Viernes, 30 de agosto 2019
Este verano un grupo de jóvenes españoles ha participado en la peregrinación misionera que organiza la Familia Comboniana desde la ciudad de Verona a Limone, cuna de S. Daniel Comboni. Os dejamos con el testimonio de Borja, de uno de los participantes.

Se trata del camino, no solamente del destino

Comienzo este texto con el difícil reto de condensar en pocas palabras toda una experiencia única cargada de diversas sensaciones. Una experiencia en la que se creó un clima tan especial que es difícil encontrarle una explicación, ya que quizá fue la perfecta combinación de varios factores. La interculturalidad; el carisma de los combonianos y las combonianas; el grupo de personas que formábamos parte; el recorrer los pasos de Comboni; conocer su historia y la de las personas que ayudaron a construir su idea, dignas de admiración como Liliana Rivetta o Giuseppa Scandola; el convivir en el caminar con gente tan distinta, pudiendo escuchar y contar vivencias o reflexiones; las risas; el compartir y vivir nuestras formas de sentir la fe… y otras tantas cosas que hicieron de este camino, un camino excepcional. 

Las convivencias mensuales de Combojoven siempre me han ayudado a orientarme en mi camino, a no desviarme por las distracciones de la vida cotidiana, cuestionándome continuamente. En cambio, la peregrinación de Verona-Limone me ha ayudado a saber cómo afrontar mi camino personal, a mejorar la forma de recorrerlo, y a saber disfrutar el camino. Además, personalmente, me ha aportado una valiosa lección: el saber escuchar. Siempre he vivido con la incesante necesidad de sentirme escuchado, pues me horroriza el abrirme y expresarme para que nadie me preste atención, pero pocas veces he sentido la necesidad de situarme al otro lado, de ser el que pone la atención y el tiempo necesario para entender al que está junto a mí. Y así me ha pasado con mi forma de vivir la fe. Siempre esperando a que Él me escuche, sintiéndolo por encima mío, pero jamás el pararme, ponerme en silencio y escucharle a mi lado. Y poder aprender a escucharle y sentirlo tan cerca después de tanto tiempo me ha hecho sentirme muy feliz y con una intensa paz interior. Esta actitud también me ha permitido conocer mejor y, mirar de otra forma, a la gente que está a mi alrededor.

Siento que no he podido expresar con las palabras la transformación que he vivido estos días en Italia, pues me es muy difícil plasmar tal vivencia en unos párrafos. Simplemente os invito a que forméis parte de este grupo extraordinario, y viváis vuestra fe y vuestra vida de una forma tan especial. Aún más difícil me resulta dar el suficiente agradecimiento a todas las personas que han formado parte de este camino y a la familia comboniana por hacerlo posible. Me siento increíblemente afortunado de hacer parte de ello.
Borja Vitón