P. Tomás Herreros: “Diálogos con el Padre Sembianti sobre paradigmas de misión y misioneros combonianos”

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Miércoles, 8 de junio 2022
“Este segundo diálogo con el formador de los institutos de Daniel Comboni en Verona, el P. Giuseppe Sembianti, solo pretende poner sobre el tapete algunos elementos que yo considero importantes en nuestro actuar evangelizador, sea para los que estamos en pastoral directa, como para los que estamos en formación, o en servicios institucionales. No se puede abarcar todo y por lo tanto hay que concentrarse en lo más evidente, involucrarse con empeño, osadía, creatividad, optimismo porque disponemos el empuje del Espíritu Santo de Dios, la compañía de nuestro Señor y maestro Jesucristo, el ejemplo de San Daniel Comboni y las inspiraciones concretas y contextualizadas de todos nuestros misioneros ilustres.” (P. Tomás Herreros Baroja)

2. ILUMINAR LA OSCURIDAD DE LA HUMANIDAD QUE SUFRE

INTRODUCCION

En las últimas dos décadas los expertos en misionología hablan de los cambios de paradigma sobre la misión de la Iglesia en el mundo que se están dando. Como estamos en un cambio de época es muy normal que los cambios también afecten a la Iglesia católica.

Son varios los cambios que acontecen: los que se ven, los que se mencionan, los que más importan al experto que los analiza, los que son invisibles, los que se ponen más en moda –sea en círculos intelectuales, de relaciones interpersonales, de lectura, de puesta en práctica, de influencia en redes sociales. Lo que está bastante patente es que en el mundo global inter-conectado en el que vivimos hay muchísimas combinaciones, por lo que resulta difícil concretizar los paradigmas de misión.

Como misioneros Combonianos tenemos foros o espacios donde exponemos nuestras ideas y experiencias respecto a lo que entendemos por “misión comboniana” en simposios, en encuentros provinciales, en lecturas… y lo que es más importante en nuestra propia puesta en práctica, pues es ahí donde mejor reflejamos nuestra comprensión de misión comboniana, que esté en sintonía con el carisma de San Daniel Comboni y los institutos que han crecido inspirados por su ejemplo y sus directrices.

Este segundo diálogo con el formador de los institutos de Daniel Comboni en Verona, el P. Giuseppe Sembianti, solo pretende poner sobre el tapete algunos elementos que yo considero importantes en nuestro actuar evangelizador, sea para los que estamos en pastoral directa, como para los que estamos en formación, o en servicios institucionales. No se puede abarcar todo y por lo tanto hay que concentrarse en lo más evidente, involucrarse con empeño, osadía, creatividad, optimismo porque disponemos el empuje del Espíritu Santo de Dios, la compañía de nuestro Señor y maestro Jesucristo, el ejemplo de San Daniel Comboni y las inspiraciones concretas y contextualizadas de todos nuestros misioneros ilustres.

PRESTAR ATENCION A LA TERMINOLOGIA

Estamos muy acostumbrados a palabras como “misioneros, misión, evangelización, inculturación, insertación, liberación, etc. Entre todas ellas la “misión” ha llegado a ser bastante confusa. Aquí no vamos a hacer una explicación del término, para eso están los cursos de misionología.  Sabemos que el Vaticano II mostró que la misión Ad gentes es parte constituyente del ser de la Iglesia. Y que a partir de ahí el magisterio de todos los papas se ha preocupado de aportar contenidos actualizados, que van enriqueciendo la comprensión del término. A modo de pro-memoria consideramos que:

  • Pablo VI: añadió la iniciación (catequistas) el diálogo interreligioso, el aprecio a las culturas africanas y asiáticas, impulsó la misionariadad de las américas.
  • Juan Pablo II: desarrolló: la Nueva evangelización y la distinción Pastoral, así como insistió en la constante responsabilidad de la Iglesia por evangelizar.
  • Benedicto XVI: Ha puesto énfasis en la Palabra (Verbum Dei) y la propuesta directa del misterio de Cristo que nos lleva a la conversión.
  • Francisco I: Da importancia a los agentes evangelizadores que somos todos (discípulos en salida), que necesitamos “salir”, actuar con “alegría”, y mostrar “la misericordia de Dios”.

Los documentos del magisterio son repetitivos, añadiendo algún nuevo ingrediente que da un sabor un poco distinto al mismo estofado. Todos los aceptamos e intentamos ponerlos en práctica. Nos corresponde ver cómo esas inspiraciones (nuevas o no tanto) se pueden aplicar en nuestro propio carisma comboniano.

La misión de evangelizar es responsabilizad de toda la Iglesia, es decir de todos los discípulos de Cristo (salgamos mucho o salgamos poco). Ha sido parte muy integrante de vida consagrada desde los Benedictinos, a los Jesuitas, a las congregaciones del siglo XIX, a los movimientos eclesiales y sociedades apostólicas de la segunda mitad del siglo XX. La misión ad gentes y ad extra ha sido incorporada en los carismas de muchas congregaciones religiosas de origen europeo. Hay que alegrarse con el hecho que aumenta el número de agentes evangelizadores en la vida consagrada y sociedades de vida apostólica.

Tenemos nuestra propia perspectiva que describimos como “exclusivamente misioneros”, término que no aparece en nuestra Regla de Vida, porque sería muy pretencioso, y porque no correspondería a nuestra realidad. Sin embargo, la Regla de Vida dice claramente en el n.15

“El misionero comboniano, en virtud de su vocación, está dispuesto a partir con prontitud en espíritu de fe y de obediencia y a vivir entre los pueblos o grupos humanos en medio de los cuales el Instituto realiza el trabajo de evangelización. Los superiores están obligados a dar al misionero esta posibilidad, conforme al carisma y a la finalidad del Instituto dispuestos” ….

La disponibilidad aparece en varias ocasiones, sea para el trabajo de evangelización, como para otros servicios, que también se incluyen en el talante evangelizador del instituto. Tanto es así que el Capítulo general de 1997 especifica cómo la misión marca el ser y el hacer de los Combonianos, aunque los enunciados resulten confusos al decir que “misión es inculturación, diálogo, colaboración, animación misionera, compromiso por jpic, atención a la persona”. Si bien son titulares sucintos que cumplen su cometido pueden traer como consecuencia que cuando todo es misión, nada es misión.

