Roma, jueves 4 de agosto de 2011
Durante la Asamblea de AM América/Asia, Mons. Eugenio Arellano, vicario apostólico de Esmeraldas, Ecuador, con el entusiasmo y la lucidez que le caracterizan, se dirigió a los “asambleistas” para invitarlos animar a la iglesia y a la sociedad para que les hagan comprender que existen otras iglesias y otros pueblos que necesitan de nosotros; que todos somos responsables de todos. Ésa es en síntesis la Animación Misionera y ésta, en resumen, la intervención de Monseñor.
Mons. Eugenio Arrellano - (Obispo del Vicariato de Esperaldas)
¿Qué animación misionera en América/Asia?
Aparecida es un documento que nos compromete con la sociedad y con la Iglesia. La sociedad de hoy tiene un concepto de vida como un self service, o sea que cada persona se sirve de lo que le interesa. Por eso no hagamos igual con los documentos de la Iglesia. Nos presenta dos puntos esenciales en el actuar de la Iglesia: Discípula y Misionera. La Iglesia sigue siendo la Plantatio Eccletia. En los documentos capitulares nos dice claro, la Misión viene a nosotros.
No se puede separar el trabajo misionero por continentes. No hay que pensar ni creer que un continente es sólo para animación o para vocaciones y otro para evangelizar. La Animación Misionera es la carta de presentación de los Misioneros Combonianos, es un oxígeno en la vida pastoral, sin esto no tendría sentido nuestro carisma y justamente esto es lo que mantiene abierta la llama evangelizadora.
La identidad:
Documentos de Aparecida (n. 379). « Nuestro anhelo es que esta V Conferencia sea un estímulo para..que muchos discípulos de nuestras Iglesias vayan y evangelicen en la “otra orilla”. La fe se fortifica dándola y es preciso que entremos en nuestro continente en una nueva primavera de la misión ad gentes. Somos Iglesias pobres, pero “debemos dar desde nuestra pobreza y desde la alegría de nuestra fe” y esto sin descargar en unos pocos enviados el compromiso que es de toda la comunidad cristiana. Nuestra capacidad de compartir nuestros dones espirituales, humanos y materiales, con otras Iglesias, confirmará la autenticidad de nuestra nueva apertura misionera. Por ello, alentamos la participación en la celebración de los congresos misioneros ».
En este sentido, es fundamental creer en las personas a las que estoy animado, saber que tienen la capacidad de comprender lo que les estoy comunicando y que yo comunico lo que tengo que decir.
Me parece que en este campo entra perfectamente la expresión de un teólogo latinoamericano (Gustavo Gutièrrez, ndr) de beber de su propio pozo, pues las experiencias propias son el alimento para una buena animación, es una formación permanente.
Pero eso no basta: también hay que beber en el pozo ajeno. Lo cual significa que la experiencia vivida por otros también debe ayudarnos a realizar una buena animación, porque los otros también han hecho camino. Nunca hay que pensar que solo uno podido construir.
Igualmente es una buena base para la animación misionera la felicidad de la identidad; la gozosa pertenencia al instituto.
Casi al final de mi intervención, quiero decirles que animar a la Iglesia, a la sociedad es hacerles comprender que existen otras Iglesias, otros pueblos que necesitan de nosotros y que todos somos responsables de hacer llegar la buena a toda la humanidad.
La tarea no es sencilla si pensamos que, por una parte, las iglesias de Europa están vacías por los hijos no nacidos y si bien las iglesias de América están repletas de los seminarios están vacíos.
A quienes dicen que para ser un buen animador misionero es necesario haber estado en la misión, les respondo que no es verdad porque la misión forma parte de nuestra identidad y de nuestro carisma hagamos lo que hagamos.
Mi conclusión sería ésta: nuestra animación misionera tiene que ser muy propositiva y abarcar diversos aspectos: no podemos dedicarnos sólo a denunciar; tenemos también que anunciar.