Miércoles, 23 de maio de 2018
El objetivo del presente estudio consiste en mostrar la profundidad y la belleza de nuestra espiritualidad comboniana. Para lograrlo, resalto, de forma esquemática, aquellos elementos esenciales que la Regla de Vida ofrece al respecto. Añado de mi parte algunos comentarios concisos, evitando citar otros documentos para no entorpecer la fluidez del discurso. (P. Rafael González Ponce).
“PARA QUE ESTUVIERAN CON EL Y PARA ENVIARLOS A PREDICAR” (Mc 3,14)
Apuntes para una lectura en clave espiritual de la Regla de Vida de los MCCJ
P. Rafael González Ponce
El objectivo del presente estudio consiste en mostrar la profundidad y la belleza de nuestra espiritualidad comboniana. Para lograrlo, resalto, de forma esquemática, aquellos elementos esenciales que la Regla de Vida ofrece al respecto. Añado de mi parte algunos comentarios concisos, evitando citar otros documentos para no entorpecer la fluidez del discurso.
Una convicción crece dentro de mí a medida que avanzo en el análisis del texto: la Regla de Vida es un tesoro de valor incalculable, donde se combinan las bendiciones de Dios junto con la historia de tantos misioneros que siguen entregando su vida por el ideal del evangelio. Ahí también encontramos, como trasfondo, la herencia que nuestro Fundador san Daniel Comboni nos dejó: una fe sin titubeos, una esperanza a toda prueba y una caridad obstinada por la causa de los hermanos excluidos y más empobrecidos.
Existen ciertos obstáculos que es importante superar a fin de realizar una lectura de la Regla de Vida con libertad de espíritu.
Conviene recordar que la lectura de la Regla de Vida supone una actitud de fe y un sano realismo crítico. Ella está escrita para nosotros, misioneros combonianos, a quienes se nos pide como base una opción sincera y concreta por Jesucristo y el empeño de seguirlo, con todo nuestro ser, a través de esta vocación específica en cada tiempo y lugar diverso.
Finalmente, el programa de vida que la Regla nos propone es atractivo y a la vez exigente, incluye nuestras fragilidades personales y comunitarias, pero fundamentalmente nos proyecta hacia adelante con el gozo de la donación incondicional al servicio del Reino, siguiendo las huellas de Aquel que es Buena Noticia para la humanidad entera.
ALGUNAS CUESTIONES PRELIMINARES
1. ¿QUE ES LA REGLA DE VIDA?
“La Regla es un documento fundamental para vivir, según el carisma, la consagración a Dios para las misiones, en espíritu de obediencia a la Iglesia que nos pide asumirla como guía segura”…“Es memoria que actualiza en el hoy el frescor y la eficacia de la experiencia del Fundador del Instituto, y que mantiene siempre vivo el mismo espíritu de seguimiento y de apostolado” (Carta del Consejo General como presentación a la RdV).
Conforme a esta descripción, inmediatamente descubrimos cuatro dimensiones:
2. ¿CUAL ES LA FINALIDAD DE LA RdV?
En la misma Carta del Consejo General, antes mencionada, aparecen las metas que la Regla de Vida pretende alcanzar:
3. ¿COMO DEBEMOS LEER LA RdV?
Son tres los requisitos – como fuerzas de un triángulo dinámico – para una lectura fructuosa:
Leemos en la introducción a la RdV: “Dejémonos guiar y confrontar con ella en el discernimiento de la voluntad de Dios”… “Que su lectura y meditación frecuentes nos ayuden a descubrir y asimilar los contenidos y las profundas motivaciones de la ‘primigenia inspiratio’”.
4. ¿EN QUE CONTEXTO SOCIO-ECLESIAL NACE LA RdV?
Después de un largo período de consultación a todos los miembros del Instituto, por medio de cuestionarios y asambleas regionales, los participantes al Capítulo Extraordinario de 1979 redactan el texto definitivo de la Regla de Vida. Al año siguiente, 1980, dicho Documento es aprobado “ad experimentum” por 7 años, con la anuencia de la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos. El Capítulo General de 1985 revisa y actualiza algunos párrafos, sobretodo en relación al nuevo Código de Derecho Canónico. Finalmente, la misma SCEP, mediante decreto del 3 de diciembre de 1987, concede la aprobación definitiva.
A nivel teológico-antropológico-eclesiológico, la RdV recoge las mociones suscitadas por el gran acontecimiento renovador del Concilio Vaticano II (1962-1965) y los documentos inmediatamente posteriores, desde la Ecclesiam Suam (sobre el diálogo en sus varios ámbitos) hasta laEvangelii Nuntiandi (sobre la evangelización en el mundo contemporáneo). Se trata en verdad de un cambio copernicano, pues pasamos de una estructura primariamente dogmática, monolítica y piramidal, a la concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios, Peregrina, Servidora del Reino proclamado por Jesucristo: una comunidad discípula, profética, ministerial, participativa, ecuménica y esencialmente misionera. De hecho, todo el texto de la RdV está impregnado por esta mentalidad abierta y lenguaje naciente, aunque actualmente, a más de 30 años de distancia, no percibamos su novedad.