Como se ha dicho arriba muchos grupos de vida consagrada, y sacerdotes diocesanos han incorporado en su proceder la misión ad gentes al hacer eso se amplía el significado del término se vuelve más impreciso. Esto no es alarmante, solamente nos indica la necesidad de revisar nuestra compresión de la terminología que manejamos para poder ser incisivos y claros, al tiempo que recuperamos el carisma misionero tal y como San Daniel Comboni lo entendía en su tiempo, pero aplicado al nuestro. Hay críticas externas a nuestras instituciones que son válidas vengan de donde vengan, la publicación de escándalos de la iglesia por los medios de comunicación nos está sirviendo para corregirnos y para ser más honestos, pues no en vano nos avisó el maestro “Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz” (Lc 8,17) En este sentido hay una cantinela que escucho de algunos amigos sacerdotes diocesanos: “Ustedes hacen los votos y nosotros los vivimos”.

Hay que considerar que los documentos que publicamos son inspiradores, pero que su puesta en práctica se topa con limitaciones de las personas y circunstancias. Y que un componente importante a la hora de aplicarlas radica en los superiores que toman las decisiones, y la comprensión personal que ellos tienen del carisma. Es una verdad de Perogrullo, en ello reconocemos la acción del Espíritu, cuando son acertadas, y los errores humanos, cuando son fallidas. Para dar importancia a la evangelización directa varios capítulos generales han mencionado que los primeros seis a nueve años después de votos perpetuos se dedicasen a la pastoral directa antes de pasar a los servicios institucionales. Sin embargo, ciertas necesidades hacen que eso no se cumpla así. La presión de las emergencias institucionales ha hecho que no hayamos sido tan fieles como hubieran deseado los capitulares que insistieron en aquellas directrices. Además, existen dos posiciones organizativas diferentes, que pueden ser complementarias al igual que contradictorias. Las vamos a llamar “perspectiva de especialización y permanencia”, “perspectiva de actualización y rotación”. Algo parecido a lo que aconteció en el siglo XVI en la península ibérica entre la escuela de Salamanca y la escuela de Coimbra. Las dos perspectivas tienen su validez; es solo cuestión de considerar cual es la más beneficiosa, y de evaluar las consecuencias que una y otra nos traen.

La perspectiva de permanencia da énfasis a la institución hay que ser eficientes en las administraciones y en la formación. Tiene el peligro de alejar a los Combonianos en esos servicios del pueblo de Dios en condición o situación de “nigrizia” (luego se explicará esto), y de orientar nuestras aspiraciones hacia el carrerismo y la comodidad. Esta tendencia aparece en los Combonianos que terminando la formación inicial sueñan con destinos lejos de las periferias humanas propias del carisma. Este tipo de opciones o deseos podría manifestar que ciertos valores irrenunciables se ponen entre paréntesis, se postergan. Con esta actitud recibimos destinaciones con resignación, pero sin ilusión; las asumimos con paciencia y aguantamos hasta que se pase el período de exposición a situaciones extremas para pasar a posiciones más cómodas.

En la perspectiva de rotación se considera que los servicios a las instituciones no son permanentes, sino que hay que alternarlos con la pastoral de evangelización directa. Rechazar una propuesta de servicio a la institución en contraposición a la evangelización muestra falta de disponibilidad.

Los servicios a la institución son exigentes en cuanto a la responsabilidades y capacidades, pero suelen ser cómodos y seguros. En cambio, los trabajos en la evangelización directa, sobre todo de periferias (humanas y geográficas) exigen aguante ante los sufrimientos y las penurias. Cuando no hay rotación con facilidad descuidamos la formación permanente personal. En los cambios de rotación fortalecemos las reservas espirituales y corporales. Al dejar la posición donde estábamos nos es más fácil descubrir otras perspectivas.

Gracias a Dios los Combonianos hemos organizado períodos de formación más intensa y de descanso. Igualmente necesitamos formación continua en temas de evangelización y nunca olvidarnos de mejorar los conocimientos culturales y lingüísticos de las poblaciones donde hemos sido enviados en nuestra misión ad extra. Esto es así porque las culturas son vivas y cambian constantemente. El número 100.1 de la Regla de vida es bien explícito sobre este tema, pero con frecuencia lo olvidamos. La globalización y las técnicas de la información y comunicación /TIC) no facilitan que actualicemos nuestra práctica evangelizadora. Se ha perdido sensibilidad a la inculturación. Al reducir compromisos de vanguardia la asociación de comunidades en zonas pastorales similares se ha empobrecido y no se oye que se hagan talleres de actualización… o si se hacen no se publican.

El peligro de la perspectiva de especialización es el de crear, sin mala intención una élite de expertos en administración y formación, pero que se desconectan con la realidad del pueblo que sufre en la oscuridad (Is 9,1-5) de la ignorancia, la opresión, el desprecio, el descarte, la desesperación. Situaciones negativas que Comboni despreciaba, por eso se involucró hasta la muerte en rescatar a ese pueblo ignorado y explotado. Como resultado surgen los Combonianos patricios y los combonianos plebeyos. Los primeros rotan por las instituciones como formadores y superiores mayores. Los segundos son todos los demás. Si tuviéramos disponibilidad habría menos patricios. Si nos identificáramos más con el pueblo humilde estaríamos orgullosos de ser parte de los plebeyos y tendríamos el afán constante de vivir evangelizando a pesar de las dificultades físicas y materiales que encontrásemos. De nuevo unas palabras inspiradoras de Comboni para Sembianti y para todos nosotros.

El misionero y la misionera no pueden ir solos al paraíso. Solos irán al infierno. El misionero y la misionera deben ir al cielo acompañados de las almas salvadas. Y aunque ante todo han de ser santos, o sea, completamente ajenos al pecado y a la ofensa a Dios, y humildes, eso no basta: necesitan tener caridad, que es la que los hace capaces.

