Jueves, 2 de abril 2020
Querida familia: Desde esta nuestra estación de viacrucis, con el corazón roto, a vosotros que estáis en vuestras otras estaciones de viacrucis y que lo sufrís como nosotros y con nosotros, os compartimos los acontecimientos que se han sucedido estos últimos tiempos en nuestra provincia de España, durante esta inolvidable cuaresma de 2020. [En la foto, los dos sacerdotes misioneros fallecidos: Gabino Otero, a la izquierda, y Gonzalo Antonio Dasilva]. (Haga clic aquí para ver el video)

Estábamos reunidos en Consejo Provincial, en Madrid, aquel 25 de marzo, cuando la llamada insistente, una y otra vez, del P. Juan Antonio Fraile, nos obligó a detener los trabajos para ponernos en contacto con él. Fue el primer bombazo: “ha muerto el padre Gabino Otero” … Ahí terminó nuestro encuentro.

Pero, ¿cómo ha sido? Un infarto lo sorprendió en la ducha, donde lo encontró, ya sin vida, su compañero de comunidad el padre Esteban Robledo. Inmediatamente, y a pesar del estado de alarma, el padre Juan Antonio viajó de Palas de Rei a Santiago de Compostela para acompañar a Esteban e iniciar todos los trámites para levantar el cadáver y preparar la inhumación.

El padre Juan Antonio nos contó que el entierro tuvo lugar al día siguiente, el 26 de marzo, en la parroquia de Sta. María de Frades, en el Concello de La Estrada (Pontevedra). Estuvieron presente el único hermano de Gabino y su sobrina Mari Carmen y por nuestra parte el P. Juan Antonio Fraile. El estado de alarma, el confinamiento y la imposibilidad de viajar dos personas en un vehículo redujo al mínimo este acto.

Juan Antonio nos cuenta: “A las 17’00 horas realizamos la ceremonia de entierro del cuerpo de nuestro hermano, ya que, según las normas de la Conferencia Episcopal para este tiempo especial, no se celebran misas de difuntos. Fue una ceremonia sencilla pero muy emotiva, y estoy seguro de que el P. Gabino estaba contento, pues a él siempre le gustó no llamar la atención ni el ruido. Fue enterrado junto a sus padres”.

Mientras tanto fueron muchas las personas que se pusieron en contacto con nosotros para aportarnos su cariño y cercanía, lamentando la pérdida de ese gran misionero que ha sido Gabino en todos los sitios donde vivió: en Kenia o en España, donde impulsó la editorial Mundo Negro y fue director del Museo Africano.

Cuando llamó Juan Antonio Fraile para darnos la triste noticia del fallecimiento de Gabino, estábamos en el Consejo Provincial tratando las cuestiones económicas con el ecónomo provincial, el padre Gonzalo Antonio Dasilva. Tosía bastante y por eso se quedó en su despacho y hablamos con él vía telemática. Esa misma tarde el superior de la comunidad de Madrid, Miguel Ángel Llamazares, pidió a Gonzalo que se quedase en su habitación para descansar. Tanto amaba Gonzalo el trabajo y era tan entregado que a veces no pensaba en sí mismo y había que empujarle un poquito para que se cuidara. Los siguientes días transcurrieron con la normalidad que se puede tener cuando seis compañeros están aislados en las habitaciones, algunos con tos, otros por cuestiones de seguridad por ser personas de riesgo.

Gonzalo evolucionaba bien. Nos pusimos en contacto con el centro de salud y Gonzalo explicó su sintomatología. Le dijeron que tenía “síntomas compatibles con infección por coronavirus COVID-19” y le pidieron que descansara y que tomara paracetamol. Llamaron varias veces del centro de salud y todo parecía seguir el curso normal, e incluso el sábado Gonzalo dijo sentirse sin fiebre y un poco mejor. Sin embargo, la noche del sábado tosió bastante y al día siguiente estaba más cansado. Comió poco el domingo, pero jamás se quejó ni nadie pudo sospechar que el coronavirus iba a actuar tan traicioneramente.