A nivel socio-político-cultural, estamos todavía bajo la influencia del movimiento del “68”, como símbolo del radical cuestionamiento a cualquier principio fijo establecido, y ante el despertar de un pujante idealismo de fraternidad universal. Se lucha contra el imperialismo de los dos bloques ideológicos que han perpetuado la así llamada “Guerra Fría” y que han producido monstruosidades como las batallas en Vietnam, la voraz explotación de los recursos naturales de África, la justificación de las tremendas desigualdades en América Latina… En muchos países caen las dictaduras militares y surgen procesos democráticos, aún si incipientes. Se asiste culturalmente al deslizamiento de una época de la historia a otra, sin acabar, hasta el día de hoy, de aferrarla completamente.
A nivel de Instituto, la RdV surge como respuesta a un doble desafío:
Este movimiento de renovación se manifiesta emblemáticamente a través del evento de la reunificación de los dos Institutos combonianos entonces existentes: italianos con el nombre original de “Hijos del Sagrado Corazón de Jesús” (FSCJ), y alemanes como “Misioneros Hijos del Sagrado Corazón de Jesús” (MFSC). El 2 de septiembre de 1975 los dos Capítulos Generales, en Ellwangen-Alemania, deciden la reunión de las dos congregaciones y el 22 de junio de 1979, solemnidad del Sagrado Corazón, la SCEP ratifica con decreto tal petición y confirma el nuevo nombre “Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús”.
5. ¿QUE ENCONTRAMOS EN UN PRIMER ANÁLISIS EXTERNO DEL TEXTO?
5.1 La Regla de Vida consta de 34,285 palabras en total:
5.2 Elaborando una lista de las palabras más utilizadasen el lenguaje comboniano, resulta:
5.3 La Regla de Vida cuenta con 175 números, cada uno con sus sub-números; se encuentran distribuidos de la siguiente manera:
5.4 A pie de página encontramos 273 notas. En cuanto a Daniel Comboni se cita sobretodo el Mensaje de Daniel Comboni y los Documentos Fundacionales. Luego siguen los Documentos del Concilio Vaticano II (Ad Gentes, en particular) y los otros Documentos inmediatamente posteriores como la Evangelii Nuntiandi. Hay 39 citas del Código de Derecho Canónico. Sobre todo en las secciones de mayor contenido teológico existen citaciones de los Evangelios (36 veces), las Cartas de San Pablo (32 veces), los Hechos de los Apóstoles (9 veces), algún otro texto del NT y poco del AT.
6. OBSERVACIONES QUE SE DERIVAN DEL TEXTO ESCRITO
6.1 La Regla de Vida es un texto relativamente breve y redactado en forma de párrafos condensados para cada argumento. Literariamente ese estilo ayuda a su finalidad como instrumento que presenta principios y motivaciones para legislar la praxis.
6.2 El mayor espacio del texto lo ocupa el Directorio General y eso se debe a su carácter normativo. Busca involucrar a todos los miembros del Instituto en sus situaciones particulares, por eso elabora enunciados generales lo más detallado posible, dejando el resto para la contextualización en cada lugar propio.
6.3 Los verbos aparecen en tiempo presente del modo indicativo, eso le da un tono descriptivo positivo y no moralizante ni mucho menos impositivo.
6.4 La palabra más usada es “misión”, lo que se explica por la naturaleza del carisma. Sin embargo, luego en cantidad siguen las palabras que se refieren al gobierno, al servicio de la autoridad, a las situaciones de las comunidades en su acontecer diario; nuevamente aquí encontramos el carácter normativo del Documento y no primordialmente un tratado teológico o manual de espiritualidad.
6.5 Observando los contenidos, llama la atención el equilibrio constante entre Carisma-Misión-Consagración, todo referido al Fundador y a la tradición viva del Instituto.
6.6 La espiritualidad misionera comboniana, delineada esencialmente en los primeros capítulos, subyace como fundamento durante toda la exposición de la RdV. Cualquier número que se escoja supone la teología y espiritualidad que están a la base del conjunto.
6.7 La RdV no se agota en sí misma, por el contrario remite a la Doctrina de la Iglesia, a los Textos Fundacionales del Instituto Comboniano y a la coyuntura del mundo donde se sitúa. Por tanto, una lectura fiel de la RdV tendrá que tener cuenta de los Documentos últimos sobre la misionología, las nuevas adquisiciones teológicas y pastorales y, sobre todo, encarar los desafíos del mundo contemporáneo, por ejemplo: la globalización y las teorías neoliberales del mercado; los avances tecnológicos, cibernéticos, genéticos; las actuales pobrezas del pueblo y sus resistencias; las culturas autóctonas, las minorías étnicas, las culturas suburbanas; el diálogo intercultural e interreligioso; las mujeres, su marginación y su aporte en el mundo moderno, las cuestiones de género; el fenómeno de la emigración y migración, la ecología y sus retos urgentes, el aumento de la violencia, el narcotráfico, los nuevos rostros de la guerra, los ateísmos pragmáticos…en fin, las variadas realidades misioneras bajo la óptica del carisma.