[6656] Una misión tan ardua y laboriosa como la nuestra no puede vivir de la apariencia, con santurrones llenos de egoísmo y pagados de sí mismos, que no se ocupan como es debido de la salvación y conversión de las almas. Hay que inflamar a sus miembros de una caridad que tenga su fuente en Dios, y del amor a Cristo; y cuando se ama de verdad a Cristo, entonces son dulces las privaciones, los padecimientos, el martirio

Sabemos que Comboni está orgulloso de sus misioneros comprometidos con el reino de Dios y que incluye en su lista de benditos a los que se dedican plenamente a traer a los más desdichados al pie del Calvario para que se beneficien del amor divino y de la justicia del reino.

[6085] Pero como siempre se debe confiar únicamente en Dios y en su gracia, pues quien confía en sí mismo, confía (con perdón) en el mayor asno de este mundo, y considerando que las obras de Dios nacen siempre al pie del Calvario y que deben ser marcadas con el adorable sello de la Cruz, he pensado abandonarme en brazos de la divina providencia, que es fuente de caridad para los desdichados y protectora siempre de la inocencia y la justicia, y en consecuencia ponerme en manos de mis Superiores, verdaderos representantes de Dios y del Vicario de J. C.; es decir, en las de Vuestra Eminencia Rma. y en las del Emmo. Card. de Canossa, designado por V. Em.a  y sus venerables Predecesores en el gobierno de la S. Congregación para asistirme en mi santa empresa.

La autoridad de Comboni sobre sus misioneros e instituciones no solo nacía de la responsabilidad que le habían encomendado, sino sobre todo de su autenticidad moral como misionero y como santo que sabía reconocer que se esforzaban como él en aquel camino de santidad y de dedicación por los demás. Por eso que nos alegramos, con Comboni, por sus discípulo de todas las edades y orígenes que al igual que él y sus compañeros se desviven para que los más olvidados de la tierra reciban el merecido reconocimiento que les da Dios mismo.  Que las alabanzas que Comboni aplicaba a sus misioneros y misioneras también sean para nosotros: Don Juan Dichtl y D. José Ohrwalder son unos misioneros de primer orden, con gran espíritu de sacrificio y verdaderamente santos. (Es. 6666)

Estamos en tiempos nuevos, y por lo tanto corresponde acertar cómo ser fieles al carisma de Daniel Comboni con las fuerzas de que disponemos y en las circunstancias en las que nos encontramos. No hablaremos de paradigmas nuevos, porque las novedades aparecen solo a quienes han conocido realidades que pasan a ser anticuadas. Nuestra reflexión es propositiva para todos con el afán de acomodar y actualizar nuestro carisma comboniano a los tiempos de hoy y a los destinatarios que el Espíritu de Dios nos ha designado… como lo hiciera con Pablo:

Por esta causa yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por amor de ustedes los gentiles si en verdad han oído de la dispensación de la gracia de Dios que me fue dada para ustedes; que por revelación me fue dado a conocer el misterio, tal como antes les escribí brevemente. (Efesios 3,1-3)

Pero un día aquel que me había escogido desde el seno de mi madre, por pura bondad le agradó llamarme y revelar en mi a su Hijo para que lo proclamara entre los pueblos gentiles (Gal 1,14-16)

No somos nosotros los que hemos decidido ser combonianos por gusto propio sino que hemos sido seleccionados por el Espíritu de Dios para esta vocación que nosotros hemos consentido a partir de nuestra experiencia de fe en Cristo y del camino que han seguido nuestros antepasados biológicos y nuestros predecesores en el carisma misionero. El proceso de elección ha sido el mismo para todos nosotros aunque las circunstancias y los detalles varíen según los casos. Es por eso que cualquier de nosotros puede hacer su reflexión y exponerla para beneficio de todos. Lo que importa es tener la inquietud de descubrir la voluntad de Dios para nosotros los Combonianos en este siglo XXI que se acerca al primer cuarto de acuerdo a lo que San Daniel Comboni desearía para los miembros de sus institutos, más aún para aquellos que provienen de las poblaciones que tanto amó y que hoy evangelizan cumpliendo su visión profética.

COMPLEJIDADES DE NUESTRA MISION

Es por todos conocido que el cumplimiento de la misión de evangelización de los misioneros Combonianos es muy compleja. Algunos asuntos a considerar podrían ser:

  • La misión en general según la visión de la Iglesia católica hoy
  • La misión concreta de acuerdo a las circunstancias
  • La misión de acuerdo al instituto comboniano
  • La misión según la entienden los misioneros concretos (ideales)
  • La misión que conviene hacer
  • La misión que se hace
  • La misión que se puede hacer
  • La misión que Dios quiere que hagamos

El ejercicio de Ratio missionis que terminó en 2012 pudo haber contribuido mejor en la clarificación de los criterios futuros para la misión de los Combonianos. Criterios que son muy necesarios en la promoción vocacional, selección de candidatos y formación de los jóvenes para la misión. Nuestros capítulos generales han tenido muy en cuenta esta situación pues tanto la misión como la formación son temas recurrentes en ellos, como debe de ser.

Los tiempos cambian, las circunstancias, los misioneros. Un detalle muy importante a tener en cuenta es que actualmente los Combonianos estamos canalizando la contribución evangelizadora de la iglesias más jóvenes a la misión de la Iglesia universal. Este hecho es muy emblemático y profético; pero a su vez también es retador –ni más ni menos que otros desafíos-. El detalle no es nuevo en la iglesia, basta que pensemos en la evangelización de los pueblos germánicos con monjes de Irlanda, o los primeros miembros mestizos del continente americano entre los dominicos, franciscanos, jesuitas, etc. Lo que resultó nuevo es que durante el siglo XX se dio prioridad a la creación de iglesias locales con sus presbíteros locales. Prioridad que no se mantiene en las iglesias más recientes de hoy. Es solo un detalle estadístico no posicional.

En lo concerniente a nosotros los misioneros Combonianos nos toca concentrarnos en los campos de misión y en los misioneros hoy. Con respecto al primer punto hemos de referirnos al nn. 13, 14, de la Regla de vida más toda la sección sobre evangelización, y a las citas sobre “nigrizia” en los escritos de San Daniel Comboni. El n. 13 sigue siendo una caja de pandora, que el celo apostólico y la creatividad Comboniana ha hecho posible que la gracia de Dios continúe haciendo maravillas son con nosotros, también a pesar nuestro. El resultado ha sido una explosión de compromisos misioneros diversos y variados en actividades, continentes, poblaciones… que ha crecido como un árbol esplendoroso que desde hace años hemos querido podar, porque no podíamos mantenerlo.