El domingo 29 de marzo a las 20:30 Miguel Ángel, después de que Gonzalo no hubiera respondido a las llamadas de José Juan para saber qué quería para cenar, llamó repetidamente a la puerta de la habitación 201, pero el padre Gonzalo no respondía.

Con él estaba el padre Pedro Andrés, que una hora antes había escuchado a Gonzalo conversar normalmente con alguien por teléfono. Miguel Ángel abrió la puerta y lo encontró tendido en la cama. Salió de nuevo y dijo a Pedro: “está dormido”. Pero como había que despertarle para que cenase volvió a entrar, está vez acompañado por Pedro. Ambos lo tocaron, pero no se movía, no tenía pulso ni respiraba. Tenía un poco de saliva sobre los labios y no reaccionaba a nada. Salieron gritando y llamaron inmediatamente al 112 pero ya era demasiado tarde.

Cuarenta minutos después llegaron dos policías jóvenes que confirmaron la muerte natural. A las tres de la mañana llegó una doctora que nos entregó el acta de defunción. Causa de la muerte: “Coronavirus. No confirmado”. La doctora no podía entender porque Gonzalo no había manifestado su malestar ante la dificultad de respirar… pero todo estaba consumado.

Se llamó a Pilar, la hermana de Gonzalo y se comunicó la noticia a la Familia Comboniana y a otros amigos. Empezaron a llegar los aluviones de mensajes de pésame y de apoyo que no había manera de controlar, tal era la conmoción que había causado la muerte de un misionero joven y en plena actividad.

La pequeña provincia comboniana de España había perdido, en apenas 6 días, a dos de sus misioneros. Nuestro viacrucis continuó todavía hasta que conseguimos que los bomberos de la comunidad de Madrid vinieran a recuperar el cuerpo de nuestro hermano y amigo Gonzalo. Solamente fue posible el martes a las 18:30, prácticamente 48 horas después de su defunción.

Hemos llorado y pateado, nos hemos indignado, hemos pasado momentos tristes y en silencio, hemos probado incertidumbre. Nos hemos cuidado cada uno y los unos a los otros. Hemos también orado y celebrado la Eucaristía, hemos probado el cáliz de la salvación. Hemos pedido por el eterno descanso de nuestros hermanos. Nunca hemos perdido la esperanza, ni la fe que nos anuncia que la muerte no es el final, sino solo un paso obligado hacia una plenitud mayor, la que está reservada a los misioneros P. Gabino, P. Gonzalo.

En el momento de escribir estas líneas seguimos luchando por hacer sacar el cuerpo de Gonzalo de la morgue habilitada en la “Ciudad de la Justicia” para incinerarlo y entregar sus cenizas a Pilar, su hermana querida, para que las deposite junto a los restos de su padre, así había expresado su voluntad.

Su madre como sabéis está muy mayor en la Residencia de las Hermanitas de los Desamparados en Vigo. Hemos hablado con ellas, qué conmoción también aquí, para que lo sepan, aunque no se lo dirán a la madre. Algunos compañeros siguen luchando con síntomas de la famosa pandemia, otros confinados a la soledad de sus habitaciones en modo preventivo, otros en pie cuidándonos con el servicio. Todos viviendo el momento bien, para que se manifieste la gloria de Dios.

Cuando pase todo esto y nos podamos abrazar de nuevo, cuando sea posible encontrarnos juntos en torno a un altar, tendremos que seguir dando gracias a Dios por el don de haber compartido un pedacito de vida misionera con Gabino y Gonzalo. No os olvidaremos jamás.

No podemos dejar de agradeceros las innumerables muestras de presencia vuestra con nosotros: padeciendo con nosotros, carne de nuestra carne herida y sanando, agradecidos al Dios de la Vida por la vida entregada de nuestros hermanos recién fallecidos. Hemos hecho experiencia de ser familia: hermanos y hermanas, padres y madres los unos para los otros donde se comunica al Padre que regenera la Vida y nos ama y nos tiene en pie. ¡No bajemos la guardia! ¡Sigamos poniéndonos unos a otros cada día sobre el Altar! ¡Sigamos intercediendo por los menos protegidos, los y las más vulnerables!
Madrid 2 de abril, 2020
Pedro Andrés y comunidad comboniana de Madrid, y provincia MCCJ de España