LA REGLA DE VIDA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA ESPIRITUALIDAD
1. IDENTIDAD: ¿QUIENES SOMOS LOS MISIONEROS COMBONIANOS?
“Los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús[somos]:
Claridad en la propia identidad, personal y grupal, es la base para cualquier existencia positiva. La RdV describe lo que somos desde el SER y no sólo desde el quehacer. La identidad comboniana se basa en una serie de valores enlistados en orden de prioridad (fraternidad, llamado de Dios, consagración a El, servicio misionero, carisma de Daniel Comboni) y en la respuesta que cada uno de los miembros del Instituto ofrece como signo de pertenencia.
Somos, en primer lugar, “comunidad de hermanos”. Lo que nos une es la común experiencia del amor de Dios. ‘Ser en Dios’ lleva necesariamente a la fraternidad (eclesialidad), pues al compartir un mismo Padre quedan rotas las barreras del propio egoísmo. La RdV sabe muy bien que el testimonio de la comunidad fraterna es el núcleo del mensaje que anunciamos. Y también sabe que el objetivo último de la acción misionera es convocar a todos a la vida eclesial, entendida como intercambio de dones y servicios.
De igual manera, somos “llamados, consagrados y enviados”; es decir, nuestra identidad se define en relación al seguimiento de Cristo en todas sus dimensiones. Llamar significa ser re-creados para un proyecto nuevo. Consagración es pertenencia sin reservas. Envío es ir en su Nombre y con su poder. Los consejos evangélicos nos hablan del absoluto de Dios en nuestras vidas. En definitiva, nuestra identidad comboniana consiste en ‘ser uno’ con el Señor de tal forma que nos convirtamos en presencia suya.
En tercer lugar, somos en relación a las personas que servimos. Realizamos nuestra identidad en la medida en que nos donamos “al servicio misionero”, como lo hizo san Daniel Comboni. Para nosotros, ser misioneros combonianos implica la opción por los más pobres y abandonados.
Estas tres dimensiones, en compenetración armónica, son las que dan a nuestra identidad un rostro fascinante y nos hacen capaces de enfrentar proféticamente los desafíos. Cuando falta una de ellas, ya no nos entendemos entre nosotros y acabamos mostrando una caricatura de nuestro ser.
2. CARISMA: ¿CUAL ES EL CARISMA DE DANIEL COMBONI?
Entendemos por carisma un don particular del Espíritu Santo derramado sobre una persona para la edificación de toda la Iglesia. El carisma capacita a dicha persona para realizar un servicio a favor de la comunidad con un estilo todo especial. Podríamos decir que no es tanto lo que hace sino la forma como lo hace, su radicalidad, profundidad, belleza, pasión. El carisma señala lo distinto, lo profético, de una vocación.
Este es el carisma ‘ad gentes’ que heredamos del Fundador y que pertenece oficialmente a toda la Iglesia desde el momento de su canonización.
Por eso la RdV hace, de manera contundente, tres afirmaciones: el carisma abarca todo (actividad, estilo de vida, organización, formación y renovación), dura por toda la vida y exige fidelidad hasta el mismo sacrificio de la vida.
3. ESPIRITUALIDAD: ¿EN QUE CONSISTE LA ESPIRITUALIDAD COMBONIANA?
Entendemos por espiritualidad un estilo o forma de vivir la vida cristiana, que se acoge por la fe, se expresa en el amor y se nutre por la esperanza. O dicho con otras palabras, es el modo concreto de conformación con Cristo; siempre recibido como un don otorgado por Dios y para la misión que se nos confía. Se caracteriza por ser un hecho global, es decir envuelve todas las dimensiones de la persona.
En sentido estricto existe una sola espiritualidad: vivir el bautismo en el seguimiento de Cristo. Sin embargo, se reconocen diversas espiritualidades en cuanto maneras específicas de caminar tras de Jesús, manifestando la multiforme riqueza de los carismas. Se trata de un único camino a la santidad, diversificado como en un arco iris de singular belleza por creación del Espíritu Santo. Un abanico de caminos que convergen en el único Camino.
Lo típico de la espiritualidad de Daniel Comboni es su radical seguimiento de Jesucristo expresado en un apasionado amor misionero por los últimos de la tierra. Para nuestro Fundador, espiritualidad y misión forman un binomio inseparable: una espiritualidad que no desemboca en misión resulta alienante; una misión que no está arraigada en una profunda espiritualidad tarde o temprano acaba por derrumbarse.
La espiritualidad misionera comboniana, que la RdV nos presenta en su conjunto, incluye los pasos siguientes:
De ninguna manera son sólo aspectos devocionales oslogans para proyectos humanitarios, sino verdaderas fuentes teológicas donde nos encontramos con el misterio de Dios y recibimos su gracia para adherirnos a su proyecto salvífico. Las mismas prácticas de piedad que Daniel Comboni aprendió y cultivó con hermosa espontaneidad, (por ejemplo, al Corazón de María o Nuestra Señora Reina de Africa, San José, los Apóstoles, San Judas Tadeo, San Pedro Claver, los Reyes Magos, San Francisco Javier, Santa Margarita María Alacoque…) tienen sus raíces en este sustrato de fe profunda.