UNA CONDICION DE VIDA NEFASTA “LA NIGRIZIA”

En el índice analítico de los escritos de Comboni se lee:

NIGRIZIA: véase ÁFRICA. "Nigrizia" es un término utilizado con frecuencia por Comboni, tanto para significar ÁFRICA, especialmente como objeto de la Misión, como para acoger a todos los pueblos negros los que aún no les habían sido proclamados el Evangelio. El término se ha dejado en muchas de las referencias, y en otras se ha traducido como ÁFRICA, principalmente por capricho del traductor. Lo mismo se aplica al uso de "negros" o "africanos". Cabe recordar que el vasto Vicariato de Comboni cubría casi un tercio del continente africano, y según sus cálculos contenía cien millones de almas, de muchas tribus africanas.

Eso quiere decir que, en las traducciones de los escritos desde el italiano, no podemos distinguir cuando Comboni utiliza África y cuando Nigricia. De todos modos, poco nos va a importar porque en la comprensión que Comboni daba al término va mucho más allá de la etimología y de la geografía (ver. Wikipedia y similares).

Vamos a rescatar algunas citas de las Reglas del instituto de las misiones para la Nigricia:

2655] Como realmente está consagrado a la Regeneración de la Nigricia lo mismo el que trabaja como Maestro de piedad, o Profesor de materias teológicas o científicas en el Colegio de Verona, o colabora de cualquier modo en el Instituto para las Obras preparatorias de Europa destinadas a formar personal para las Misiones de África, que aquel que se dedica inmediatamente a la conversión de los infieles en la misma África.

Capítulo V Misión interna del Instituto

[2677] El Instituto recibe en su seno, bajo normas fijas y adecuadas al intento, sacerdotes y clérigos de Teología aptos para el ministerio apostólico, así como laicos de probada piedad y competencia, principalmente con objeto de hacer de ellos hermanos coadjutores, catequistas, enseñantes, y maestros de artes y oficios útiles y necesarios en la Nigricia. Por ello:

1.o       Es al Instituto al que incumbe necesariamente la misión de probar cuidadosamente la vocación de los candidatos para la Nigrizia.

[2646] se dedican a la conversión de Africa, y especialmente de los pobres negros, que todavía yacen sepultados en las tinieblas y en las sombras de la muerte.

[2647] tiene como finalidad específica la regeneración de los pueblos negros, que son los más necesitados y abandonados del universo.

[2648] Este Instituto se vuelve por ello como un pequeño Cenáculo de Apóstoles para Africa, un punto luminoso que envía hasta el centro de la Nigricia tantos rayos como solícitos y virtuosos Misioneros salen de su seno. Y estos rayos, que juntos resplandecen y calientan, necesariamente revelan la naturaleza del Centro del que proceden.

[2719] Los que no puedan mucho con obras, procurarán lograrlo con la oración. Al menos aquello de que los hace capaces la divina bondad. Tengan puesta la mente y el corazón, en todas sus actuaciones, en las míseras almas del universo entero, y especialmente en las de Africa Central, que yacen sepultadas en las tinieblas de la infidelidad y del error,

En realidad, el número 2700 de los escritos hace, una vez más, una descripción sumaria de la situación de “nigrizia” y de sus razones para existir, que aquí no mencionamos por decoro, porque son muy denigrantes. Nos bastaría analizar este tipo de citas para descubrir cuáles son las oscuridades que la luz de Cristo debe expulsar llevada por las manos y la presencia de los misioneros Combonianos/as, consagrados y laicos/as. No lo hacemos con la debida frecuencia para evitar que nos remuerda la conciencia, y porque nuestros compromisos no son tan “blanco o negro” hay muchas situaciones mixtas y muchas variedades de grises. Tanto es así que ya hemos determinado que los continentes disciernan sus prioridades de acuerdo a los objetivos del carisma comboniano. Prioridades y objetivos que se actualizan después de cada capítulo general. Compromisos provinciales y locales que se evalúan para descubrir los progresos y regresos y para determinar “cuando será el tiempo para confiar el compromiso apostólico comboniano en manos de la iglesia local”, porque la provisionalidad es una característica del carisma comboniano (RV n.71).

PROVISIONALIDAD Y CONTINUIDAD

El dilema está en que los criterios para aplicar esa provisionalidad no pueden ser los mismos en todos los ámbitos pastorales donde estamos involucrados; pero tampoco pueden ser tan dispares como para que no consigamos criterios comunes en los ámbitos pastorales, provincias, continentes, instituto. Esto quiere decir que es necesario actualizar los criterios para empezar, continuar, ceder, mejorar nuestro servicio apostólico donde nos encontramos. Servicios apostólicos que incluyen la evangelización, la formación (inicial y continua), la administración, la consagración religiosa. Desde el año 2010 hemos actualizado la Ratio Misionis, la Ratio Fundamentalis Institutionis, el Código Deontológico. Tres documentos prácticos e inspiracionales que a su vez todavía necesitan ser adaptados a las realidades concretas de nuestras circunscripciones y comunidades. Adaptaciones que podemos compartir entre las circunscripciones y ámbitos pastorales similares de modo que nos alimentemos mutualmente de las bondades que el Señor hace con nosotros en beneficio de su pueblo en “nigrizia”.

Necesitamos cultivar el diálogo que Comboni tenía con Sembianti y con sus misioneros/as, porque en ese diálogo aprendemos unos de otros independientemente del status que tengamos. En estos días buscamos muchas inspiraciones en internet, pero nos falta motivarnos mutuamente. Las comunicaciones en las plataformas sociales facilitarán bastante esa comunicación, aunque también necesitamos ser concretos, prácticos, humildes y creativos. Las oportunidades de formación permanente que organizamos en las comunidades y secretariados son ocasiones ideales para dialogar y para actualizar nuestras metodología y presencias.

