Entonces el rey dirá: “Vengan, los bendecidos por mi Padre! To-men posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me alimen-taros; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Pasé forastero y ustedes me recibieron en su casa...” (Mt 25:34-36).

La preocupación por los pobres y el consecuente compromiso por su liberación no son una novedad en la Iglesia. Desde sus oríge-nes, y en sintonía con el mensaje y la acción de Jesús, los primeros discípulos entendieron y trataron de hacer vida textos tan explícitos como los de Lc 4,14ss y Mt 25,31-46. En este último Jesús se identifica con los pobres y marginados y afirma explícitamente: “Lo que hicieron o dejaron de hacer con mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron o lo dejaron de hacer”.

La opción por los pobres y por su liberación integral es una opción evangélica; que hunde sus raíces en la más antigua tradición bíblica y pastoral del Pueblo de Dios.

Los Misioneros Combonianos, fieles a esa tradición y al carisma y a la práctica pastoral de nuestro Fundador, en los últimos capítulos generales y en la Regla de Vida vigente renovamos continuamente nuestra opción por ellos. No podía ser de otro modo, pues la mayoría vivimos y trabajamos en ambientes donde la pobreza y la exclusión se ensañan con los más débiles: hijos e hijas de Dios que ven en nuestra acción misionera como una última esperanza.

El grito de los pobres

Nuestro último Capítulo General tuvo lugar en un contexto muy especial: el inicio del Tercer Milenio y el afianzarse de la globalización y de la economía de mercado, que muchos estudiosos consideran un auténtico darwinismo social, y que tiene entre sus consecuencias más funestas la marginación y exclusión de los más pobres. En él participamos misioneros venidos del norte y del sur del mundo. Durante su desarrollo se escuchó a menudo el grito de los pobres, hermanos y hermanas con quienes convivimos y trabajamos tanto los capitulares como los hermanos a quienes represen-tábamos.

Los trabajos y la reflexión del XVI Capítulo se mantuvieron cons-tantemente atentos a la voz de las víctimas, de los marginados; de grandes cantidades de seres humanos cuya vida se ve amenazada por un sistema sin corazón que produce la muerte anticipada y violenta de los más débiles.

“El grito de muchos pueblos de África, América y Asia sigue in-terpelando proféticamente nuestra presencia y la calidad de nuestro servicio en estos continentes”, se dice en los documentos capitulares (DC 24). Pueblos pobres que son considerados “lugar teológico privilegiado y rostro sufriente de Cristo” (DC 12).

Evangelización liberadora

El Capítulo reiteró la afirmación de la Evangelii Nuntiandi, hecha hace casi tres décadas, de que “evangelización es también promo-ción humana” (n. 31ss). Que ésta “conduce a las personas y a los grupos humanos a alcanzar la plenitud de su dignidad, la liberación de todo lo que los deshumaniza y a gozar de la fraternidad, de la justicia y de la paz” (DC 40.1).
Esta acción evangelizadora (misionera) exige al comboniano saber estar presente y actuar en las actividades de justicia y paz, hacerse presentes en los medios de comunicación y sostener y asumir en sus comunidades proyectos que tiendan a crear una economía al-ternativa que use recursos como la banca ética, el boicot y el consumo crítico (DC 29). Lo compromete, además, a “una educación a la sobriedad, a la sencillez voluntaria, a la ética del límite, signo visible de la opción por la radicalidad y la austeridad” (DC 27.2).

En este mismo sentido, los Documentos Capitulares afirman tajan-temente que “en un mundo dominado por el neoliberalismo, la economía es uno de los sectores de la vida menos evangelizados” (DC 101). Razón por la cual los capitulares nos hemos comprome-tido a “Evitar formas de complicidad con un sistema económico que a menudo es responsable de gravísimas injusticias” y a la “denuncia explícita de estos mecanismos de muerte”. Y el Instituto, por medio de sus representantes, se compromete a no aceptar el uso de medios financieros que presenten problemas éticos (DC 101.3).

Globalizar la solidaridad

Al renovar su opción por los pobres y contra la pobreza, el Capítu-lo intentó responder a la reiterada exhortación de Juan Pablo II de globalizar la solidaridad. Así lo manifiesta al afirmar: “Hoy más que nunca, nos sentimos llamados a crear solidaridad con los marginados, promoviendo los derechos humanos fundamentales y poniendo la persona, no el lucro, en el centro del proyecto social” (DC 29).

Esto, en términos combonianos, exige “saber estar con los pobres, haciendo causa común con ellos” (DC 54.4) y “una renovada opción por la solidaridad, el compartir y la hospitalidad” (DC 27.3).

Un medio imprescindible en este campo es la Animación Misionera del Pueblo de Dios y especialmente de laicos comprometidos y competentes que sepan dar un corazón a un sistema que propone el lucro individual como valor absoluto e ignora la centralidad de la persona y del bien común (ver DC 101), pues, según afirman los capitulares, “somos enviados a los pueblos y grupos más pobres y marginados, realidad de minorías no alcanzadas por la Iglesia o descuidadas por la sociedad; grupos que viven en las fronteras de la pobreza por causas históricas y por los efectos negativos de la globalización y de la economía de mercado” (DC 36).

La buena nueva a los pobres

Se atribuye a Dom Hélder Câmara aquella famosa afirmación: “Si doy un pan a los pobres, me llaman santo; si pregunto por qué los pobres no tienen pan, me llaman comunista”.

Durante mucho tiempo los misioneros nos dedicamos a repartir pan; a distribuir ropa, medicinas… a construir obras asistenciales, hospitales, escuelas, iglesias, pozos… y nos llamaron santos. Ahora nos preguntamos también por qué los pobres no gozan de todos estos bienes y con ellos nos esforzamos por acabar con los meca-nismos que provocan pobreza y exclusión. Ojalá que por eso se nos considere cristianos. A eso nos compromete el ser evangeliza-dores (misioneros) y portadores de buenas noticias para los po-bres.

Para el encuentro comunitario

La Palabra de Dios


Mt 25, 31-46 - Lo que hicieron al más pequeño de mis hermanos.
Mc 6, 34-44 - El milagro de compartir el pan.
Lc 16, 19-31 - El pobre Lázaro y el rico epulón.
Stgo 2, 1-9 - Dios eligió a los pobres.

Para la reflexion

-¿ En qué debemos convertirnos y comprometernos para ser coherentes con la opción evangélica respecto a los pobres?
-¿ Hay contradicciones entre palabra y vida respecto a tu cercanía al mundo de los pobres?
-¿qué significa optar por ellos y su liberación?
-¿qué debo hacer para que nuestra misión sea de veras evangelizadora?

P. Jorge Oscar García Castillo, mccj
Inserti Familia Comboniana - Junio 2004