1. “El Corazón de Jesús”
“El Fundador ha encontrado en el misterio del Corazón de Jesús la fuerza para su compromiso misionero. El amor incondicional de Comboni por los pueblos de Africa tenía su origen y modelo en el amor salvífico del Buen Pastor, que ofreció su vida por la humanidad en la cruz…” (3)
Para Daniel Comboni, la “sangre y agua” que brotan del Corazón Traspasado de Cristo Buen Pastor, fecundan semillas que han de florecer en frutos de salvación para toda la humanidad. El costado abierto del Redentor es contemplado como llaga de esperanza para todos los crucificados de todos los tiempos. La fuerza simbólica del Corazón pascual hace fracasar las filosofías del devenir trágico ante la pujanza de la solidaridad divina.
En Daniel Comboni la devoción al Sagrado Corazón da un salto cualitativo: de la expiación y reparación por tanto haber ofendido al Señor, pasamos al compromiso misionero que busca imitar al Buen Pastor capaz de entregar la vida por sus ovejas, especialmente por aquellas descarriadas.
Del Corazón de Cristo nacen la Iglesia y los sacramentos, como don del Espíritu. También nace la misión como irradiación del Amor inagotable. Esta espiritualidad es la más grande bendición que el misionero comboniano recibe en su carisma; de hecho, nuestro Fundador nos invita a permanecer siempre con los ojos fijos en ese Corazón para comprender el misterio de nuestra vocación. Ser misionero del Corazón de Jesús es alianza y programa de vida inagotables.
2. “El Misterio de la Cruz”
“Comboni vivió su llamada bajo el signo de la Cruz; afrontando los sufrimientos, obstáculos e incomprensiones con la convicción de que «las obras de Dios deben nacer y crecer al pie del Calvario» (4).
Daniel Comboni habla de la cruz como un enamorado, la llama amiga, preciosa compañera y esposa inseparable. Pero no hay en él nada de masoquismo; la cruz sola sin el Crucificado es absurda. En cambio, la cruz es el culmen del seguimiento, del discipulado, de la configuración con El. Al mismo tiempo, la cruz expresa la obediencia filial al Padre y la solidaridad más plena con los hermanos. Es la cruz real de nuestros sufrimientos y despojos. Ella es, en los planes misteriosos de Dios, fuente de consuelo para el misionero y eficacia segura para la obra apostólica. Para Comboni la cruz es clave para la misión porque de ella surgen las obras de Dios. La docilidad ante la cruz se convierte en signo de discernimiento vocacional para quien desee ingresar en el Instituto comboniano.
Una verdadera mística de la cruz, al estilo de Daniel Comboni, polariza toda la persona en torno al ideal misionero. La cruz es como el anillo nupcial entre el misionero y la humanidad. La cruz no se busca por sí misma: Dios no quiere la cruz sino la vida. Ella cobra sentido cuando se convierte en el lugar del amor de Dios por mí y por todos. Lo que la cruz manifiesta es la fidelidad de Cristo, acompañándonos hasta las últimas consecuencias para salvarnos del pecado y de la misma muerte. Por eso, como misioneros, o rescatamos todos los sufrimientos iluminándolos con la luz de la cruz transformadora o nos dejamos aplastar por ellos.
La cruz nos viene por nuestra condición de criaturas, por el sufrimiento de los que amamos, por la injusticia del mundo, por nuestros pecados que nos deterioran, pero particularmente por nuestro seguimiento de Jesucristo en la opción de solidaridad con los más abandonados. La cruz, según el testimonio de Daniel Comboni, paradójicamente nos hace felices porque es precisamente en el vacío de todo apego cuando Dios puede realizar libremente su obra en nosotros.
3. “Los más pobres y abandonados”
“La llamada de Dios al servicio misionero se concretó para Comboni en la opción por los pueblos de Africa, que en aquel momento histórico le parecían «los más pobres y abandonados del Universo», especialmente por lo que respecta a la fe” (5).
Los dos polos de nuestra espiritualidad son: el Corazón de Cristo y la Nigrizia, en tensión uno hacia el otro. Por eso podemos decir que la de Daniel Comboni es una “mística de ojos abiertos”, vive su misión no ideológicamente sino a partir de las necesidades reales de la gente y desde su compromiso de fe que lo involucra en primera persona.
La RdV no permite confusión: los pobres no son la última razón de nuestra vocación comboniana, aunque a veces así lo oímos decir. Dios es el único absoluto. Es en proporción a la calidad de nuestra relación con Dios que purificamos las intenciones de nuestra entrega misionera. A partir de la fe, anunciamos la liberación de los pobres y denunciamos todo lo que se opone a ello, nos hacemos solidarios con los que sufren y asumimos la lucha por la justicia y la paz. El carisma comboniano es esencialmente testimonio y anuncio de la Buena Nueva del amor de Dios que dignifica a las personas.