En otras décadas pasadas esa tarea se realizaba en los encuentros de zona geográfica. Hay que mencionar esto porque no es práctica común hoy en día a pesar de que han mejorado los medios y posibilidades de comunicación. ¿Por qué ha ocurrido esto? Sea cual sea la respuesta hay que considerar que las zonas pueden ser geográficas o de ámbitos de interés. Las zonas del pasado combinaban las dos perspectivas porque nuestros compromisos cercanos tenían similitud en las situaciones de los destinatarios de nuestra labor evangelizadora fuera en cultura, idioma, problemáticas sociales, nivel de evangelización, integración en la iglesia católica local.

ELIMNAR LAS TINIEBLAS CON LA LUZ DE CRISTO

Hoy nos queda claro que los destinatarios de la labor evangelizadora de los Combonianos serían los que responden a la situación de “nigrizia” tal y como la describía Comboni con respecto a las poblaciones del Africa central de su tiempo. El término va mucho más allá de la etimología latina, pues resultaría racista. Y más allá de la geografía, pues estamos presentes en todos los continentes. De acuerdo a lo que Comboni describe hay que asociarlo a la situación de “oscuridad” propia de los seres humanos que viven sin conocer la luz de la fe en Jesucristo. Estamos todavía en tiempos de Pascua y sabemos lo que eso significa en términos de liberación del pecado y de expansión del Reinado de Dios.

Eso quiere decir que como discípulos de Jesús llevamos la luz de Cristo, porque somos tal y como él nos lo dice (Mat 5,13-16). Las preces de laudes del miércoles de la cuarta semana de pascua son muy ilustrativas:

  • Nos has llamado a entrar en tu luz maravillosa y te has compadecido de nosotros.
  • La fuerza del Espíritu Santo nos purifica y nos fortalece para que trabajemos por hacer más humana la vida de los hombres
  • Que nos entreguemos de tal modo al servicio de nuestros hermanos que logremos hacer de la familia humana una ofrenda agradable a tus ojos (Señor)
  • Llénanos de tu misericordia para que encontremos nuestro gozo en alabarte.

Que llevemos la luz de Cristo (Jn 8,12) implica que nuestra luz no puede quedar escondida, es lo que nuestro Señor nos advirtió. Por eso que corresponde a todo comboniano identificar las tinieblas, tipo “nigrizia”, que le son más cercanas para llevar allá la luz de Cristo (Mt 4,16). El compromiso evangelizador de todo comboniano va más allá de la dedicación a tiempo pleno a la evangelización, o a estar fuera de su entorno cultural originario, es parte de nuestro ser como discípulos (discípulos misioneros, o discípulos en salida como dice el Papa Francisco). Este modo de ser implica involucrarnos en la pastoral ad gentes en las situaciones nigrizia más cercanas a donde estamos, sea cual sea la labor que estemos realizando (párroco, administrador, formador, obispo, asistente, provincial, periodista, profesor, enfermero, mecánico, etc.). Siempre hay algo de pastoral “nigrizia” que podemos hacer allá donde estamos, le dediquemos mucho o poco en tiempo o energías. De hecho, el contacto con los pobres de la tierra orienta nuestra transformación interna como Combonianos y nos ayuda a ser consecuentes con los valores de nuestro carisma. Sin ese contacto, nos creamos un mundo virtual de lo que es la misión comboniana. Es como si caminásemos a tientas como los ciegos… nosotros que tenemos la luz del mundo en Cristo Jesús.

El nivel de compromiso dependerá de las posibilidades y de las fuerzas… sabiendo que incluso en la enfermedad y convalecencia podemos iluminar a los que sufren gracias al poder de la oración (RV 15.2; 76.2). Nos aplicamos a nosotros mismos la explicación de Pablo, “Ay de mi si no proclamo el evangelio (1Cor 9,16). O la frase que Comboni compartía con Sembianti, “No; jamás anidó en mi corazón ninguna pasión, excepto la de África” [Es. 6983]. Es decir que apasionados por el pueblo de Dios que vive en condición de “nigricia” buscamos donde están los hijos preferidos de Dios porque son los que más sufren. Por eso que es un poco desconsolador cuando encontramos a Combonianos a los que se les ha enfriado el celo apostólico y no se comprometen en la regeneración de la “nigricia” (el sustantivo que utiliza Comboni) puesto que esas personas son “los pueblos más abandonados y desdichados del universo” [Cfr. Es. 2591 y par.] Todo esto porque los servicios profesionales que realizamos son pasajeros, mientras que nuestra vocación, que responde a nuestro ser para Dios y su pueblo, permanece; el “siempre” de la homilía de Comboni en Jartum: “siempre dispuesto a atender vuestras necesidades espirituales; el rico y el pobre, el sano y el enfermo, el joven y el viejo, el amo y el siervo tendrán siempre igual acceso a mi corazón. Vuestro bien será el mío, y vuestras penas serán también las mías.” [Es. 3158].

Resulta comprensible que nos asusten las tinieblas, ¿quien no tiene miedo a la oscuridad y a lo desconocido? Pero el amor hacia los que están sufriendo en ellas nos ilusiona, como hacen los hermanos mayores cuando los pequeños se asustan y acuden a consolarlos, y animarlos, y tranquilizarlos. En nuestro caso, los ánimos no solo son palabras para engañar a los inocentes, sino Palabra de Dios y disponibilidad completa al Espíritu de Dios que nos empuja a “regenerar el mundo donde sufre la “nigrizia”, porque es cierto que el Señor está creando un mundo, una humanidad, una Iglesia nueva (Cfr Is 43:18-20; Is 65,17-18), y el Instituto fundado por San Daniel Comboni es una muestra de esa transformación.

Ahora bien, la autenticidad de la transformación no se realiza por decreto sino por compromiso. Las líneas para actualizar el carisma comboniano están ya muy repetidas desde la asamblea de formadores de Pesaro en 1999, en algunos escritos del P. Teresino Serra sobre valores irrenunciables y en otros muchos artículos de Combonianos con experiencia en la formación y en la historia del carisma comboniano. Gracias a Dios, no nos falta teoría e inspiración.

