
“Me siento uno de los herederos de la Visión profética de San Daniel Comboni de «Salvar a África a través de África», cuya visión se ha intensificado hoy en día con un África que salva al mundo”, escribe Enoch Malumalu, laico misionero comboniano (LMC) congoleño, recién llegado a la República Centroafricana. El Señor nos dice: «Como el Padre me envió, así os envío yo» (Jn 20,21). [LMC]
Era una mañana de domingo que prometía uno de esos hermosos días del 15 de marzo, cuando llegué con mi equipaje a esta tierra de misión, las tierras de la República Centroafricana, no tendría palabras adecuadas para expresar lo que sentía en lo más profundo de mi ser en esos momentos. Llegué a Bangui, después de un largo período de formación incluyendo la experiencia comunitaria en Kinshasa. Fue para mí un momento de emoción en el corazón, por un lado la alegría de la misión, por otro el dolor de la separación porque detrás de mí dejé el país que me vio nacer, la tierra de mis antepasados, mi familia, mi trabajo, mi comunidad, mis amigos, etc… Todavía podía recordar el último cara a cara con mi padre en la víspera de mi viaje y esa mañana en el aeropuerto con mi madre que me acompañó junto con el capellán de los LMC en Congo, el Padre Celestine Ngore y nuestro coordinador LMC de Kinshasa el Sr. Gerald Kambaji.
Ahora sabía que pertenecía a una nueva familia, una nueva tierra me había adoptado y estaba feliz de saber que el Señor me esperaba, aquí en la RCA, y que tendría nuevos hermanos y hermanas.
Inicio de la aventura
Tan pronto como llegué a Bangui, fui bien recibido por el Padre Claude-Bernard mccj, que había venido a recogerme y llevarme a la comunidad donde iba a vivir. Al llegar a la comunidad me presentó el lugar y me informó que tenía que pasar 14 días en cuarentena para observar si tenía signos del coronavirus. Fue entonces cuando me di cuenta de que había llegado a Bangui en un momento marcado por la pandemia de covid-19. Ha sido un momento especialmente difícil para la delegación comboniana de la RCA porque el primer caso de covid-19 en el país fue el de un padre misionero comboniano que dio positivo tras su regreso de Italia y todos los cohermanos que estuvieron en contacto físico con él cuando regresó a Bangui fueron puestos en cuarentena durante 15 días para ver si también ellos habían sido infectados.
En este contexto, el Estado había adoptado medidas preventivas para limitar los riesgos de contagio en un país en el que existen pocas estructuras sanitarias equipadas capaces de gestionar esta pandemia a gran escala. Así que cada persona que llega a la República Centroafricana, tiene que pasar dos semanas en cuarentena como tiempo de observación. Fue en este contexto que pasé mis primeros 15 días en cuarentena. Al principio fueron tiempos difíciles para mí, momentos de soledad en una habitación que apenas conocía. Aunque estaba físicamente solo, me sentía junto a miles de personas confinadas en el mundo, presos detenidos injustamente en sus celdas, enfermos sin apoyo, marginados obligados a vivir en soledad, y recibía mensajes de apoyo y aliento a través de las redes sociales de todas partes. Me sentí fortalecido por las palabras de nuestro patrón «las obras de Dios nacen y crecen al pie de la Cruz» y, como esto fue durante Cuaresma, aproveché la oportunidad para entrar en la profundidad de este misterio y presentar mi misión al Señor y pasar un tiempo escuchándolo, y finalmente, como Comboni, di gracias a Jesús por las cruces.
El descubrimiento de Centroáfrica
Después de mi cuarentena no mostré ningún signo de covid-19, finalmente pude salir y entrar en contacto con otros, pero de acuerdo con las reglas de un distanciamiento apropiado. Así que junto con los padres comenzamos los pasos legales para estar en orden con los papeles. Por fin pude descubrir la ciudad de Bangui, pude ver los monumentos en cada rotonda de la ciudad, como el monumento de los Mártires, de la paz, de Bartolomé Boganda y el de Oumar Bongo Odima, por nombrar sólo algunos. Una ciudad rica en cultura. Los árboles estaban cubiertos de polvo porque aquí es la estación seca que dura seis meses. Pude ver y escuchar a los centroafricanos, lo hermoso que fue escuchar este nuevo idioma, hablar con suavidad y belleza un idioma del que también se usan algunas palabras en lingala que hablamos en Kinshasa en casa. A pesar de estas pocas palabras que también se utilizan aquí, me resultó complicado porque no entendía nada de esta lengua que en mi país se llama sango, sango significa sacerdote religioso, mientras que aquí es el nombre de un idioma, así que entendí que tengo que aprenderlo todo, ya que pensé que las cosas iban a ser similares porque la RDC y la RCA son países vecinos y compartimos otras tribus. Llegué a la conclusión de que debía aprender todo sin excepción y que África es una sola, pero que difiere según la cultura de cada país.
En un momento en que el mundo entero está afectado por el coronavirus, las autoridades centroafricanas han decretado una emergencia sanitaria y han invitado a la población a confinarse y han prohibido estrictamente la reunión de más de 15 personas, por lo tanto, han cerrado escuelas, iglesias, bares y cualquier reunión deportiva o de otro tipo. Pero aquí la mayoría de la población no respeta el confinamiento decretado por las autoridades, me doy cuenta de que es difícil para una mayoría de población pobre que vive en la madrugada como decimos aquí. Así que se ven obligados a salir a vender y buscar algo para alimentar a sus familias. Es aquí donde me di cuenta de la gracia del Señor y la protección divina.
En este momento todavía estoy en Bangui para seguir aprendiendo el idioma y cosas útiles para mi misión en Mongoumba. Nuestro Fundador, San Daniel Comboni, pide la formación de personas santas y capaces. En este período de aprendizaje, sigo siendo paciente, abierto y con escucha atenta adopto la actitud de un niño. Les pido que recen por mí, no me olvidaré de hacer lo mismo.
Enoch Malumalu, LMC