Por nuestra opción carismática a favor de los más pobres y abandonados nos colocamos bajo la escuela de Cristo Buen Pastor que llama, cuida, corrige, protege, cura, defiende y conduce a las ovejas hacia manantiales de agua viva. Sobre todo, lo que caracteriza al misionero comboniano es el propósito de colaborar para que los pueblos sean sujetos de su propio destino; no sólo ser “voz de los sin voz” sino luchar para que ellos sean escuchados y construyan su propia historia.
Propio de la espiritualidad comboniana es inquietarse por los más pobres, permanecer encarnada en la realidad, inculturada en el alma de los pueblos, nutrida por la Palabra de Dios, tensa entre lo escatológico y lo temporal, esperanzadora en medio de las tragedias que azotan a la humanidad. En definitiva, los pobres no son un objeto de conmiseración sino sacramento del Dios-con-nosotros.
4. CONSAGRACIÓN: ¿COMO SE VIVE LA CONSAGRACIÓN A DIOS PARA LAS MISIONES?
Por consagración se entiende la acción por la que Dios elige a una persona para que le pertenezca totalmente. A su vez la persona le responde poniéndose en sus manos con confianza filial. Quien consagra es Dios. El ser humano se consagra a Dios en cuanto responde a su llamado. Se trata de una acción totalmente gratuita, libre y responsable. Se trata de una alianza de amor.
Para comprender el sentido de la consagración, debemos recurrir a Cristo, quien es el verdadero “Ungido-Consagrado” para la misión que le confía su Padre. La vida consagrada religiosa nos injerta a Cristo en su ‘ser todo para Dios’ y ‘ser todo para sus hermanos’. Aprendemos la consagración haciéndonos discípulos, adquiriendo las actitudes del Maestro. Sabemos que somos consagrados cuando nuestra vida sin El ya no tiene significado y cuando sentimos, pensamos, optamos, actuamos y amamos como El.
La consagración no es nunca una “fuga mundi” sino una inserción en las realidades humanas desde la lógica del evangelio. Los votos religiosos son siempre una contestación rebelde contra la mentalidad mundana, inmanentista, egocéntrica y hedonista; representan un grito de resurrección ante cualquier esclavitud, por eso nacen históricamente como continuación de la época de los mártires por el afán de impedir el aburguesamiento de la fe. Ellos nos proponen, contra corriente, el profetismo de las bienaventuranzas.
La RdV, siguiendo el ejemplo de Daniel Comboni, da a la consagración un matiz netamente misionero: siendo de Dios sin reservas nos declaramos totalmente disponibles para el proyecto de salvación universal. Por eso, reducir la consagración a la auto-realización o solamente a un medio funcional en vistas de estar más libres para el trabajo, es un grave error de perspectiva que termina en el vaciamiento interior. El primer movimiento esencial de toda consagración sigue siendo hacia el absoluto de Dios, experimentado como valor supremo, de ahí brota el compromiso por los pobres y abandonados.
La consagración a Dios para la misión constituye el núcleo central de la vida de Daniel Comboni y de cada uno de los miembros de su Instituto. Consagración y misión están unidos en nuestro carisma y todo intento de separarlos crea una ambigüedad que distorsiona la vocación misma.
1. Se acoge como un don de Dios:
“[Los misioneros combonianos] reconocen que su consagración es ante todo una iniciativa del amor gratuito con el que el Señor llama a sí a los que El quiere, los transforma y fortalece con su Espíritu y los envía a llevar su nombre a las naciones. Aceptan con libertad y gratitud la llamada de Dios y se comprometen a corresponder en las opciones concretas de su vida” (20).
2. Por la determinación clara de Seguir a Cristo
“El misionero comboniano está llamado a seguir a Cristo, esto es, estar con El, ser enviado por El al mundo, y compartir su destino” (21).
3. A través de los Consejos evangélicos
“El comboniano sigue a Jesucristo viviendo su consagración mediante los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia observados con voto público, según las exigencias específicas del servicio misionero del Instituto en la Iglesia, tal como se determina en las Constituciones. De este modo puede asemejarse más a Cristo «el cual, virgen y pobre, por su obediencia hasta la muerte de cruz, redimió y santificó a los hombres» (22)”.
“En virtud de su consagración, el comboniano se compromete a tender a la perfección de la caridad, «imitando a Cristo más de cerca», con la renuncia a «bienes ciertamente muy apreciables». Por ello las palabras del Señor, «buscad primero el Reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33), son la razón de su existencia y el programa de toda su actividad” (22.2).
Voto de castidad
Voto de pobreza
Voto de obediencia
4. A ejemplo de María
“El comboniano vive su consagración tomando como modelo a María y se confía a Ella, la cual, altamente favorecida por el Señor, es el prototipo de la Iglesia en su camino hacia la perfección del Reino. Ella es la sierva del Señor que, en la fe, renueva incesantemente la propia disponibilidad; es la virgen que lleva a Cristo al mundo; ‘sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación’” (24)”.
Daniel Comboni vive una relación con la Virgen María llena de amor y confianza: ella es verdaderamente la Madre del misionero y de los pueblos que se le encomiendan. Necesitaríamos muchas palabras para expresar la riqueza de esta espiritualidad mariana comboniana, baste recordar la larga lista de títulos que nuestro Fundador le otorga y que ya conocemos.