REGENERACION DESDE NUESTRO INTERIOR

La regeneración de los ambientes de “nigrizia” parte de nuestra experiencia de Dios y de su amor. Es importante responder a la pregunta de Jesús a Pedro (Jn 21,15-21) porque es a partir de la declaración que le hacemos de amor incondicional que él nos envía a sus ovejas. Es ahí, cuando aceptamos ser amados por el Señor y le profesamos nuestro amor, que nos nace espontaneo hablar de Dios en nuestras conversaciones comunitarias, en los encuentros con desconocidos, en las predicaciones y aulas. Es a partir de esa experiencia que dejaremos ydesearemos que Él nos transforme. Dios logrará transformar el mundo, la Iglesia, el instituto… si permito que transforme mi persona. Desde el amor que siente por mí y que yo siento por él, acepto a mi hermano y le ayudo, al tiempo que también yo me dejo ayudar por él, sea cual sea su apariencia o condición.

Sabiendo que Dios nos quiere por lo que somos no tenemos miedo en asumir nuestra condición imperfecta y de pecado; de ese modo aceptaremos mejor las críticas que hacen a nuestra persona y a las culturas que nos identifican, porque las experimentamos como críticas constructivas. Esto nos ayuda a eliminar la tendencia a la auto-justificación y auto-referencialidad que tanto perjudica nuestra vida consagrada y Comboniana. La misión que realizamos es todo un proceso de transformación de nosotros mismos; un camino de santidad en el que “el sentir del Corazón de Cristo”, que es el palpitar de Dios por la humanidad, nos lleva al encuentro de la humanidad que “más sufre y menos cuenta”.

Estar cercanos a los hombres y mujeres que sufren en las periferias humanas es lo que Comboni define como “hacer causa común”, y el Papa Francisco como “ser pastores con olor a oveja”. No alejarnos de “la nigrizia” que aguanta la opresión, esclavitud, ignorancia, descarte, porque Dios nos llama como a Moisés desde las seguridades que tengamos para que vivamos para ellos y no podamos alejarnos de ellos, aunque a veces tengamos la tentación de abandonarlos porque también los oprimidos tienen dura cerviz (Ex 32,9; Hch 7,51). Hay situaciones deshumanizadoras en las megápolis, en las chabolas, en las sabanas y las selvas que piden la luz de Cristo que quiere que tengan vida auténtica (Jn 10,10). El misionero de hoy no puede ser proselitista, es testimonio viviente del Reino y sus valores. El progreso humano que compartimos necesita de Dios; y una vida de bienestar sin Dios no es la vida en plenitud que proponía Jesús.

Nuestra cercanía a las periferias humanas necesita ser realista, no podemos estar en cualquier situación, y hay que contar con nuestras preferencias concretas, aunque siempre estemos disponibles a donde se nos envíe. Las preferencias dentro de los ámbitos donde estamos presentes los Combonianos se definen en el proceso formativo. De ahí que sea tan importante que la promoción vocacional sea bien definida para que los jóvenes aspirantes no sueñen con un futuro que no será real. Que los formadores expliquen con claridad los campos de misión y las exigencias para ese tipo de misión. Las Reglas de Comboni para sus Institutos y las cartas a Sembianti nos muestran cómo ser incisivos y exigentes al tiempo que mostramos la alegría de ser compañeros de Jesús en su caminar por el mundo.

La misión ad gentes, ad extra, ad pauperes define el tipo de misioneros que estamos llamados a ser. Decimos que los formadores deben identificarse con la evangelización directa de los Combonianos porque la han realizado. Decimos que los escolasticados deben de estar enfocados a las misiones combonianas más cercanas y que darían identidad a esos escolasticados. Cuando iniciaron los escolasticados internacionales y cros-continentales tenían ese enfoque. Por eso que al final de los noviciados se hacía la opción de escolasticado de acuerdo a la misión que un candidato se sentía más atraído. Por lo que oigo a los escolásticos la misión futura no es algo que hayan considerado en sus opciones. Esta realidad es un hándicap a la hora de ayudarles a crecer en su compromiso vocacional porque estamos en diferentes niveles, aunque todos sean válidos para el Reino de Dios. Dejar la preferencia para la misión para el final de escolasticado es un poco arriesgado, porque puede que no seamos honestos, para no asustar a los formadores. Cuando los primeros destinos de misión no parece que respondan a los criterios de preparación de los escolásticos no alentamos a los jóvenes a inserirse en las culturas locales asociadas a estos, de ahí que los escolásticos y hermanos se concentren en los estudios teóricos necesarios para el sacerdocio y no muestren interés en las culturas, los idiomas, las situaciones más cercanas. La comunicación virtual del mundo global no ayuda a la inserción, aunque tenga muchas otras ventajas.

CON LOS HUMILDES DE LA TIERRA

Comboni era de familia sencilla y trabajadora. Desde entonces la mayoría de los misioneros Combonianos provenimos de familias humildes que entregan con generosidad lo mejor de sus hijos/as para la misión de la iglesia en vez de quedárselos para que les ayuden a ellos mismo. Hay que valorar y respetar esa generosidad. Nuestra identidad con los humildes nos ayudará a no buscar comodidades que superen nuestras posibilidades, porque las posibilidades de que disponemos son también para compartir con los pobres. Un compartir al estilo de Jesucristo es el de la viuda del evangelio (Mc 12,41-44) o del profeta Eliseo (1 Re 17,8-24), es decir hay que cuidar no dar de lo que nos sobra sino de lo que usamos para vivir. Eso implica un estilo de vida peculiar, sea en las residencias, el transporte, los medios que utilizamos para el apostolado, etc. La ubicación de nuestras comunidades, las apariencias de nuestras estructuras, los carros que utilizamos, el estilo de vida económico… transmiten un mensaje subliminal que influye tanto como la propuesta vocacional directa que hacemos en la promoción vocacional como en la formación.

En general disponemos de buenas posibilidades de pastoral misionera cercanas a las casas de formación. La misión directa es parte de la formación, aunque nos falta una reflexión más profunda de lo que hacemos, cómo lo hacemos, cómo se puede hacer. Los centros de estudios filosóficos y teológicos no ofrecen mucha pastoral práctica supervisada. Quizás sea ahí un campo donde podamos contribuir en la educación de los futuros pastores con olor a oveja que necesitan todas las iglesias. Al separar las materias de teología dogmática de aquellas más dirigidas a la pastoral se podrá seleccionar materias que vayan más de acuerdo con nuestro carisma y necesidades.; pero habrá que hacer un syllabus peculiar para los Combonianos y unos exámenes de conocimientos y de actitudes generales que constituyan los cimientos sobre los que levantar a los misioneros idóneos para este siglo en el que nosotros estamos presentes en sociedades muy distintas: en tecnología, en religiosidad, en economía, en cultura. Y al mismo tiempo unificadas por el fenómeno de la globalización, con su agnosticismo y materialismo. Ser sacerdote o Hermano Comboniano no es lo mismo que serlo para los camilos o para los franciscanos.

