Carta de los Capitulares a los Hermanos

Querido hermano,

Esta invitación de Jesús a Pedro, la dirige hoy a nosotros los Combonianos, al inicio de este nuevo sexenio.
Nos sostiene la convicción de que nos hemos embarcado en una aventura apasionante y llena de sorpresas, en compañía de Daniel Comboni. La aventura comenzó el día en que hemos respondido a la llamada de Jesús, según el carisma de nuestro Fundador, para ponernos al servicio de los hermanos mas pobres y abandonados, a fin de comunicarles el Evangelio de la vida.
Como a Pedro, nos podrá parecer a veces que la pesca es escasa y que nuestra barca se mueve en aguas inciertas y misteriosas. A pesar de eso, nos sentimos llamados a ir más allá, sostenidos por la palabra de Aquel que nos sigue repitiendo: “Rema mar adentro y echa las redes” (Lc 5,4).
Con Jesús y Comboni queremos “remar mar adentro” para ir al encuentro de tantos hermanos y hermanas que esperan todavía la Buena Nueva de la liberación.

Antes de que recibas los Documentos del XVI Capítulo General, queremos hacerte llegar nuestro saludo y gratitud por habernos elegido para representarte en un momento tan significativo para nuestro Instituto. Has depositado en nosotros tus esperanzas y expectativas para que las trajéramos a Roma en nuestro equipaje. A través de esta carta, queremos compartir contigo los sentimientos, las alegrías, los valores y los intercambios que hemos tenido en estas semanas de trabajo.

Ante el acontecimiento de la canonización de nuestro Padre y Fundador, nos hemos sentido llamados por el Señor a ser cada vez más testigos de su amor, es decir, santos y capaces. Cada vez más hombres de fe, más contemplativos, más combonianos.
Misión, FP, comunidad y metodología han sido los ejes de nuestro trabajo y de nuestra reflexión.

El Capítulo nos ha enriquecido mucho, porque nos encontramos provenientes de muchos países y llenos de experiencias diversas. Hemos trabajado juntos, juntos nos pusimos a la escucha del grito de los pobres que proviene de los continentes en donde estamos presentes: África, América, Asia y Europa.
Una experiencia muy intensa ha sido la oración, especialmente la Eucaristía. A menudo hemos pedido el don del Espíritu Santo para que nos sostuviera en la difícil tarea de discernir, contextualizar y encontrar claves de lectura y criterios para desarrollar mejor nuestra misión en el mundo en el que vivimos, sufriendo y alegrándonos en la espera de la llegada del Reino de Dios.
Podemos afirmar que el Capítulo ha sido un continuo ejercicio de comunión y de fraternidad. Discutimos, en ocasiones de modo apasionado, pero al final prevalecieron siempre la fraternidad y la búsqueda del bien del Instituto, de la Iglesia y de los pobres a los cuales nos debemos con un amor preferencial. Nos hemos sentido en comunión con los hermanos ancianos y enfermos, con los jóvenes y con cuantos permanecen en los más diversos lugares de trabajo, a veces en condiciones de sufrimiento y de peligro. Por ellos hemos orado y agradecido al Señor; y por ellos nos hemos sentido estimulados y animados.

Han sido muchas las cosas positivas vividas en estas semanas. La más significativa –recibida con mucha alegría- nos parece la de tener en el Consejo General por primera vez, al lado de europeos, un africano, un brasileño y un peruano. Esto nos hace soñar un nuevo Pentecostés para nuestra familia misionera, un signo del Reino que se opone a un mundo que tiende a cerrarse en sí mismo y a querer imponer una sola cultura.

Querido hermano, el 5 de octubre Daniel Comboni será declarado santo. Con este hecho la Iglesia consagra la validez de su testimonio y nos recuerda que éste es nuestro desafío: vivir en la santidad nuestra vocación misionera. Como le gusta repetir al Papa, “el verdadero misionero es el santo”.

Al despedirte, te invitamos a mirar siempre adelante con confianza; es una invitación que nos hacemos también a nosotros mismos. Lo hacemos con las palabras que brotaron de la fe y la esperanza de Comboni: “Valor para el presente, pero sobre todo para el futuro”.


Roma, 1 de octubre de 2003

Fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús

Los hermanos capitulares

REMA MAR ADENTRO Y ECHA LAS REDES