En María se realiza la gratuidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas. Ella, por su parte, representa la respuesta de la humanidad que espera su venida desde siglos. Por sufiat se realiza el Nacimiento que continúa en cada Eucaristía y en cada corazón que se abre al amor, sin importar razas, credos, condición social o cultura. Esa es la buena noticia: el Emmanuel ha nacido de María para redimirnos, y de ellos somos pregoneros hasta los más lejanos confines de la tierra.
5. VIDA COMUNITARIA: ¿CUAL FRATERNIDAD PARA LA MISIÓN?
El Instituto de las Misiones para la Nigrizia, desde los orígenes, es un pequeño Cenáculo de Apóstoles en virtud de la consagración misionera. Daniel Comboni lo describe como un centro luminoso – el Corazón de Cristo – desde donde emanan rayos fulgurantes hacia el mundo entero. Se trata de una comunidad orante y evangelizadora, que coloca como parte integrante de su misión el testimonio de su vida fraterna. La vida comunitaria se convierte en signo de pertenencia al Instituto y proyecto de evangelización.
La comunión es la fuerza de la misión, según el modelo Trinitario. Comunidad entendida como lugar-espacio de docilidad al Espíritu. Lugar de descubrimiento de la voluntad de Dios. Lugar de convocación eclesial. Lugar del desarrollo permanente de la persona. Lugar de crecimiento en santidad. Lugar de compromiso y responsabilidad común. Lugar de perdón y de fiesta. Ello alrededor de la Fracción del Pan y de la común escucha de la Palabra de Dios, para desde ahí ser enviados a los hermanos más pobres y abandonados.
1. Don de la unidad
“Los misioneros combonianos acogen con gratitud el don de la vida comunitaria, a la que el Espíritu del Señor los ha llamado mediante la inspiración originaria del Fundador. La comunión de vida de sus miembros responde a la naturaleza del hombre creado por Dios como ser social. Encuentra su principio y modelo en la Trinidad, y da cumplimiento a la oración de Cristo «que todos sean una sola cosa» (Jn 17,21). Es signo visible de la humanidad nueva nacida del Espíritu y se hace anuncio concreto de Cristo: «para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado» (Jn 17,23) (36)”.
2. Fundada en el amor
“La comunidad tiene como base de su convivencia el mandamiento del Señor: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 15,12) (38)”.
3. Vivir y crecer juntos
“Unidos por la común llamada y finalidad, los misioneros hacen consistir la vida comunitaria en una convivencia regular, en el buscar juntos la voluntad de Dios y en el compartir la oración, los bienes, la programación, el trabajo y los momentos de esparcimiento” (39).
4. Respeto a cada misionero
“En la comunidad se reconocen la dignidad, los derechos y el valor de cada misionero y se da a cada uno las posibilidades y los medios para el desarrollo de los talentos recibidos de Dios, y para la realización de su vocación según los fines del Instituto” (42).
La persona humana está creada para vivir en armonía con Dios, consigo, con los demás, con la naturaleza. El pecado nos dispersa y encierra en nosotros mismos; Cristo nos reconduce al centro y nos orienta al Padre, en el Espíritu. La comunidad religiosa es imagen de la comunidad Trinitaria.
6. ORACIÓN: ¿DONDE ENCUENTRA EL MISIONERO LA FUERZA PARA SU MISIÓN?
1. Encuentro con Dios
“El misionero comboniano está llamado a testimoniar y proclamar el amor del Padre, experimentado en la comunión personal con Cristo, bajo la guía del Espíritu Santo. Por ello centra toda su existencia en el encuentro con Dios, y forma con sus hermanos una comunidad orante” (46).
2. Escucha de la Palabra
“El comboniano hace de la Palabra de Dios su oración fundamental. Abierto al Espíritu, acoge a Cristo como el Verbo viviente del Padre, lo reconoce en las Escrituras y en la vida de la Iglesia. Busca su presencia en los acontecimientos y encuentros humanos” (47).
“El misionero lee la Palabra de Dios a la luz del Espíritu y en comunión con la Iglesia. La aplica a su vida en la meditación dejándose juzgar y convertir a la manera de pensar y obrar de Dios. La transforma en diálogo con el Padre en la oración” (47.1).
3. Oración misionera
“Como obrero al servicio del Reino implora incesantemente «venga tu Reino». En espíritu de solidaridad asume los deseos y necesidades concretas de la gente, ora con ella y en comunión con toda la Iglesia” (48).
4. Oración personal
“La práctica constante de una oración personal explícitalleva al misionero a transformar toda su vida y actividad enuna oración continua. Por ello el misionero tiene la responsabilidad de organizar su oración personal, siguiendo el ejemplo del Señor, que se retiraba frecuentemente a la soledad para orar al Padre” (49).
5. Oración comunitaria
“A ejemplo de la primera comunidad cristiana, que estaba unida, con un solo corazón y un solo espíritu, en continua oración, los misioneros forman una comunidad que ora con diversidad de formas. Por ello cada comunidad programa su vida de oración según los tiempos litúrgicos y estableceun programa diario, semanal y mensual, que revisa periódicamente” (50).