Cuando intentamos definir los campos de misión para los Combonianos de este siglo nos cuesta identificar las “gentes” que necesitan el evangelio y los “extra” de nuestras salidas, así como los “pauperes” de nuestra acción evangelizadora. Nos cuesta porque varían de sub-continente a sub-continente (hablar de “sub” es más oportuno).

También nos cuesta acertar con el método apropiado para llevar el evangelio a migrantes en Europa, a pueblos originarios y afros en América, a poblaciones alejadas en el mundo rural de África, o a las periferias urbanas de las megápolis. Esos son campos que necesitan presencia. ¿Y qué hay de la evangelización en la virtualidad de internet? Esta no puede ser para todos sino más bien para las poblaciones que nos son cercanas y que conocemos a las que les podemos llegar al corazón por medio de sus teléfonos celulares. No se trata de lanzar mensajes para cualquiera, aunque después cualquiera pueda tener acceso a ellos.

Ad gentes

Como Combonianos hemos puesto mucho énfasis en la liberación integral que está asociada a la salvación en Jesucristo, porque no se trata de llegar al cielo nada más sino de “regenerar esta tierra” (“regeneración” es también una palabra clave en la espiritualidad misionera de San Daniel Comboni, junto con: Nigricia, cruz, corazón traspasado del buen pastor, causa común, inculturación). Al igual que otros misioneros en África –menos en América- hemos contribuido en la inculturación de la catequesis, liturgia, estudio de idiomas locales. Hemos hecho menos en lo concerniente a las traducciones bíblicas, donde los hermanos de otras iglesias nos llevan la delantera. Actualmente, traducciones están en entredicho porque hacerlas bien es costoso, y los idiomas que todavía no tienen la Biblia traducida no son utilizados por grandes poblaciones. Nuestros estudios bíblicos han estado enfocados más hacia la catequesis y predicación que a las traducciones. Hoy en día corremos el peligro de dar importancia a la liturgia y a la alabanza más que a la catequesis y al contacto personal. Las primeras son asamblearias; las segundas son para grupos reducidos y con compromiso de transformación social. El llamado clericalismo es una tentación que se aprovecha de la generosidad de la gente humilde y del aprecio por lo sagrado; pero no tiene nada que ver con la “kenosis” de nuestro Salvador, o con la audacia de Comboni ante situaciones bien complicadas y desagradables. Además, tampoco podemos olvidar que las transformaciones culturales y sociales necesitan de la conversión personal [Es. 2646]

[2687] Es necesario, pues, que quien se ofrece para el difícil y laborioso Apostolado de la Nigricia tenga una verdadera disposición, basada en el sentimiento de la fe y en la caridad, para dedicarse a la conversión de las almas más abandonadas del mundo y a propagar en aquellas vastas y desconocidas tierras el reino de Cristo.

La misión ad gentes de estos días es bastante árida porque no se dan las conversiones multitudinarias de otros tiempos. Las ayudas solidarias de ongs y de gobiernos hacen menos necesaria las actividades de desarrollo humano integral asociado a la labor de los misioneros, además de que faltarán recursos. La evangelización de poblaciones que no muestran interés por el evangelio, aunque sea buena noticia, en Europa, el Islam, las urbes y China nos invita a recuperar la espiritualidad de la levadura (Lc 13,20-21) que tan crudamente describe Comboni para el siglo XIX

[2701] En una palabra, el Misionero de la Nigricia debe con frecuencia reflexionar y meditar que él trabaja en una obra de altísimo mérito, sí, pero sumamente ardua y laboriosa, para ser una piedra escondida bajo tierra que quizá nunca saldrá a la luz, y que entra a formar parte de los cimientos de un nuevo y colosal edificio, que sólo los que vengan después verán despuntar del suelo y elevarse poco a poco sobre las ruinas del fetichismo,

Ese fetichismo que hoy aparece en el materialismo, el hedonismo, el agnosticismo, la carencia de fe… y que también puede contagiarse a los misioneros mismos. Es por eso que nuestras relaciones místicas con el Señor son tan importantes, y que nuestras comunidades deben de ser cenáculos de apóstoles unidos en amistad entorno al amigo común, Jesús, el Maestro. Si carecemos de esto nos volvemos en la sal sosa, que tiene apariencia de sal, pero no sirve para su propósito (Mt 5,13-16).

A veces nos cuesta ir o permanecer en la misión ad gentes justo porque es árida y no viene reconocida como quisiéramos y por los motivos que nos inspiran. Es por eso que aceptamos participar en ella al inicio de nuestro ministerio sacerdotal, y luego nos cuesta regresar. También podría ser que la escasez de reconocimiento que reciben los Hermanos misioneros (no se entiende su vocación, no se explica adecuadamente) contribuya a que haya pocos candidatos para esta vocación misionera que tanta importancia dio Comboni y la historia de los Combonianos. Si fuera el caso que nos asusta el servicio anónimo estaríamos demostrando que nos ha entrado la enfermedad de la piedra y nunca seremos cantos fuertes aptos para estar en los cimientos de las nuevas iglesias y sociedades. No se trata de buscar reconocimiento público, sino de darnos cuenta de lo que nos está pasando.

Ad extra

No se trata de salir de viaje del propio país, sino salir del mundo que nos es familiar y en el que nos sentimos seguros. Esto lo hacemos en nuestras comunidades inter-culturales primero. Y en nuestras relaciones cercanas a la gente que hemos sido enviados, segundo. Por todas partes mencionamos que la tecnología de la información y comunicación facilita la evangelización, y es cierto, pero también nos aliena en la comunidad y con los vecinos. Esta constatación queda ahí para nuestra propia conversión. Si vamos a otro país, pero no nos integramos con la población más que misión ad extra, estamos haciendo turismo.

