Roma, lunes 8 de octubre 2012
Para un animador misionero, según la dinámica propia del carisma comboniano, su ministerio consiste más en ser testigo de una persona y de su Evangelio que anunciador de una marca patentada. Sólo de esa manera puede impactar en el corazón de la Iglesia y de la sociedad para que se comprometan en la misma causa. Tampoco hay otro camino para impactar en las nuevas generaciones para que de su seno surjan nuevas vocaciones, personas generosas capaces de dejarlo todo para llevar el Mensaje de salvación a los más lejanos.

No es extraño que caigan en nuestras manos libros destinados a hacer mella en nuestra vida o, por lo menos, a llamar fuertemente nuestra atención. Con cierta frecuencia visito mercadillos del libro. Con algunos libreros se ha llegado a establecer un relación bastante interesante. Al punto que apenas me ven llegar, sacan de un escondite especial alguna “perla” que creen que me va a gustar. No siempre adivinan. Por otro lado, en este campo hay que saber medir el presupuesto y no caer en la tentación del consumismo. A veces la tentación aumenta porque no falta quien me dice: “No se preocupe. Si no me puede pagar lo hace en su próxima visita”.

Es un mundo estupendo. He encontrado auténticas joyas. Algunas en el mundo de las novedades y otras de los tiempos que fueron. En no pocas ocasiones, as ofertas son tentadoras: mitad de precio en las novedades, dos, tres, cinco… y hasta un euro por libros con precio de lista de 10, 20, 30 euros. De algún modo me esfuerzo de vivir el cínico principio de Diógenes: “pasearme por el mercado para ver todo aquello que no necesito”.

En una de las últimas “peregrinaciones” a uno de esos lugares de culto, vi una portada que me llamó la intención de inmediato. Se trata de una obra de Veronica Gabrielli que tiene la garantía de haber sido publicada por “Il Mulino”, una casa editorial muy seria. El título es “Il brand. Quando la marca è più di un prodotto” (El brand. Cuando la marca es más que un producto). Sobre un fondo blanco hay la foto de una lata de aluminio totalmente desnuda. Más de un psicólogo, o especialista en publicidad, diría que contiene un mensaje subliminal para anunciar la marca de una “conocida bebida de cola”.

Pensé de inmediato en los combonianos que trabajamos en el mundo de los mass media o en la animación misionera de base. Cada vez nos resulta más difícil “promover y vender nuestra marca”. Somos cristianos, bautizados, consagrados y sacerdotes con una marca patentada: La missio Dei. Nuestro producto parece no llamar más la atención. Cada vez encontramos menos colaboradores para llevar adelante nuestro ministerio. A mucha gente, Comboni y su carisma dicen poco. Nuestras vocaciones, sobre todo en Europa y América, escasean cada vez más. Situación que nos exige ser creativos y redoblar nuestros esfuerzos.

Vuelvo al libro de marras y cito algunos parágrafos de la introducción, con permiso de ustedes y de la autora. “Si, en calidad de consumadores, citando imágenes como un caballito rampante, una vaca blanca y lila o un cocodrilo les viene a la mente algo más que estos bizarros animales, han elegido el libro justo. Si además de ser consumadores están buscando una intuición genial comparable a aquella de quien inventó las marcas Ferrari, Milka y Lacoste, encontrarán en las páginas de este libro algunos indicios. No fáciles recetas para el éxito de una marca. Es mejor desconfiar de quien las promete.

Lo que yo propongo en aquí es reconocer de qué modo las marcas han entrado en nuestra vida cotidiana. A lectores y consumadores les propondré un recorrido que los llevará a tomar conciencia de cuánto unas simples palabras en un producto sean capaces de influir el juicio y los comportamientos suscitando emociones. A los más atentos, les propondré también que entiendan también cuanto esfuerzo costó a las empresas inventarse y administrar lo que podría parecer un simple escrito, pero que en realidad no es sólo eso”.

Concluyo aquí con una última reflexión. Para nosotros los combonianos, misioneros y animadores misioneros, no basta patentar una marca o realizar estudios de marketing para colocar nuestro producto. Nosotros, ante todo, hemos de ser testigos del Dios padre de Jesucristo que “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. En todo caso se nos pide algo que es conditio sine qua non: hacer experiencia de ese Dios y de su enviado Jesucristo. Algo que, como sabemos, es obra del Espíritu Santo.

Jorge García Castillo, mccj
Secretariado General de la Animación Misionera