6. Oración litúrgica
“El misionero, incorporado a Cristo por medio del bautismo, vive esta unión en su más profunda expresión en las celebraciones litúrgicas, que considera instrumento privilegiado de comunión con Dios y con el hombre, y un medio esencial de evangelización y santificación personal” (51).
7. SERVICIO MISIONERO: ¿QUE HACEMOS Y COMO LO HACEMOS?
La RdV dedica una parte muy amplia al servicio misionero, incluyendo el ministerio de la autoridad y la administración de los bienes del Instituto. La presentación es muy rica y deberá ser tratada en detalle por otros estudios. Aquí me limito a trascribir unos cuantos párrafos y elencar algunos puntos claves del sector en cuestión.
7.1 SECTOR DE LA EVANGELIZACION
“El Instituto tiene como finalidad realizar la misión evangelizadora de la Iglesia entre aquellos pueblos o grupos humanos todavía no evangelizados, o que no lo están suficientemente” (13).
El Instituto realiza su finalidad:
“El Espíritu del Señor fermenta y transforma los pueblos y los conduce a encontrarse con la persona de Cristo y con su mensaje, y a entrar en el nuevo Pueblo de Dios. El comboniano, llamado por el Padre y enviado por la Iglesia, confiando en la acción del Espíritu, consagra su existencia a colaborar con esta acción y hace de la evangelización la razón de su vida” (56).
“El misionero proclama el mensaje evangélico ante todo con el testimonio personal y comunitario de los consejos evangélicos, y con la práctica de la caridad según el espíritu de las bienaventuranzas” (58).
“El anuncio del Evangelio por parte del misionero apremia al que lo escucha a adherirse a Cristo. El que lo acoge es llevado a un cambio de vida que se hace visible en la adhesión a una comunidad de creyentes. Esta comunidad es el signo de la nueva vida en Cristo” (62).
El envío a evangelizar nace de la compasión de Jesús por las multitudes maltrechas que deambulan como ‘ovejas sin pastor’ y de su oración filial a su Padre.
La misión del misionero es una extensión de la misión de Jesús. Salir, recorrer los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando toda clase de enfermedades. A la teología del envío se incorpora también la del regreso, igualmente importante es contar al Señor lo que hemos hecho y descansar con El.
Particularmente relevante de la misión “ad gentes” es su carácter de profecía y liberación. Los pobres, cualquiera que sea su situación moral o religiosa, determinan la opción del misionero enviado no a los que están ya dentro sino aquellos fuera de los límites institucionales de la Iglesia.
La misión comboniana une la fe con la justicia, la evangelización con la promoción humana, la salvación eterna con la manifestación del Reino de Dios que es dignidad, libertad, paz, derechos humanos, reconciliación…. La realidad de los pobres se convierte para nosotros en lugar de revelación de Dios y su opresión en el pecado estructural contra el que hay que luchar. Lo que hay que evitar es el individualismo, la superficialidad en la vida espiritual, el estilo de vida relajado, el fanatismo de cualquier tendencia que reduce la visión a una sola. El compromiso con los pobres evangeliza a los evangelizadores y los hace más capaces de humanidad y de fraternidad, es decir de santidad.
7.2 SECTOR DE LA ANIMACIÓN MISIONERA
“Los misioneros combonianos, por vocación y a ejemplo del Fundador, están llamados a la animación del Pueblo de Dios, para que éste reconozca sus responsabilidades misioneras y se comprometa en el anuncio del Evangelio al mundo entero”(72).
“En su tarea de animador, el misionero ora ante todo al Padre para que lo mantenga fiel a su vocación, mande obreros a su viña y haga sentir a los cristianos la urgencia de la tarea misionera” (74.1).
“Toda comunidad comboniana debe ser un centro de animación y espiritualidad misionera para la Iglesia local. Mediante este servicio, la comunidad vive su carácter específico y ayuda al Pueblo de Dios a enriquecer su fe” (75).
“La promoción vocacional es parte integrante y necesaria de la animación misionera, y se propone ayudar al descubrimiento, interpretación y desarrollo de la vocación misionera” (77).
La animación misionera nace de una experiencia de Dios que genera vida para todos y vida en abundancia. Bajo la inspiración de Daniel Comboni que se fatigó por animar misioneramente a la Iglesia de su tiempo.
7.3 SECTOR DE LA FORMACIÓN DE BASE Y PERMANENTE
“Todos los misioneros ejercen una influencia sobre la formación de base según el papel que cada uno desempeña en el Instituto. Los formadores, en comunión con ellos, son los responsables directos del trabajo de formación” (86).
“Todos contribuyen a la formación mediante el testimonio de vida, la oración, las sugerencias — fruto de su experiencia misionera —, el apoyo y la confianza que pueden ofrecer a los formadores y a los candidatos” (86.1).