Nuestras comunidades son testimonio de la armonía que el Espíritu de Dios produce en nuestras relaciones (Is 65,17-25). Eso es lo que anunciamos a modo programático. Para que sea real se necesita tener interés en conocer al hermano, su cultura, su familia, sus gustos. Apreciarlos y compartirlos. Solo así nuestras comunidades internacionales pasarán a ser inter-culturales y paradigmas del Reino de Dios.

No podemos olvidarnos del estilo de vida de Comboni: cercano a los pobres que evangelizaba en presencia y en estilo; ausente de ellos y pensando siempre en ellos en sus viajes; anhelante de regresar con ellos, con la “Nigricia” que necesitaba ser regenerada. Cuando, como misioneros que provenimos de iglesias jóvenes y sencillas, vamos a la evangelización de sociedades opulentas y luego no volvemos con los humildes de donde provenimos, habrá que decir que ya no somos hijos de Comboni;  porque él, pudiendo quedarse con sus padres, una y otra vez, siempre regresó donde había escondido su corazón [Es. 3157].

Ad pauperes

No olvidemos que los pobres son los preferidos por Dios, no porque sean pobres, sino porque son los que más sufren las condiciones inhumanas de una existencia no programada por Dios. Esta existencia no creada por Dios también perjudica a toda la creación, como bien sabemos los que hemos estado o estamos en contacto con la naturaleza en las pastorales rurales remotas y en las periferias urbanas.

Hemos dicho que Comboni y muchos de nosotros provenimos de familias humildes, este detalle nos debe de llenar de orgullo porque es lo que predicamos constantemente cuando hablamos de la Virgen María y San José, de la condición de Jesús, trabajador e itinerante. Precisamente para no olvidarnos de nuestros orígenes e identificarnos más con los santos tenemos regulada en la Regla de Vida el trabajo manual (R.V. 93.1), que no sería solo para el noviciado, sino para toda nuestra vida consagrada, elemento constitutivo de una vida sencilla.

La miseria que está producida por las injusticias, el egoísmo, la opresión, solo se puede erradicar mediante la conversión de las culturas, de las economías, de las personas. Por lo tanto, nuestras propias actitudes y practicas revelan en cuanto estamos contribuyendo a la erradicación de la miseria. No basta con que yo no viva en ella, para pensar que ya no existe.

Ya se ha dicho anteriormente que algunos sacerdotes diocesanos dicen a los religiosos “ustedes profesan los votos, nosotros los vivimos”, la frase sería una exageración que no viene al caso, pero sí se cumple bastantes veces con los fieles católicos comprometidos, entre los que se encuentran nuestros familiares y amigos. El hecho que nuestros ministerios meriten respeto no significa que nosotros tengamos que aprovecharnos de él para buscar honores, o para asustarnos de cierta incomodidad asociada a nuestra labor pastoral misionera. Los ministerios en la iglesia implican responsabilidades para servir al pueblo de Dios y para tomar decisiones necesarias, con las que nosotros nos involucramos en primer lugar. Sabemos que por más que queramos no podemos librarnos de nuestras inmundicias personales; pero así es la condición de toda la creación –basta con que pensemos que para obtener metales hay que procesar las materias primas, eso mismo hace el Señor con nosotros.

CONCLUSION

Comboni decía que un misionero no puede ir al cielo solo, es un tema que repite con frecuencia. En su última carta a su padre le decía al final: Debemos pedir, en cambio, el salvar muchas almas, y el ir al cielo no solos, sino con una gran multitud de convertidos” [Es 7035]. Y el último párrafo de los Escritos muestra lo último que dijo a Sembianti “Soy feliz en la cruz, que, llevada de buena gana por amor de Dios, genera el triunfo y la vida eterna [Es 7246]. En el epistolario de nuestro Santo las que dirije a su padre y al P. Sembianti son los que mejor recogen el sentir de su corazón, sus preocupaciones y sus ilusiones, y que hoy comparte con nosotros porque sigue preocupado por su “querida nigrizia”, esté en el Sahara, el Sahel, las selvas, las sabanas, la Amazonía, los Andes, Roma, Chicago, Londres, México, etc. Allá donde están los más oprimidos de la tierra. Su compartir no es para desahogarse sino para inspirarnos y que su modo de ser y de hacer no desaparezca en este nuevo siglo, después de 155 años del inicio del “Instituto de la Misiones para la Nigricia”.

Que Comboni piense en el cielo no quiere decir que se olvide la tierra, al contrario, siempre intentó sacar del infierno del sufrimiento a los africanos/as que tanto sufrían y ofrecerles un futuro digno en este mundo en preparación para las moradas celestiales que para ellos había preparado el Salvador. La promoción humana en un desarrollo sostenible que sea humano y cristiano, a ser posible, es parte del legado que hemos recibido y continuaremos con los medios de que dispongamos, porque la riqueza mayor que tenemos somos nosotros mismos que somos un regalo de Dios para el mundo de los abandonados y descartados.

Para ser moldeados por la gracia de Dios, y responder positivamente a las propuestas de Jesús, el Corazón Traspasado del Buen Pastor, que nos pregunta “¿….. me amas?” Disponemos de las Reglas de Comboni para sus Institutos [Escritos 2640-2740], nuestra Regla de Vida, las conclusiones de Pesaro 1999, las cartas de los Superiores/as generales de los últimos 30 años, con los correspondientes documentos capitulares, y otras muchas reflexiones de expertos en nuestro carisma. Por ahora sería suficiente con releer lo que sea más breve y más directo (lo bueno si es breve dos veces bueno).

[6876] Perdone, mi querido Padre, …[6877] Pero soy Jefe y Fundador de la Obra más difícil de apostolado, que debe formar santos y santas para convertir África; y Dios ha querido que el primer instrumento para formarlos fuese usted, que debe aprender poco a poco lo que hace falta para ello, y a conocer a fondo la anatomía del espíritu humano, para poder formar santos apóstoles, etc., etc. Y por eso le hablo sin rodeos y le hago de maestro, seguro de que usted hará lo mismo también por mí, y todo esto para gloria de Dios, para confusión y enmienda nuestra (porque la perfección es una alta montaña, y nosotros sólo nos encontramos al pie) y para la salvación de los pobres negros, que son las almas más abandonadas del mundo.