Jueves, 1 de agosto 2024
Los laicos combonianos Luis y Fayna de Gran Canaria se encuentran en Mozambique acompañando a un grupo de jóvenes de su diócesis. La experiencia, a pesar de su dureza, está siendo muy enriquecedora. Cuando te dejas sorprender por el Evangelio, el Señor siempre se hace el encontradizo en los encuentros cotidianos de cada día. Hoy os dejamos con el testimonio de uno de los jóvenes participantes que nos cuenta su experiencia en la visita a unas comunidades rurales. [
LMC España y Misiones Canarias]

Después de tres días intensos, hemos regresado tras visitar tres comunidades situadas al otro lado del río Zambeze. Ha sido una experiencia difícil de definir, ya que hemos estado en lugares donde la «Primera Evangelización» aún está en proceso. Estos pueblos apenas han comenzado a recibir la buena noticia de Jesús, y para nosotros, ha sido una prueba tanto física como emocional.

Durante estos tres días, hemos caminado muchísimo, enfrentando desafíos físicos considerables. Nos vimos obligados a adaptarnos a una vida completamente diferente: sin internet, sin electricidad, sin agua potable y sin camas. Dormimos en chozas, viajamos en canoas, y comimos los alimentos locales, muy sencillos pero auténticos, como los peces del Zambeze y la xima, una mezcla de harina de millo con agua.

Cada comunidad nos recibió como si fuéramos obispos. Un kilómetro antes de llegar, las personas cubrían el camino con capulanas, telas típicas de Mozambique, creando una alfombra roja para nosotros. Este gesto de bienvenida nos emocionó profundamente. Las caras de alegría y sorpresa de los habitantes, especialmente de los niños, nos llenaron de felicidad.

El idioma fue un gran obstáculo, ya que nuestras habilidades en portugués son limitadas y los idiomas locales aún más complicados. Visitamos las aldeas de Mulumbua, Chidengule y Chodzi, todas bastante alejadas entre sí, recorriendo largas distancias a pie. En Mulumbua, cruzamos el Zambeze en una canoa africana, tallada de un tronco de árbol. Allí nos esperaban para ayudarnos a cargar nuestros equipajes y los suministros donados desde Gran Canaria, incluyendo material escolar, juguetes y medicinas.

En estas comunidades, la escuela es el centro de todo, funcionando en conjunto con la iglesia. Las escuelas, aunque sencillas, son lugares de formación cruciales. Conocimos a maestros dedicados, algunos sin formación formal, pero con una gran vocación de enseñar. En Chodzi, por ejemplo, el animador de la comunidad, Eritzio, aprendió portugués y a escribir por su cuenta, y ahora enseña a los niños con gran empeño.

Fuimos testigos de grandes gestos de generosidad. En cada poblado, identificaron a las familias más necesitadas, a quienes se les entregaba ayuda en forma de alimentos básicos como jabón, sal y feijão (judías). Nos sorprendió la solidaridad de las comunidades, que, a pesar de su propia pobreza, ayudaban a quienes estaban en situaciones aún más difíciles.

Al regresar a Songo, trajimos con nosotros no solo recuerdos y experiencias, sino también ofrendas de las comunidades: ocho cabras, gallinas y mucha comida. Parte de estas ofrendas se destinaron al centro penitenciario para mejorar la vida de los internos.

Hoy hemos tenido una jornada de actividades en Songo, incluyendo la compra de productos básicos para los necesitados y la visita a los grupos de catequesis. Además, celebramos el 25 aniversario de la ordenación sacerdotal del padre Manolo, un momento emotivo marcado por la entrega de un cáliz especial traído desde la península.

Mañana nos espera otro día de exploración y servicio en comunidades nuevas. Pero por ahora, es momento de descansar y reflexionar sobre todo lo vivido. Buenas noches a todos desde Songo.

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