La RdV insiste en los valores formativos no-negociables para todo aspirante comboniano: una fuerte experiencia de Dios, educarles a la vida comunitaria auténtica, el hábito de estudio que ilumine los varios aspectos de la vida, el espíritu apostólico y disponibilidad en concordancia con carisma, el desarrollo humano suficiente y las virtudes propias de la vida consagrada y misionera, abiertos a la supervisión continua.
“Los misioneros, para mantenerse fieles a su vocación y responder convenientemente a las nuevas exigencias de una Iglesia y de una sociedad civil en transformación, están llamados a un continuo crecimiento en Cristo e identificación con el carisma del Instituto. Por eso tienen necesidad constante de ser evangelizados, de convertirse y de renovar los contenidos y los métodos teológicos, culturales y profesionales de su servicio misionero” (99).
La formación permanente es el empeño consiente y libre en el proceso de configuración con Cristo como ideal de la propia vida. Como su nombre lo indica, abarca todo el ciclo de la vida e incluye todas las dimensiones de la persona: física, intelectual, psicológica, espiritual, vocacional.
7.4 SECTOR DEL SERVICIO DE LA AUTORIDAD
“La Iglesia, como Pueblo de Dios, reconoce una sola autoridad, Cristo. En el Instituto la autoridad es un servicio que participa y se inspira en el servicio de Cristo. De hecho, El «no ha venido a ser servido, sino a servir». Dicho servicio se hace a la comunidad y a cada uno de sus miembros para ayudarles a vivir según su consagración y a desarrollar sus dones personales y carismas en el servicio misionero” (102).
“El superior anima a la comunidad y a cada uno de los miembros en la búsqueda de la voluntad de Dios, en la realización de su consagración y en el crecimiento de la caridad. Ejerce la autoridad con responsabilidad tanto al tomar decisiones como al ejecutarlas, siempre en conformidad con el fin del Instituto; además presta su servicio armonizando los distintos aspectos de la vida comunitaria e interesándose por cada uno de los misioneros” (107).
7.5 SECTOR DE LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES
“El Instituto como comunidad de hermanos que da testimonio de pobreza consagrada, vive la comunión de bienes y hace uso de éstos en orden a alcanzar su finalidad misionera. Evitando el lucro excesivo y la acumulación de bienes, confía en la Providencia, reconoce la ley común del trabajo y comparte gustosamente sus bienes con la Iglesia local y con los pobres” (162).
“En la consecución de sus propios fines, el Instituto es consciente que las personas de los misioneros son los mayores bienes a él confiados y cuida de cada uno con el mayor esmero. Presta además especial atención a los enfermos y a los ancianos, para cuyos cuidados y asistencia afronta gustosamente los gastos necesarios, teniendo siempre en cuenta, sin embargo, el estado religioso” (162.1).
“El misionero se empeña en su trabajo y hace un esfuerzo sincero para buscar las ayudas materiales necesarias para la existencia y las actividades del Instituto, aun con sacrificio de su persona. Confía en la Providencia, mediante la especial intercesión de San José, según el ejemplo del Fundador”(162.2).
Hoy se tiene una conciencia más clara de la relación de la economía con el evangelio. Una buena administración, hecha con confianza en la providencia y pobreza evangélica, va ligada necesariamente al sentido de la profesionalidad y transparencia legal.
El evangelio nos hace vivir la economía en libertad, sencillez, generosidad, justicia, solidaridad y responsabilidad; lo contario es el afán consumista, egoísmo, sed de poder, dependencia esclavizante, despilfarro, desunión. No se puede renovar el Instituto comboniano sin prestar una atención especial al uso evangélico de los bienes y a la credibilidad del testimonio.
Algunos conceptos claves son:
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Estos apuntes sobre la RdV pueden parecer complicados y tediosos, la práctica no es así. De hecho, basta comprometerse con generosidad en un solo aspecto de nuestra vida misionera para que todo cambie. En la espiritualidad se constata lo que la ciencia llama “ley de los vasos comunicantes”: en una serie de tubos de laboratorio que estén conectados entre sí, basta que añadamos o quitemos líquido a uno para que todos aumenten o disminuyan a un mismo nivel. Igualmente en nuestra vida misionera comboniana, es suficiente que vivamos un aspecto con toda la pasión del corazón para que el conjunto de nuestro ser quede transformado. Una vez escribí en un editorial que bastaría, por ejemplo, poner en práctica el número 49.1 de la RdV para ‘refundar’ el Instituto, porque si se hace con autenticidad no puede menos de contagiar el todo.
Al final de este recorrido por nuestra Regla de Vida no queda más sino animarnos a ser verdaderamente lo que somos: discípulos misioneros de Jesucristo que es Vida para todos los pueblos y enamorados de los amores de Daniel Comboni. Entonces sí nuestra vocación será una aventura digna de ser vivida porque colma con creces nuestros anhelos más genuinos.
Que nuestro ‘Abba’, por intercesión de nuestra Madre de la Nigrizia, San José, San Daniel Comboni y todos los Santos patronos del Instituto, nos colme a todos de sus bendiciones.
P. Rafael González Ponce MCCJ
Bogotá, Colombia,
25 de diciembre de 2011
“Natividad de Nuestro Señor Jesucristo”